La vida ahí fuera

Hoy es el Día Mundial de la Poesía. Se celebra cada 21 de marzo con el propósito de consagrar la palabra esencial y la reflexión sobre nuestro tiempo

Hemos elegido este poema de Gabriel Celaya, de su libro Poemas órficos, 1981

La vida ahí fuera

Esa vida que no es mía y me rodea,
el misterio de la muerte, lo que llamamos la muerte
y el misterio de la vida siempre abierta,
lo que llamamos la vida
en el árbol, en las nubes y en el agua,
y en el viento y en el mundo que es quien es sin ser humano,
y en la inmensa transparencia que no se dice, se muestra
en eso que busqué tanto y ahora encuentro regresando:
La infancia, quizá, la infancia, nuestro final seguro,
nuestro cuento, nuestro canto, nuestra mágica conciencia:
El total de lo sin fin y de la vida abierta.

El 18 marzo de 1911 Gabriel Celaya nacía en Hernani. Perteneciente a la generación literaria de posguerra, fue un destacado poeta del antifranquismo. Comunista, autor de 100 títulos, vivió sus últimos años en una sencilla pensión de la Parte Vieja.

La gente que trabajaba en Herederos de Ramón Mújica en los años 50 le conocieron como el ingeniero bueno, era hijo del dueño. Luego dejó la empresa para integrase en la estética del compromiso. En 1965 escribió unas memorias noveladas tituladas ‘Los buenos negocios’, en las que describía de forma realista una autobiografía de su estirpe. La familia compró toda la edición. Es un libro fuera de la circulación. Menos mal que José Luis López de Lacalle, unos de los fundadores de CC.OO., amigo de Gabriel y asesinado por ETA, conservó uno de los ejemplares

De aquellos años 50 son Lo demás es silencio (1952) y Cantos Iberos (1955), verdaderas biblias de la poesía social. Junto a Eugenio de Nora y Blas de Otero, defiende la idea de una poesía no elitista, al servicio de las mayorías, «para transformar el mundo».

Cantemos como quien respira. Hablemos de lo que cada día nos ocupa. Nada de lo humano debe quedar fuera de nuestra obra. En el poema debe haber barro, con perdón de los poetas poetísimos. La Poesía no es un fin en sí. La Poesía es un instrumento, entre otros, para transformar el mundo”

2 comentarios en “La vida ahí fuera

  1. Federico García Lorca

    Ciudad sin sueño

    No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
    No duerme nadie.
    Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas.
    Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan
    y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas
    al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros.

    No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
    No duerme nadie.
    Hay un muerto en el cementerio más lejano
    que se queja tres años
    porque tiene un paisaje seco en la rodilla;
    y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto
    que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase.

    No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
    Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda
    o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas.
    Pero no hay olvido, ni sueño:
    carne viva. Los besos atan las bocas
    en una maraña de venas recientes
    y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso
    y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros.

    Un día
    los caballos vivirán en las tabernas
    y las hormigas furiosas
    atacarán los cielos amarillos que se refugian en los ojos de las vacas.

    Otro día
    veremos la resurrección de las mariposas disecadas
    y aún andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos
    veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua.
    ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
    A los que guardan todavía huellas de zarpa y aguacero,
    a aquel muchacho que llora porque no sabe la invención del puente
    o a aquel muerto que ya no tiene más que la cabeza y un zapato,
    hay que llevarlos al muro donde iguanas y sierpes esperan,
    donde espera la dentadura del oso,
    donde espera la mano momificada del niño
    y la piel del camello se eriza con un violento escalofrío azul.

    No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
    No duerme nadie.
    Pero si alguien cierra los ojos,
    ¡azotadlo, hijos míos, azotadlo!

    Haya un panorama de ojos abiertos
    y amargas llagas encendidas.

    No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
    Ya lo he dicho.
    No duerme nadie.
    Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes,
    abrid los escotillones para que vea bajo la luna
    las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.

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  2. Edgar Allan Poe:

    El cuervo
    I
    En una noche pavorosa, inquieto
    releía un vetusto mamotreto
    cuando creí escuchar
    un extraño ruido, de repente
    como si alguien tocase suavemente
    a mi puerta: «Visita impertinente
    es, dije y nada más » .
    II
    ¡Ah! me acuerdo muy bien; era en invierno
    e impaciente medía el tiempo eterno
    cansado de buscar
    en los libros la calma bienhechora
    al dolor de mi muerta Leonora
    que habita con los ángeles ahora
    ¡para siempre jamás!
    III
    Sentí el sedeño y crujidor y elástico
    rozar de las cortinas, un fantástico
    terror, como jamás
    sentido había y quise aquel ruido
    explicando, mi espíritu oprimido
    calmar por fin: «Un viajero perdido
    es, dije y nada más ».
    IV
    Ya sintiendo más calma: «Caballero
    exclamé, o dama, suplicaros quiero
    os sirváis excusar
    mas mi atención no estaba bien despierta
    y fue vuestra llamada tan incierta…»
    Abrí entonces de par en par la puerta:
    tinieblas nada más.
    V
    Miro al espacio, exploro la tiniebla
    y siento entonces que mi mente puebla
    turba de ideas cual
    ningún otro mortal las tuvo antes
    y escucho con oídos anhelantes
    «Leonora » unas voces susurrantes
    murmurar nada más.
    VI
    Vuelvo a mi estancia con pavor secreto
    y a escuchar torno pálido e inquieto
    más fuerte golpear;
    «algo, me digo, toca en mi ventana,
    comprender quiero la señal arcana
    y calmar esta angustia sobrehumana »:
    ¡el viento y nada más!
    VII
    Y la ventana abrí: revolcando
    vi entonces un cuervo venerando
    como ave de otra edad;
    sin mayor ceremonia entró en mis salas
    con gesto señorial y negras alas
    y sobre un busto, en el dintel, de Palas
    posóse y nada más.
    VIII
    Miro al pájaro negro, sonriente
    ante su grave y serio continente
    y le comienzo a hablar,
    no sin un dejo de intención irónica:
    «Oh cuervo, oh venerable ave anacrónica,
    ¿cuál es tu nombre en la región plutónica? »
    Dijo el cuervo: «Jamás ».
    IX
    En este caso al par grotesco y raro
    maravilléme al escuchar tan claro
    tal nombre pronunciar
    y debo confesar que sentí susto
    pues ante nadie, creo, tuvo el gusto
    de un cuervo ver, posado sobre un busto
    con tal nombre: «Jamás ».
    X
    Cual si hubiese vertido en ese acento
    el alma, calló el ave y ni un momento
    las plumas movió ya,
    «otros de mí han huido y se me alcanza
    que él partirá mañana sin tardanza
    como me ha abandonado la esperanza »;
    dijo el cuervo: «¡Jamás! »
    XI
    Una respuesta al escuchar tan neta
    me dije, no sin inquietud secreta,
    «Es esto nada más.
    Cuanto aprendió de un amo infortunado,
    a quien tenaz ha perseguido el hado
    y por solo estribillo ha conservado
    ¡ese jamás, jamás! »
    XII
    Rodé mi asiento hasta quedar enfrente
    de la puerta, del busto y del vidente
    cuervo y entonces ya
    reclinado en la blanda sedería
    en ensueños fantásticos me hundía,
    pensando siempre que decir querría
    aquel jamás, jamás.
    XIII
    Largo tiempo quedéme así en reposo
    aquel extraño pájaro ominoso
    mirando sin cesar,
    ocupaba el diván de terciopelo
    do juntos nos sentamos y en mi duelo
    pensaba que Ella, nunca en este suelo
    lo ocuparía más.
    XIV
    Entonces parecióme el aire denso
    con el aroma de quemado incienso
    de un invisible altar;
    y escucho voces repetir fervientes:
    «Olvida a Leonor, bebe el nepenthes
    bebe el olvido en sus letales fuentes »;
    dijo el cuervo: «¡Jamás! »
    XV
    «Profeta, dije, augur de otras edades
    que arrojaron las negras tempestades
    aquí para mi mal,
    huésped de esta morada de tristura,
    dí, fosco engendro de la noche oscura,
    si un bálsamo habrá al fin a mi amargura »:
    dijo el cuervo: «¡Jamás! »
    XVI
    «Profeta, dije, o diablo, infausto cuervo
    por Dios, por mí, por mi dolor acerbo,
    por tu poder fatal
    dime si alguna vez a Leonora
    volveré a ver en la eternal aurora
    donde feliz con los querubes mora »;
    dijo el cuervo: «¡Jamás! »
    XVII
    «Sea tal palabra la postrera
    retorna a la plutónica rivera,»
    grité: «¡No vuelvas más,
    no dejes ni una huella, ni una pluma
    y mi espíritu envuelto en densa bruma
    libra por fin el peso que le abruma! »
    dijo el cuervo: «¡Jamás! »
    XVIII
    Y el cuervo inmóvil, fúnebre y adusto
    sigue siempre de Palas sobre el busto
    y bajo mi fanal,
    proyecta mancha lúgubre en la alfombra
    y su mirada de demonio asombra…
    ¡Ay! ¿Mi alma enlutada de su sombra
    se librará? ¡Jamás!

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