Cada viernes, como hoy, un grupo de vecinos de Eibar se reúne para preparar la llegada de los refugiados a la localidad. Siguen reuniéndose con la misma ilusión pero las autoridades correspondientes, europeas, españolas, vascas están a otras cosas; es el lamento eterno de cualquiera que ponga el ojo en las actividades de la administración: tras las elecciones se han ganado el descanso porque la campaña electoral es agotadora para cuerpos tan mínimos.
Del millar de refugiados -tras tanta estéril, interesada y, por ende, televisada polémica- que en setiembre se estimó acabarían en Euskadi, sólo han llegado 3 eritreos que desde hace un mes viven discretamente en un piso de Bilbao.
Los tres eritreos están en un piso de acogida de Bilbao tras un largo viaje desde Lampedusa, desbordada por la crisis de refugiados.
El flujo migratorio continúa y las bajas temperaturas en el Este de Europa o las costas turcas no han hecho sino empeorar su situación. Han pasado meses desde que la imagen de Aylan, el niño muerto en una playa turca, agitase la conciencia de medio mundo, y desde que la Unión Europea acordase la reubicación de 160.000 refugiados de Italia y Grecia en los estados miembro. Las familias de los refugiados siguen ahí.
CEAR Euskadi y el Gobierno Vasco se lamentaban de esta situación. Han movilizado recursos, coordinado equipos, celebrado decenas de reuniones para nada. Los refugiados vivos en la memoria de la gente, han desaparecido de la agenda de la clase política, empresarial y periodística.
Javier Galparsoro, de CEAR, se siente como el anfitrión que tiene su casa preparada para unos invitados que no terminan de llamar a su puerta. Todas las mañanas se asoma a ver si viene; todas las noches se acuesta desolado pensando en la inútil tarea de esperar, la terrible vida del que ve el sufrimiento de su familia.
Es muy adecuado este aforismo “eskuzabaltasuna landuz zoriona zeureganatuko duzu” [conseguirás felicidad trabajando la generosidad] En las fiestas de navidad proliferan los dichos que en realidad deberían formar parte de nuestra vida todos los días del año.
En el caso concreto que ilustra la página, la gente está trabajando con generosidad, pero en vez de felicidad, les llega la frustración por la inoperancia en los que delega la democracia representativa. Parece, sin embargo, que llegan tiempos mejores