En la próxima tertulia de Aiete tenemos el libro “León el Africano”, de Amin Maalouf.
Al final de la página 323, del subcapítulo “El año del ojo augusto”, podemos leer este diálogo entre un comerciante que huía de la peste y la represión real y Hasan, sobre la duración de las monarquías
Tiene la actualidad que le da el grave retroceso que significan para la democracia “el caso borbónico Urdangarin” y la lucha contra la corrupción, con intromisiones del Gobierno en el trabajo de los profesionales de la justicia -fiscal de Murcia, fiscal del Pais Vasco-, del uso inconstitucional de las fuerzas de seguridad y de las coacciones a los medios informativos.
La magnífica novela histórica de Maalouf, recomendada en institutos de bachillerato, tiene este inicio
“A mí, Hasan, hijo de Mohamed el alamín, a mí, Juan León de Médicis, circuncidado por la mano de un barbero y bautizado por la mano de un papa, me llaman hoy el Africano, pero ni de África, ni de Europa, ni de Arabia soy. Me llaman también el Granadino, el Fesí, el Zayyati, pero no procedo de ningún país, de ninguna ciudad, de ninguna tribu. Soy hijo del camino, caravana es mi patria y mi vida la más inesperada travesía.
Mis muñecas han sabido a veces de las caricias de la seda y a veces de las injurias de la lana, del oro de los príncipes y de las cadenas de los esclavos. Mis dedos han levantado mil velos, mis labios han sonrojado a mil vírgenes, mis ojos han visto agonizar ciudades y caer imperios.
Por boca mía oirás el árabe, el turco, el castellano, el beréber, el hebreo, el latín y el italiano vulgar, pues todas las lenguas, todas las plegarias me pertenecen. Mas yo no pertenezco a ninguna. No soy sino de Dios y de la tierra, y a ellos retornaré un día no lejano”.