«Leer es un acto de rebeldía» Angel Gabilondo

Ángel Gabilondo reivindica la capacidad de la lectura para transformar el mundo

Hace una semana vi en un bar del San Sebastián a dos veinteañeros que se leían en voz alta rimas de Bécquer. ¿Le parece normal?

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No es muy corriente pero no lo calificaría de anormal. Encontrar la satisfacción de leer juntos, de leer con otro, de que alguien te lea algo, produce un placer enorme y está vinculado a la infancia, cuando alguien te leía un cuento. Querer a alguien es en cierto modo leer algo con él.

Los que les rodeaban estaban pendientes de ellos. ¿De alguna manera estos jóvenes estaban cambiando el mundo a su alrededor?

Cambiaban el mundo y se cambiaban ellos también. La lectura tiene una enorme capacidad de transformación, incluso tiene un cierto punto de contestación a la situación actual. Uno lee porque no le acaba de gustar del todo lo que pasa o no se acaba de gustar a sí mismo. Dos leyendo es un acto rebelde ante una situación en la que parece que la sociedad se conforma con lo que hay.

¿Leer es entonces un acto de rebeldía?

Yo creo que sí. Rebeldía es la palabra vinculada a los textos de Camus, del hombre en rebeldía, en el sentido de que no se rinde, de que no se resigna ni claudica, de quien está buscando y trata de ver si las cosas pueden ser de otra manera y él puede ser otro. Por eso nos desconcierta que alguien lea y más si leen juntos. Que se reúna gente a leer nos produce una cierta sensación que desde luego incomoda mucho a los dictadores, por ejemplo.

– Parece que cada vez escribimos menos. Por ejemplo, ya no enviamos cartas.

– Yo las echo de menos y a veces las pido. La escritura de cartas es muy importante, a veces estamos añorando abrir el buzón y que aparezca una carta de esas de verdad, como las que escribía Ovidio a sus libros, cuando les decía ‘cuánto os hecho de menos’. Ahora ya todo son impresos bancarios y publicidad.

– El buzón ya no da sorpresas, como cuando encontrabas una carta, la sopesabas y mirabas el remite.

– Incluso el sello. Ovidio dice que cuando estaba en el exilio besaba la parte por donde alguien había cerrado el sobre para sentir su presencia. De hecho se han guardado durante años cartas; yo todavía tengo dos, una de mi padre y otra de mi madre, y tienen un valor simbólico, es un modo de presencia.

– ¿Una forma de perpetuar su memoria?

– Eso es. La memoria no es puro recuerdo. Su cultivo, que está muy vinculado a la escritura, es importantísimo. Los nuevos mundos del futuro tendrán que buscar fórmulas para vivir en esa memoria, y yo creo que las van buscando.

– ¿Qué se pierden las personas que no leen?

– Todos leemos de alguna manera, pero los que no se relacionan con la lectura como usted y yo la estamos entendiendo están perdiendo la posibilidad de vivir otros mundos, de ser otros y de que el mundo sea otro porque en los libros también se encuentran fuerzas y razones para luchar. Más que apretando los párpados y los puños, estas fuerzas se encuentran a veces abriendo los ojos y pasando las páginas de un libro.

– Me encontré un día con una persona, le dije ‘hola’ y me contestó ‘muy bien, gracias, ¿y tú?’ No me escuchaba y creo que no lo hizo en toda la conversación.

– Es que es muy difícil el tú a tú, que es una expresión que me gusta mucho. Parece que lo normal sería hablar del yo al tú o del tú al mí, pero el tú al tú, esa rara expresión, viene a decir que uno se tiene que poner en el lugar del otro. Crear esta situación, encontrar en el otro un verdadero interlocutor, alguien con quien hablar, me parece un gran regalo y para eso hace falta mucha apertura, estar dispuesto a dejarse decir algo, no creer que uno lo sabe ya todo.

– ¿El tú a tú es una forma de comprender al otro?

– Claro, y además es un forma de ponerse en su lugar, un modo de entrega. La verdadera conversación siempre es la del tú a tú, por eso a veces digo en broma que prefiero discutir a que me riñan.

– ¿Se trata en el fondo de aprender a escuchar?

– Aprender a escuchar, a saber que uno no se agota en sí mismo, que hay algo más allá de uno mismo. La escucha es siempre hospitalidad, es acogida y es también el reconocimiento de que tú perteneces a aquello que escuchas.

– ¿En España se escucha?

– Tenemos una extraordinaria y grave enfermedad del oído, sobre todo del interno, que es una constante. Tenemos tendencia a oír lo que queremos oír y a interpretar con una suerte de manipulación lo que el otro dice. En general tenemos muchas dificultades para escucharnos porque escuchar también es reconocer que uno no tiene razón.

– ¿Aprender a hablar consiste también en aprender a callar?

– Desde luego. No a acallar a los otros, sino a callar, porque callar es todo un arte. Uno siempre cree que lo que tiene que decir es imprescindible que se diga. Hay que saber silenciarse a uno mismo y tener la humildad de reconocer que lo que uno va a decir no es tan decisivo.

– ¿Callar es una forma de decirle al otro que me pongo en su lugar?

– Callar es un modo muy claro de acoger hospitalariamente la palabra del otro diciendo que esa es la palabra dicha, porque lo que se dice en una conversación no lo dice ni uno ni otro, sino entre ambos. El silencio forma parte de todo eso.

-¿Es también una manera de hablar?

– Una manera muy importante de hablar. Gestionar los silencios, saber cómo vivirlos, cómo soportarlos… Sobrellevar silencios juntos une muchísimo.

– ¿El poder teme a las palabras?

– No sé si el poder, pero desde luego los gobiernos tienen alguna inquietud por las palabras. Las palabras hacen, aman y callan, son muy efectivas. No son inofensivas, por eso los gobiernos, sobre todo los más débiles, suelen ser muy temerosos con las palabras.

– ¿La educación que recibimos nos enseña a hablar y a debatir?

– Debe hacerlo y esto depende muchísimo de los profesores. Hay unos que son conversadores y participativos, que provocan a pensar y a intervenir, y otros que simplemente creen que tienen que transmitir conocimientos. El buen profesor sabe perfectamente que no es un flautista de Hamelín al que todos han de seguir.

– ¿Un buen profesor es el que enseña a los alumnos a llevarle la contraria?

– A llevarle la contraria o a darle de algún modo la razón, que sean alumnos capaces de tener criterio propio y de expresarlo.

  • Esto del criterio propio suena algo subversivo.

Bueno, vayamos a la palabra de antes, a la de rebelde. El hombre rebelde no solo se limita a ser contestatario sino que busca permanentemente, se interroga y se cuestiona con otro lo que las cosas son. Esto no significa que sea alguien que solo es capaz de decir no. A veces los rebeldes son capaces de decir sí.

JAVIER GUILLENEA | SAN SEBASTIÁN.

22 agosto 2014

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