Las colas del hambre

Ayer se vivió en Aiete una jornada muy especial, en la que la solidaridad con las familias sirias que han llegado a los campos de refugiados a Grecia, la fraternidad con sus desamparados protagonistas, la adhesión al proyecto de volver a su país, el respaldo y unión con las ONG que dejan la piel y el alma en su apoyo y el compromiso de ayuda hacia ellas, estuvo muy presente; especialmente durante el coloquio que sucedió a la visión del documental ‘Katsikas, ecos de un éxodo’ de Rodrigo Vazquez (Madrid, 1983), con el propio Rodrigo dirigiendo el debate y la emocionante y desgarrada exposición de nuestros convecinos de Zaporeak.
‘Katsikas, voces de un éxodo’ está protagonizado por nueve voces, rostros a veces ocultos, que trasladaron al espectador al campo de desplazados de Katsikas. (Los curiosos viajeros de Lantxabe a Grecia -reales o imaginarios- en esta charla han sabido algo más de  la compleja realidad de la Hélade de hoy).
Nos contó Vázquez que su trabajo no es más —ni menos— que el valiente testimonio de nueve personas que huyeron de la guerra, la persecución y la muerte en busca de un lugar mejor para sus familias. Pasaron por la extorsión de las mafias -siempre las mafias- por la cárcel, por la humillación y por el frío mar Egeo en busca de unas expectativas que se pulverizaron al dar contra la implacable frontera de la Unión Europea y sus nefastas políticas de acogida. En los ocho primeros meses de 2017, las solicitudes superan las 26.000, según la Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR). Sobre esta agencia se vuelcan las críticas de asilados y cooperantes. Para Rodrigo el documental trata de poner el dedo en la llaga de la flagrante indiferencia y pone nombre y apellidos a quienes más sufren este drama, personas como nosotros, para empatizar con ellos y empezar a cambiar su situación

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En el sobrecogedor documental de Rodrigo desfilaban las nueve personas, refugiadas a su pesar, en un montaje perfecto. Nos aclaró que son decenas de horas de rodaje que él quiso sintetizar para conseguir un resultado que conmoviera las conciencias de los europeos y damos fe que ese efecto lo consiguió con creces.

El rodaje no fue fácil.
‘No quieren testigos’ del horror, coinciden el directos y los miembros de Zaporeak.
El hecho de que le tocaran en suerte las tareas de repartir bolsas de basura por las tiendas y realizar el censo de sus inquilinos le permitió ponerse en contacto con ellos y estrechar lazos con quienes acabarían siendo protagonistas del palpitante film. «Tenía que hacer algo. Daba igual cómo, tenía que sacar adelante esta denuncia. El mundo tenía que escuchar a esta gente que estaba olvidada en condiciones infrahumanas», nos dijo Rodrigo en el coloquio
Las conversaciones de entrevistador y los nueve entrevistados son un escalofriante relato de la guerra, el miedo, las torturas, los bombardeos y los muertos, y cómo lo viven sus familias, sus hijos.
En el turno de Zaporeak la emoción tomó la forma conmoción, desasosiego, exaltación, turbación, inquietud, vergüenza de las instituciones europeas.
Inma y Jesús nos relataron sus experiencias en los campamentos de la isla de Chios, de Patras, de Atenas. Chios tiene 55.000 habitantes y llegan 50.000 demandas de refugio y auxilio, pronto la solidaridad se convirtió en temor. Amanecer Dorado, como en las novelas de Petros Markaris, empezó a hostigar a los refugiados y a las ONG. Zaporeak tuvo que salir de allí y luego de Patras. Ahora están en Atenas, como podemos leer en alguna página anterior de esta web.
Inma nos relató una imagen conmovedora que aun hoy se mantiene, tal cual, en su memoria.
Zaporeak es una ONG, nacida en Intxaurrondo, especializada en hacer comida para los refugiados.
El reparto de las raciones se hace en dos filas, una para los hombres y otra para las mujeres.
Inma nos comentó que en esas filas la mayoría de las personas son hombres jóvenes de 15 a 30/35 años. Ella se fijó en una mujer que estaba en la cola, madura como la propia Inma, se miraron a los ojos y cuando llegó a la mesa de reparto, ambas abandonaron su puesto y se fundieron en un abrazo
«Me miró -nos dijo Inma- y con los brazos abiertos unimos nuestros cuerpos. Lloró en mi hombro mientras balbuceaba en su lengua. La sensación de que ella sabía que iba a morir allí y yo no podía decirle nada para aliviarla fue estremecefors. Fundimos nuestros cuerpos en un abrazo, pero sobre todo fundimos nuestros corazones. El abrazo duró más de tres minutos y todavía hoy lo siento palpitar»
‘Da igual la raza, la lengua o la cultura, cuando empatizas con el sufrimiento de la gente, algo te cambia por dentro’ terminó Rodrigo Vazquez
Un conmocionado aplauso, exaltados todos los sentidos, cerró la velada. Eran las 21:00 de la tarde.

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