Una orquesta en el balcón del pensar

La banda del barrio da sus conciertos en la terraza del paseo de Aiete nº43; mirando hacia los montes, hacia Amara, hacia Melodi, hacia la Casa de Cultura; detrás tiene la plaza de los manzanos de Munto

Es un grupo completo; al saxo Miguel Mari Lizarza Azpiroz, se apoya en una familia de músicos que se completa con guitarra, trombón de varas, clarinete y maravillosas voces.

Un lujo de cariño y de solidaridad. Una hermosura y una gozada escucharles todas las tardes a las ocho, tras los aplausos.

Se han enriquecido en la escuela de música de Hernani (con Iñaki Eguren, del caserío Pagola y del Axular). Miguel Mari ha participado en la composición Alexander’s Ragtime Band i Irving Berlin” -(Hernasax taldea: Erramun Oiartzabal, Zipri Otxan- dorena, Luis Ma Moreno (Pirata), Miguel Mari Lizartza 3’24» ilj 1994 !;-kua Batzurizopa estudio)– más abajo una interpretación original-. Miguel Mari es sobrino de otro Aietearra de pro, Felix Azpiroz, txistulari para más señas y esposo de nuestra hada madrina Mari Carmen Garmendia. La foto de un periodista de El Pais

Miguel Mari Lizarza ha demostrado que el saxofón es un instrumento que goza de excelente salud y votamos porque esa buena salud sea contagiosa, un escudo contra el virus.

Todo el mundo está pensando e inventando estos días, y estos amigos del paseo de Aiete han imaginado una forma de darnos unos minutos de alegría a la gente del barrio

Nos ha permitido dar otros usos del pensamiento positivo; refinamos e intensificamos nuestra capacidad de escucha y atención.

Interés para buscar no tanto respuestas como vías para formular mejor una pregunta: La pregunta de qué (nos) está pasando, qué experiencia estamos haciendo en la crisis del coronavirus, qué significa «hacer experiencia» y en qué podría consistir una experiencia colectiva de todo esto.

Una orquesta en la terraza no encaja en las normas de comportamiento habitual y rompe los relatos impuestos, como todo lo que está suponiendo el confinamiento y, con él, una forma nueva de organizar nuestra vida, individual pero también colectiva. Se tiene la sensación de que vivimos en un humus donde podría estar cocinándose otra forma de organizar la sociedad, tal vez de forma inconcebible hasta ahora.

En el Whatsapp se recibe mucha basura, mentiras, trampas, pero también muchos videos divertidos y frases ingeniosas como «esto es lo más profundo colectivamente que nos ha pasado en varias generaciones», o, en tono de humor, ‘La OMS advierte que volverán a la normalidad las personas que hayan sido normales antes’…Lo que nos pasa ¿Nos pasa a todos a la vez o a cada uno le ocurre algo diferente? Hoy no sabemos la respuesta. Digamos que tenemos vivencias similares, pero no sabemos las lecciones que sacaremos de esta experiencia. Vivencia colectiva es aquello que nos pasa a todos juntos o a la vez. La experiencia deja huella. Está por saber si esa marca personal trascenderá a una experiencia colectiva.

¿Predominará la solidaridad y la generosidad de la gente sanitaria y de las familias que hacen polifonía en los balcones? ó ¿La vigilancia, el orden, el miedo, la mirada recelosa? Hoy, en la realidad, está todo mezclado. Los supermercados con colas interminables, los pequeños comercios del barrio tranquilos

La confinación impuesta y prolongada en nombre de la salud colectiva dicta unas normas escritas por un gobierno que crean dudas, malestares, preguntas, que no encajan, que no cierran perfectamente; de alguna manera a la gente le cuesta dejarse gobernar (y que siga siendo así, aunque la decisión política de cierre contra la arbitrariedad de algunas personas, su pánico y su irresponsabilidad, qué duda cabe de que es necesaria) .

La música en el balcón puede significar ese golpe al pensamiento estanco que necesitamos para que aparezca el «nosotros», en un espacio abierto de participación, una cierta necesidad de comunidad.

El escritor Antonio Scurati dice que esta es la primera experiencia colectiva de los nacidos a principios de los años 70, la primera vez que pueden experimentar el sentimiento de pertenencia a un destino común. Scurati ahonda en la duda en el ¿Qué hacer? ¿Asentir pasivamente a la decisión del gobierno (sea acertada o no)? La experiencia de la obediencia, la comunidad de los obedientes no le parece muy convincente.

Hay quien piensa -antes y después del momento terraza– que la situación que vivimos nos aísla e individualiza. No genera ningún sentido colectivo fuerte. De alguna manera, cada uno se preocupa sólo de su propia supervivencia. La solidaridad consistente en guardar recelosamente las distancias; no es una solidaridad que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa. No se sabe. Estamos en un proceso abierto, escuchemos la música que nos da sosiego y alegría, prestemos atención a los consejos sabios que nos llegan, atendamos a nuestro yo, como nos recomienda Pepe Múgica

Un poco de ejercicio, limpieza, lectura… ¡No voy a derrumbarme por pasar unas semanas encerrado en una casa equipada con todo el confort moderno! Pienso en historias inspiradoras que me den ánimo, valor y ejemplo. ¡Mandela en la cárcel! La lectura y la escritura como forma de vida, como forma de habitar creativamente el tiempo suspendido, como disciplina de la atención. Contra la dispersión, el desánimo,…

Las medidas de excepción decretadas suponen una interrupción radical del sentido de la vida cotidiana: el trabajo, los niños, los vínculos, las logísticas cotidianas, los cuidados, la movilidad… Nos vemos enfrentados abruptamente a mil situaciones nuevas. Es posible intentar seguir una serie de instrucciones y realizar las operaciones que nos permiten adecuarnos a la situación, pero en realidad por todas partes se abren dudas, problemas, preguntas, fisuras. En cada una de esas preguntas y dudas que se abren -¿cómo ocuparme de los míos? ¿Cómo no perder la cabeza? ¿Cómo entender autónomamente lo que pasa? ¿Cómo hacer algo al respecto?- se decide una forma de vida, se vislumbra un mundo.

Hay que pensar e inventar.

La familia de Aiete 43, la música en los balcones, los aplausos de las ocho dirigidos principalmente a los sanitarios -nuestros héroes cotidianos-, aportan una simpática y cariñosa experiencia, una adorable y deliciosa práctica.

Todo el mundo está pensando e inventando hoy, aunque lo que más circule como «pensamiento» sean los artículos de opinión asociados a nombres conocidos.

Ni siquiera la obediencia es obvia estos días. No obedecemos sólo porque lo mande el gobierno o la policía, sino que hemos escuchado también el llamamiento de los trabajadores sanitarios a quedarnos en casa para no multiplicar el contagio, no poner en peligro el sistema de salud y la atención a los más vulnerables. Sin duda los trabajadores sanitarios son estos días el polo de identificación sensible más fuerte, la voz más creíble, seguramente porque están poniendo el cuerpo al extremo, con la vida al descubierto. Y existen mil prácticas más de cuidado, de apoyo mutuo, de autoorganización, de supervivencia, etc. (Como el de los ‘Cuidadores de Aiete’)

¡Salud, reconocimiento y cariño a todas estas personas que nos hacen la ‘vida suficiente’!

(Es una libre interpretación de textos de Amador Fernández-Savater y de otros escritos)

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