Dos joyas de la arqueología vasca en el Bosque de Miramón

Del abrevadero de Errotatxo hasta el lavadero de la erreka Pakea, hay un precioso paseo, de punta a punta, por el Bosque de Miramón.

El abrevadero de Errotatxo fue reconocido en una de las visitas guiadas por el Bosque organizadas por Lantxabe. La víspera de la reclusión por la pandemia, dos miembros de la asociación acompañaron a un experto de Aranzadi para el reconocimiento del resto arqueológico, que se identificó más como abrevadero que como lavadero. La delegación se desplazó, después, hasta el estanque del Bosque y, justo encima, aguas arriba, están los restos de un lavadero (ver fotos) que aquel día no se pudo ver por el caudal torrencial de la erreka que llena la laguna.

El abrevadero de Errotatxo se encuentra alineado con una poderosa hilera de robles que pudieron haber tenido una función defensiva en las guerras carlistas. De este abrevadero esperamos noticias de Aranzadi

El primer proyecto de restauración del Bosque de Miramón, presentado al alcalde de entonces, Odon Elorza (año 2003), incluía la construcción de un molino imaginario aguas abajo, y con robles de hoja caduca, como protagonista principal, pero también con extensiones de castaños, avellanos, hayas, alisos, abetos, avellanos, higueras, pinos negros, tilos, olmos, álamos, laureles, acacias…y alguna plantación reciente de 251 manzanos, que completarían un paisaje típico Euskal Herria .

El lavadero siempre ha estado ligado al agua, en concreto a algún manantial que posibilitase que el líquido elemento llegase por la fuerza de su peso a las albercas, cumpliendo la misión de limpiar la ropa, para después seguir su curso. El de la Pakeako erreka representa la culminación funcional y estructural de varias fuentes o manantiales, desde el punto más alto en Oriabenta, hasta la de “la Virgen”, ubicada unos metros más arriba del estanque.

La utilidad de este lavadero -y de todos los pilones de fregado- empezó a decaer, a medida que se popularizaban las lavadoras domésticas. Hoy son historia, como son los abrevaderos, los molinos, el mimbre, y prácticamente los castañales.

A este lavadero recurrían las mujeres de los caseríos del contorno: Paraiso, Merkelin, Katxola, Oriamendi, Miramon, Erramunene, Mamistegi, Gure Pakea, Indiano, Etxe Luze, Intxaurdegi, Benta Txiki, Etxetxiki, etc.; era el espacio de relación social femenino por antonomasia, un espacio de socialización. Hay algunos especialistas que han hablado de ellas como ‘casinos femeninos’ donde la mujer se manifestaba en toda su realidad, sin tapujos ni ambages. Lavando, se tejían y reforzaban los vínculos de las mujeres. Desde la política local hasta los amoríos, todo pasaba por los ‘parlamentos femeninos’ de la época, uno de los pocos espacio de libertad que tenían las abnegadas y trabajadoras mujeres de pasadas generaciones.

El jolgorio con que realizaban su cometido y la ‘información’ que aportaban simultáneamente era digno de admiración. Las horas punta solían ser el sábado por la tarde y el domingo por la mañana, cuando las mujeres acudían en masa a lavar los buzos de trabajo de sus maridos al termino de la jornada semanal el sábado a las 18.00 horas.

Pocos hombres se atrevían a acercarse a un lugar donde podían ser objeto de mofa y burla.

Su uso exclusivamente femenino era regulado incluso por la ley. Una ordenanza de 1906 establecía que «no se permite la estancia en los lavaderos públicos a ningún varón mayor de 14 años»

La alberca de la erreka Pakea es la última que aún perdura. Este lavadero está enclavado debajo de los caseríos citados más arriba, que escoltaban el actual paseo de Oriamendi (la antigua Goiko Galtazara -viejo camino de Santiago y acceso a San Sebastián, desde el Sur–) y de los caseríos ubicados en la urbanización del Parque Tecnológico, Policlínica, ETB, lugar, por ejemplo, de Miramon Zar

La pila y las losas están en precarias condiciones.

La propuesta de Lantxabe es su restauración como un bien etnográfico, testimonio de la vida cotidiana en la Donostia de siglos pasados y de la pequeña arquitectura hidráulica.

El olvido y una tupida vegetación en torno a la erreka han salvado su existencia. Aunque también estuvo en un tris de desaparecer en la construcción del BCC; durante la edificación la empresa Amenabar vertía sus restos de obra a la erreka, aguas arriba, y se produjo una acumulación de lodos a punto de anegar el embalse. En la primavera de 2013 Lantxabe consiguió que la empresa se encargara de limpiar los lodos de la laguna. Este estanque debe ser tratado con especial mino en cualquier planteamiento de conservación del Bosque. Las reuniones previas en Katxola para la recuperación del Bosque, plantearon que el estanque se adecuara para acoger flora y fauna anfibias, y que se desarrollara un sistema adecuado conforme a sus características, evitándose la introducción de especies extrañas; tanto de flora, como de fauna. Así mismo, proteger la la buena calidad del agua, desde aguas arriba impidiendo usos no compatibles en las inmediaciones de las regatas, incluido los inicios del manantial.

Antes era muy habitual que los vecinos trabajasen juntos en reparaciones, reconstrucciones y limpiezas.

Pero los nuevos tiempos han cambiado las relaciones, las formas de vida, y se ha perdido, en cierto modo, el sentimiento de pertenencia a una comunidad concreta y con ello el ‘auzolan’.

Lantxabe anima a las vecinas y a los vecinos a trabajar juntos para reforzar y mantener vivos los enclaves rurales. Es su forma de revitalizar el barrio con acciones por el equipamiento público (casa de cultura, escuela pública, ambulatorio, plaza de Munto, ascensores, bidegorri,…); con actividades culturales, como el ciclo de literatura y cine, charlas, exposiciones; ayudando a organizar las fiestas del barrio, el Olentzero; o con la formación de escuelas de deporte rural, bolos, pelota. Se trata de mejorar la calidad de vida del barrio y vertebrar las relaciones entre los vecinos al fortalecer la vida vecinal

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