‘Amanecer’, una visita a la capilla sixtina del séptimo arte, en compañía de Jesús Garmendia

El viernes 16, Jesús Garmendia, glosó el vigor lírico y estético del Séptimo Arte en el film de Friedrich Wilhelm Murnau.

No es exagerado afirmar que Amanecer (1927) es de lo mejor en la cinematografía, y que F. W. Murnau, su director, es uno de los más grandes cineastas de la Historia. Conocer Amanecer ya es una suerte, pero poder verla por primera vez en el Centro Cultrual de Aiete, de la mano de Jesús Garmendia, maestro de profesión y habilidades, fue un privilegio envidiable, una epifanía.

Introdujo el ‘guía’ que Murnau había dejado su sello imperecedero en obras maestras del expresionismo alemán como Nosferatu, el vampiro (1922) y El último (1924), cuando fue llamado a Hollywood para desplegar su talento con plena libertad y medios. Amanecer fue su asombrosa respuesta.

Friedrich Wilhelm Murnau.

El presentador llamó la atención sobre los prodigios de Amanecer que residen en su puesta en escena y en su narrativa visual, plena de atrevimientos formales y, al mismo tiempo, transida de una transparente belleza clásica, deudora de iconografías pictóricas, y destinada a perdurar. Los encuadres, los movimientos de cámara, las exposiciones múltiples, los efectos sonoros –aunque la película sea muda- y el uso intencionado de los intertítulos (¡de qué elocuente manera subrayaba Jesús!) son algunas de las virtudes señalaba como deslumbrantes. Murnau –fallecido cuatro años después en un accidente de coche- consiguió dejar una obra que conmovía, producía goce estético y emocionaba a las personas asistentes

Amanecer tiene la delicadeza de un exquisito poema mudo visual. Es un film en el que el silencio envuelve el milagro de una narración gestada en el montaje de portentosos planos y secuencias que se apoderaron de los cinco sentidos de la gente que estábamos en el salón de actos.

Garmendia nos ayudó a comprender el impacto de Amanecer en aquel 1927, -hacía casi 100 años, como subrayaba Lola Arrieta en la presentación-. Entonces el cine tenía ya el suficiente rodaje y se había segregado de la técnica teatral, a la que tanto debía. Y Murnau nos ofrece Amanecer y las enormes posibilidades dramáticas que ofrece la técnica cinematográfica en manos de este artista de la expresión. Garmendia muestra como Murnau convierte su cámara en un guía de extraordinaria cultura y sensibilidad.

La puesta en escena de Murnau es un prodigio, contiene numerosos detalles en cada plano, con sus formas y sus misterios

Jesús nos alerta como el director se escapa de la cámara estática y utiliza con pericia los primeros travellings en el cine: siguiendo al protagonista tras su malvada amante; siguiendo al matrimonio cuando, en la ciudad, sale de una iglesia y se ve uno de los besos más apasionados de la historia del cine que provoca un caos en el tráfico. (Jesús comparaba esta acción con la que realizaría «Buster» Keaton).

Tuvimos la oportunidad de ver escenas imborrables en torno al tranvía; en la presentación del film, con esos trenes que se cuzan en las tres dimensiones del espacio; o en la escena sobrecogedora cuando el protagonista se enfrenta a la inocencia de su mujer en el momento de asesinarla; o la larga secuencia en la que el marido, totalmente arrepentido, con su enamorada y radiante esposa recorren la ciudad, que culminará en la vuelta a la granja en una barca que volcará debido a una tormenta que hará que la esposa desaparezca.

La noche se termina, dejando atrás su tentadora oscuridad, y la pantalla se ilumina con un baño de luz. Una preciosa puesta en escena que acompaña al FIN.

Montaje rápido, decorados y fotografía móviles (en la grúa, sobre un carro, suspendida…) son prácticas habituales del equipo de Murnau, debidas a su exigente inventiva.

La película se integra plenamente en la concepción del presente ‘ciclo de literatura y cine’ titulado …quien lo probó lo sabe, eso que los franceses conocen como amour fou, pasión amorosa desmesurada, hombre seducido al margen del matrimonio, mujer enamorada, y, en esta película, triunfo del amor

El espacio nunca es una idea decorativa ni un elemento neutro para Friedrich W.. En Amanecer, los pantanos representan el mismo papel que el mar, son instrumentos de la muerte. Utiliza líneas de fuerza divergentes, flujo y reflujo de la sombra y la luz, picados y contrapicados de las tomas de vistas y la naturaleza no es neutra, es apaciguante u opresora. Murnau logra cantar la lenta irrupción de la amenaza y de la muerte. La interpretación de los actores entre teatral y expresionista a nuestros ojos.

Por eso subrayamos que Garmendia, en sus intervenciones del pasado viernes, nos enseñó, con dedicación especial, la innovación técnica que Murnau fue introduciendo en el cine para hacer películas como esta Amanecer, 1927.

También se suele decir que el mérito de las películas de Murnau residen en el guionista y poeta Carl Mayer. La importancia del guión es inmensa en cualquier película y en las de Friedrich Wilhelm también

Personas como Murnau, saben que in principio erat verbum, que lo primero es el guión.

Y poetas como Lope de Vega dominaron la palabra hasta arrancarle el destello del prodigio

Y con Jesús, Murnau, Hawthorne y Lola, nos vamos al título del ciclo

.quien lo probó lo sabe (Verso final del poema de Lope de Vega) Esto es amor

Desmayarse, atreverse, estar furioso,

áspero, tierno, liberal, esquivo,

alentado, mortal, difunto, vivo,

leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,

mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,

enojado, valiente, fugitivo,

satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,

beber veneno por licor süave,

olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,

dar la vida y el alma a un desengaño;

esto es amor, quien lo probó lo sabe.

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