“Katsikas, Ecos de un éxodo” con el propio Rodrigo Vázquez, en Aiete


Katsikas, un pueblo situado al noroeste de Grecia cerca de la frontera con Albania, se ha hecho muy popular por albergar uno de los peores campos de refugiados de la zona, llegando a tener más de 1.500 refugiados.
Este campamento se creó en el mes de marzo de 2016 sobre un antiguo aeródromo de la Primera Guerra Mundial, en un suelo de piedras sin ninguna sombra donde resguardarse durante los calurosos días de verano, ni ningún cobijo para las lluvias del frío invierno.

En tiendas de campaña a la intemperie con apenas 78 baños letrinas conviven, embarazadas, excombatientes, niños heridos de guerra, huérfanos, enfermos terminales, con parálisis cerebral, diabéticos, con problemas de corazón y personas con ataques de ansiedad, depresiones y traumas por una guerra que, de la noche a la mañana, ha cambiado por completo sus vidas.
Ante esta dramática situación, son varios los voluntarios que, concienciados ante tal injusticia, viajaron hasta la zona para buscar algún tipo de solución, como bien hizo Rodrigo Vázquez, más conocido como Harry, que decidió plasmar este caos en su último documental: “Katsikas. Ecos de un éxodo”.

Harry es un joven camarógrafo madrileño que entró en el mundo audiovisual en el año 2004 después de cursar los estudios de imagen y sonido. Comenzó como ayudante de cámara y plató y, pronto engancharía la cámara para convertirse en operador y caminar hacia lo que es hoy, camarógrafo y realizador independiente.
Quisimos saber más sobre el documental y los motivos que empujaron a este joven madrileño viajar tantos kilómetros para reportar un suceso prácticamente abandonado por la Comunidad Internacional.
Harry: “Todo nace el mismo día en el que estaba estrenando, junto con mi hermano Miguel Ángel, otro documental sobre los migrantes que vienen a España jugándose la vida en cayucos. Ese día una amiga perteneciente a un grupo de voluntarios (super héroes de Pinto Solidario, Bomberos Ayudan y anónimos) me contó que iban a ir a Grecia a descargar camiones de ayuda humanitaria para los refugiados del campo de Katsikas. La expedición saldría en 15 días y, por supuesto, no pude dejar pasar la oportunidad de ir a echar una mano y enrolarme en este grupo de gente maravillosa con la que iba a compartir lo que sería una experiencia decisiva en mi vida. Claro, como la cabra tira al monte, no pude evitar llevar el equipo de rodaje por si la cosa daba para contar algo, pero sin tener mucha idea de qué. Preferí ver lo que me iba a encontrar allí antes de trazar ningún plan”.
Pero el camino para Harry no fue tan fácil, ya que encontró alguna y que otra traba para poder grabar dentro del campamento.
Harry: “Tardé en pulsar el botón rojo. Katsikas era un campo militarizado y con fuerte presencia policial y militar. Un pedregal inhóspito que, la verdad, no invitaba nada como lugar de acampada.
En la primera reunión que tuvimos con el equipo de voluntarios comenté mi intención de grabar algo por allí. La respuesta inicial del coordinador fue clara. “Esto es un campamento de militares a los que nos les gustará saber que se airea lo que aquí pasa ni las condiciones de los refugiados. Si te ven la cámara, te la van a quitar, como ya ha pasado”… “Me quedé un poco frío con la noticia la verdad, pero bueno, busqué la manera.
Mi misión allí era la de ayudar con la descarga del camión, organizar el inmenso almacén de productos solidarios, construir una enfermería/farmacia y, lo que salvó la vida del documental sin duda, fue repartir bolsas de basura por las tiendas.

En esta tarea me acompañaba mi amigo Mohamed Samadi, voluntario y activista marroquí afincado en Pinto ,que se convirtió en mi lengua, mis oídos y las lágrimas de mi corazón. Gracias a él, conseguí conocer a los protagonistas del documental y a otras muchas personas que no olvidaré jamás. Historias para no dormir. Entonces, tras conocer esta realidad tan dura, escribí unas líneas a modo de poema que pensé me podrían servir para dar una columna vertebral al proyecto.
Mohamed se la leyó, traducida al árabe, a un refugiado, ahora amigo. Eso me hizo tirar para adelante y buscar la manera de crear un documental que diese voz a estas personas. Daba igual cómo o qué. Había que hacerlo. Así que, el sexto día, y metiendo en el campamento la cámara y el trípode como si fuesen cosas para el almacén, comenzamos a rodar”.

“Katsikas: Ecos de un éxodo” producido por Filmandril, narra a través del testimonio de nueve personas refugiadas la realidad de abandono en estos campos de desplazados.
Harry: “Nueve historias que se entrelazan en una sola. Son vidas ajenas con una línea común. El miedo a la guerra, la extorsión de las mafias, el pánico y la fría muerte del mar, la mentira, nuestro rechazo, nuestro abandono, la indiferencia… Son nueve de todos aquellos con los que hablé. Nueve valientes testimonios de personas con nombre, apellido, familia, formación, hogar, dinero… aunque todo esto la guerra se lo arrebató. A mí no me gusta llamarles refugiados. Lo primero porque no lo son, no se les está dando acogida. Y lo segundo porque creo que meterles en un saco con el título “refugiados” hace que tomemos distancia con el problema y no consigamos empatizar con ellos”.
Historias que, evidentemente, impactaron al director del documental quien a sabiendas de lo que le esperaba no llegaba a imaginar lo que estas familias le confesarían.
Harry: “Uno en su día a día no conversa con gente que acaba de perder a su familia en un bombardeo, o que ha visto como decapitaban a sus compañeros de trabajo, o madres viudas que naufragan en el Egeo con niños pequeños y, sin saber nadar, tratan de llegar a la costa… Torturas en las cárceles, desapariciones forzadas… un sinfín de sucesos. Pero creo que, quizá lo que más llamó mi atención fue una mujer afgana. Todos los afganos del campamento se fueron en un momento dado, unos 300. Ella era demasiado mayor y estaba demasiado dolorida como para continuar la aventura y allí se quedó. Sola.
La primera vez que la vi estaba sentada en un pasillo de tiendas de campaña abandonadas, con telas colgando a modo de parasol. No hablaba árabe y, ni mucho menos inglés, ni francés. Nada. Si te acercabas a un metro de ella, te miraba con los brazos abiertos y los ojos hundidos y encharcados en lágrimas. La abrazabas y lloraba en tu hombro pronunciando palabras que ojalá hubiese podido entender y responder para encontrar consuelo que aliviase a aquella mujer. Toda una vida a la basura para morir sola. Allí. En ese campo”.

La realización del documental fue un proceso largo y laborioso ya no sólo por las dificultades encontradas durante la grabación sino que también por la selección de testimonios y la producción de algo que deseaba que fuese muy personal y especial, rompiendo con los cánones establecidos.
Harry: “El rodaje allí fue relativamente sencillo, dado que grabábamos un poco a hurtadillas y no todo el día. Pero después vino la traducción, la interpretación, la selección de textos, montaje y subtitulación. La banda sonora también quise que fuese algo personal y la compuse justo con mi buen amigo y casi hermano Gonzalo Bárcena. Fue bonito porque encontré que la primera partitura que se conserva del ser humano es de Siria.
Una canción muy sencilla dedicada a una diosa del mundo antiguo. Decidimos entonces componer sobre esa base musical que, a mi entender, le da todo el sentido a la película.
Ha sido un proceso de un año de trabajo artesanal pero, la verdad que lo he disfrutado mucho y espero que tenga una recompensa en forma de público que rompa con la indiferencia hacia estas personas”.
¿Cómo ves la respuesta y reacción de la Comunidad Internacional ante esta situación?
Harry: “Desastrosa. No hay más que ver los compromisos de acogida y las cifras reales. En concreto, en España, ha sido una vergüenza.
Aunque debo decir en favor de mis conciudadanos, que el mayor número de voluntarios en Grecia son españoles y que eso, los refugiados lo tienen muy en cuenta y están muy agradecidos al pueblo español.
De hecho, allí nos decían que gracias a la presencia de los voluntarios españoles (héroes anónimos) se estaban evitando suicidios en masa por su sola presencia. Por saber que alguien estaba con ellos. Uno piensa que ha ido a repartir potitos y resulta que está salvando vidas sin saberlo. Y es que, independientemente de los dirigentes que tengamos, somos un pueblo grande y solidario. Pero parece que nos lo quieren hacer olvidar”.

No es el primer documental para Harry. En otros como “Yerro, capitán de su destino”, “Luces del Gallinero”, “ODS.
No es la cooperación, es el sistema”, “La distancia no es el olvido” también de temática social, el director aprovecha para hacer un guiño a esas personas más desfavorecidas y desamparadas, devolviéndoles su voz a través de sus cortometrajes y fotografías para así combatir mediante la empatía la creciente indiferencia que está arraigándose en la sociedad y poner de manifiesto que es un problema que atañe a todos los ciudadanos. Actualmente está trabajando en un proyecto a caballo entre Guinea Ecuatorial y Galicia: “Manoliño Nguema”, que saldrá a la luz próximamente.
Por ahora, Harry centra sus esfuerzos en la presentación de “Katsikas: Ecos de un éxodo” que comenzará el miércoles 18 de octubre en la Sala Cineteca del Matadero de Madrid, y continuará así, de gira por toda España, durante los próximos meses.
“El 75% ya está hecho. Ahora sólo queda el otro 25% que consistirá en moverlo por todas partes y hacer que la voz de los protagonistas llegue a mucha gente, cuanta más, mejor”.

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