Fracaso de los que amamos las ciudades reconocibles, herederas de su devenir, de sus hitos. Ciudades reconocidas en su cultura, sus costumbres, su historia. No hemos sabido impedir que derriben esta joya de nuestra arquitectura tradicional
Fracaso de la ciudad, de sus instituciones sometidas a los grupos de presión, patronales y mediáticos, de sus diversas representaciones, entretenidas y drogadas por la economía de la ganancia, el consumo, y el ‘que más chufle capador’
Nos sumamos a la tristeza de la familia Etxabe, de Amara Bai, de los medios y de tanta gente que ha defendido la subsistencia del caserío
Nos sumamos a la tristeza de Ancora -en la que se basan estas letras y algunas fotos- organización donostiarra, definida por el ‘interés común por el conocimiento y la defensa de los bienes culturales’, que ha aportado su trayectoria y compromiso en la defensa del caserío
Con todos ellos, hemos asistido con gran tristeza a la destrucción del caserío más cercano al centro de San Sebastián. El último que todavía mantenía la función agraria tradicional en el entorno. Representado en un Plano Magistral, delineado por ingenieros militares en 1760. Propiedad de la familia Sagasti en el siglo XVIII, pasó por herencia a los Larralde-Diustegui, quienes lo vendieron al Duque de Sotomayor, señor del contiguo palacio de Arbaizenea.
Txanponenea sobrevivió a todas las guerras civiles del siglo XIX. Pero no ha podido con la especulación urbanística. La familia Etxabe lo ha cuidado con mimo durante generaciones y ha luchado hasta el final por su conservación (Eskerrik Asko!)
El pasado mes de junio Áncora presentó al Ayuntamiento una alegación, pidiendo que protegiese 70 caseríos del municipio. Varios de ellos anteriores al incendio de 1813. En la asociación no se ha recibido respuesta escrita.
La práctica contestación es derribar el precioso caserío para erigir 3 bloques de adosados con precios a partir de 1,2 millones de euros.
La nueva promoción se suma a otras 80 viviendas de lujo ya construidas, denominadas Arbaizenea Homes.
Y la recuperación de elementos aislados como el dintel, el fragmento de un muro, la cruz del gallur, no es una operación de salvamento arquitectónico, tales elementos tienes razón de ser en el lugar en el que estaban
En el área de Txanpuene existes dos garitones de donde manaban los manantiales que abastecían de agua a San Sebastián. El agua de estos manantiales se comunicaban con el acueducto de Morlans, que es por donde fluía para abastecer a toda la ciudad, incluida la Parte Vieja -de este acueducto no queda señal alguna por la desidia municipal respecto a su propia historia- En el año 1609 se inauguró el primer abastecimiento de aguas de San Sebastián desde estas fuentes de Aiete-Morlans, cuyo caudal se calculaba en 40.000 cuartillos. En aquel entonces no existían los embalses de Artikutza ni Añarbe. Los dos garitones están fuera de los pertenecidos a la duquesa, pero dentro del área que se va a transformar en cemento.
Txanpuene dará nombre al parque que el ayuntamiento ha decidido fundar en la zona-prado ¿No hubiera sido muchísimo mas consecuente dejar el caserío intacto y presentar un pequeño museo moderno e interactivo dedicado a explicar la importancia del agua en la historia de Donostia.?
En esa historia las más de 60 fuentes del cerro de Aiete tienen mucho que decir a los donostiarras.
Los expertos afirman que este cerro, en el que quedan dos fuentes, la de Morlans y la del propio Txanpoene, está recorrido, en su interior, por una amplia balsa de agua.
Además de centrarse en la historia y la importancia del agua para San Sebastián, el museo presentaría el valor de este precioso líquido desde una perspectiva local.
Jesús Mari Lozano escribe en esta web “Si el Parque Cultural de Aiete puede ir convirtiéndose en un parque temático de los derechos humanos, supongo que no es porque el ayuntamiento quiera llevar a una esquina de San Sebastian esta mínima aspiración de la humanidad; al contrario, pretenderá concentrar su reconocimiento y hacer del Parque un foco de atención ciudadana por los derechos humanos y el rechazo de su atropello, y de paso acercar el barrio de Aiete a la ciudad y viceversa. Por eso cuando desde voces afines a la corporación municipal se menosprecia la idea de convertir el caserío Txanpuene en un museo del agua ‘porque está a desmano’, es una gran incongruencia”. Txanpuene estaría en el parque de Txanpon, muy cerca de La Cumbre, otro de los espacios públicos a devolver a la ciudad (¿O a la especulación como ha sucedido con la vecina Itxas Gain?)
Hay mucha gente en Donostia, perpleja y aburrida de tanta autodestrucción, temerosa de que esto no hay quien lo pare y que Donostia se va a convertir en una ciudad irreconocible.