De la banalidad de la clase política británica y sus funestas consecuencias

Con la pedagogía clara y sencilla con la que se expresa, el profesor Jesús Garmendia, fue desgranado, a lo largo de hora y media, la conferencia que había recibido un título muy simple ‘El Brexit’

El salón de actos volvió a saturarse de personas interesadas en este asunto, que en los medios es tratado siempre -como casi todo- desde la perspectiva del sensacionalismo. Lantxabe difundió su conferencia ‘El Brexit’ pero sólo los habituales se hicieron eco. Sin embargo la ciudadanía del barrio y de la ciudad, una vez más, se volcó en la casa de cultura de Aiete.

A Jesús, en su objetivo didáctico, y antes de entrar en ‘El Brexit’, consideró conveniente definir lo que representa la Unión Europea. Una decisión acertada, porque fue la forma de entender el significado de salirse de ella (Bre-Exit).

La Unión Europea es un ejemplo de integración regional, probablemente el más importante que se haya dado nunca. Y desde este punto de vista, los procesos de integración tienen más aspectos positivos que negativos.

Jesús subrayó las ventajas para el comercio internacional. Continuó explicando que se fomenta la especialización en cada región europea, apostando por aquellos sectores en los que cada región está más dotada. Ello va a contribuir a una producción mayor y de mejor calidad, y a un aumento de la productividad. Esta compostura se aplica también en cada zona económica de cada país, por ejemplo para España o, más allá, para los propios territorios históricos vascos.

Por resumir mucho su amena charla, Jesús, profesor de economía, nos explicó que con la Unión Eusuropa, se han reducido los costes administrativos y burocráticos en las fronteras. Las aduanas no suponen un aumento de los costes al pagar los aranceles. Se han eliminado una serie de trabas burocráticas que lastran el comercio internacional. Y al suprimirse las aduanas en la Unión Europea el comercio fluye con mayor facilidad. Por no hablar de la libre circulación de las personas que ahora nos parece tan normal o el sencillo uso del euro por la zona de la moneda (no incluye el Reino Unido como se sabe)

Se favorecen las economías de escala. La Unión Europea en su conjunto tiene un mercado de casi 500 millones de habitantes. La U. E. supone un área de integración regional que favorece los acuerdos de cooperación entre los países miembros.

La moneda única elimina los riesgos de tipo de cambio: la unión monetaria favorece que las empresas se radiquen en cualquier país de la zona euro sin temor a perder beneficios por el efecto de las devaluaciones.

La zona euro obliga a los países que la integran a adoptar una mayor disciplina en el campo económico: los estados que forman parte de la moneda única deben presentar unos indicadores económicos equilibrados.

La Unión Europea supone, en muchos campos, la armonización de las legislaciones nacionales. Ello conduce, con frecuencia, a adoptar los modelos más evolucionados en las materias en las que se unifica la legislación (educación, fiscalidad, finanzas…)

La Unión Europea fortalece la posición de las naciones que la componen en el terreno internacional. Negociar con la Unión Europea supone negociar con la mayor potencia económica del mundo.

La libre circulación de personas favorece la movilidad de los ciudadanos de la Unión Europea: Pueden viajar con mayor facilidad entre los países miembros. -En este aspecto los de Lantxabe tenemos una muy larga experiencia- Ello no sólo supone una ventaja en el terreno cultural o lúdico, también aumenta las posibilidades de formación.

Se favorece el mercado de trabajo: los trabajadores pueden desplazarse a aquellos países donde existan ofertas.

Todas estas ventajas desparecen en el Reino Unido con el Brexit

Y cada día que pasa nos acercamos más al momento clave en el que Reino Unido tomará la decisión más importante que ha tomado en las últimas décadas: la fecha, salvo aplazamiento es el 29 de marzo. Y el periodo de transición, salvo aplazamiento, termina el 31 de diciembre de 2020

En el debate se dijo que en el reino Unido siempre han habido un importante número de ciudadanos reticentes a formar parte de la Unión Europea y únicamente accedieron a tal suceso cuando no tenían otro remedio y la presión inflacionista y comercial les empujó a hacerlo y, ni siquiera en ese momento, lo hicieron de forma plena. De hecho ya hubo un primer referéndum para ratificar la entrada en la Unión Aduanera, que no monetaria, con Harold Wilson

La salida de la Unión Aduanera representa para el Reino Unido volver a los aranceles, pérdidas de las ventajas comerciales por formar parte de Europa a la hora de adquirir productos, pérdida de clientes por esta misma razón y muchas otras razones que Jesús fue describiendo, y que le llevaron al final de su conferencia a la conclusión de la falta de responsabilidad de los responsable políticos de la ciudadanía británica.

Con el Brexit, pierde Europa, pero sobre todo pierde Reino Unido

El profesor comentaba que con el Brexit muchas empresas de Reino Unido decidirán seguir formando parte de Europa y no querrán una independencia del viejo continente, lo que dará pie a que estas empresas decidan buscar sede fiscal y física en otro lugar, y seguir formando parte del viejo continente en todos los sentidos y “beneficiándose” así de las ventajas que tiene formar parte de Europa. Las pérdidas que esto le supondría a Reino Unido serían abismales y, por supuesto, difícilmente recuperables con los beneficios que le supondría estar fuera.

Por el contrario si esas empresas salen de Reino Unido y van a otros países, esos países se beneficiarán de ello, ganando capitalización, comercio, beneficios fiscales, consumo, empleo, impuestos, y muchísimos más puntos.

Garmendia no considera importante que al no tener algunas de las restricciones impuestas por la Unión Europea, le resulten fáciles acuerdos de libre comercio con países de fuera de Europa (EEUU, China?)

Finalmente el conferenciante describió el peor de los escenarios para el Reino Unido: Un Brexit sin acuerdo (lo que se está llamando un Brexit duro). La salida no amistosa, significa un corte en las relaciones comerciales, en el intercambio de bienes, de trabajadores, de servicios, de acuerdos, etc.

Regreso a las aduanas, colapso de tráfico

Problemas de abastecimiento

Encarecimiento de los intercambios

Incertidumbres diversas, inmingrantes, contratos en vigor

Esto sería claramente negativo para ambas partes, pero sobre todo para Reino Unido.

Pero además queda por resolver el ‘Problema con la frontera irlandesa’ (En este asunto Garmendia entró en importantes detalles)

El propio referéndum sobre ‘El Brexit’ presenta la particularidad de que en Escocia se votó por permanecer en la UE un 68% y en Irlanda del norte el 56 %. ‘El Brexit’ es una bomba de relojería en estas dos naciones británicas,

Y finalizó su charla con estas dos transparencias

La primera habla por si sola

La segunda es el timo de las campañas y promesas electorales: en esta transparencia se afirma que, con la salida de Europea, llegará el reino de los cielos al Reino Unido.

2 comentarios en “De la banalidad de la clase política británica y sus funestas consecuencias

  1. Josean Cabrera

    Estimado Félix sólo una observación , convendría rectificar lose que el mercado de la UE abarca a “medio millón de habitantes” querías decir cerca de medio billón ? Los ciudadanos europeos se acercan a los 500 millones de habitantes,

    Gracias por el buen resumen, estuve de viaje de trabajo, desgraciadamente.
    Un cordial saludo

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  2. NICOLÁS SARTORIUS

    La coyunda de las derechas
    La unidad y la salud de la democracia dependerá de que coloquemos la agenda social en el centro de la política
    El voto mancomunado de todas las derechas nacionalistas tumbó los Presupuestos Generales del Estado más sociales de los últimos tiempos. Curiosamente, todos los voceros de los partidos coaligados salieron en tromba, de inmediato, a decir que la culpa la tuvo el Gobierno por plegarse a las apetencias o amenazas de alguna de esas mismas derechas. El cinismo y la manipulación de nuestra vida pública está alcanzando cimas insuperables. No se crean que el voto positivo del PDeCAT o de Esquerra a las enmiendas de todos los demás grupos y viceversa se debió a la oposición del Gobierno a conceder una serie de apetencias “menores” de los grupos independentistas que, según el inidóneo president Torra, consistían simplemente en negociar el derecho de autodeterminación, terminar con la “represión” —se supone que con la del juicio que se sigue en el Tribunal Supremo—, o admitir la intervención de un relator o mediador extranjero en las conversaciones entre partes. No, la razón de fondo para cargarse el susodicho Presupuesto fue que el dúo Puigdemont / Torra, genuinos representantes de una derecha catalana radicalizada y montaraz, no estaba de acuerdo con el contenido social de ese programa y, sobre todo, deseaban evitar por todos los medios a su alcance, al igual que la derecha española, que el centro de gravedad del debate emigrase de las cuestiones identitarias (quién tiene la bandera más grande, etcétera) a los problemas reales y acuciantes que padece el personal sufridor, sea cual fuere el lugar que el destino les haya ubicado. Porque a esa derecha rompedora le habrían crujido el relato victimista unas cuentas del Estado beneficiosas para los catalanes y para el conjunto de españoles. Y se les abrían las carnes al pensar que tenían que estar hasta 2020 apoyando a un Gobierno de izquierdas cuyas medidas no compartían. Conviene recordar que el iniciador de los recortes sociales más duros fue el Gobierno de Convergencia del señor Mas, cuando se entendía con el PP del señor Rajoy, ambos partidos incursos en multitud de casos de variopintas corruptelas, hasta el punto de que el primero decidió que era conveniente cambiar hasta el nombre de la agrupación. Un partido que había tenido a un líder histórico que salió rana cuando reconoció que tenía fondos no declarados en el extranjero. Políticas antisociales —reforma laboral— y corruptelas que son inocultables por mucha fantasmagórica república catalana que se enarbole con el fin de engatusar a sectores progres desinformados o cortos de memoria.

    Parece pues que la moción de censura fue un gol que le metieron al prófugo de Waterloo por parte de los que, en el seno del independentismo, se resisten a la nefasta máxima de “cuanto peor, mejor” que, de momento, se está imponiendo. Y venció porque, una vez descabalgado el PP del Gobierno y olvidando que se trataba de una moción de censura constructiva, quizá pensaron que podían forzar a un PSOE, parlamentariamente débil, a hacer algunas concesiones de las exigidas por el señor Torra que, como todo el mundo sabe, no están en manos de ningún Gobierno conceder. Las 21 condiciones —más lesivas que las famosas de Lenin— que llevó el president vicario a La Moncloa eran, por lo visto, un adelanto. En esas circunstancias, siempre cabía la esperanza de un desmarque de ERC, ante unas propuestas presupuestarias tan sociales, pero resultaba ingenuo pensar en esta posibilidad en el ambiente creado por el juicio ante el Tribunal Supremo y ante la amenaza, tan en boga en los últimos tiempos, de ser acusado de traidor a alguna de las “patrias” en liza. Además, ¿dónde habría quedado el discurso de que España está sumida en un régimen represor, lleno de adherencias franquistas, en el que se violan todos los días los derechos humanos, si se hubiesen aprobado unos Presupuestos con medidas beneficiosas para la gente?
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    Siempre he pensado que las derechas nacionalistas —ya sean catalanas, españolas o de donde sean— siempre acaban coincidiendo, expresa o tácitamente porque, en el fondo, les une la animadversión a la izquierda y, sobre todo, porque se alimentan y necesitan mutuamente. Cuanto más nacionalismo en Cataluña, más en España y viceversa. El drama es que hemos llegado a un punto en el que las derechas españolas y catalanas entienden que les puede ir mejor, en unas elecciones, el enfrentamiento que un posible acuerdo. Por eso, si en las próximas elecciones del 28 de abril ganan las derechas, de uno y otro lado, tendremos la confrontación asegurada y entonces sí que se pondrá en riesgo la unidad del país. Porque la unidad y la salud de la democracia, en España y en Europa, dependerá de que derrotemos a todo tipo de nacionalismos y coloquemos la agenda social en el centro de la política. Esto es lo que nos jugamos en las próximas elecciones, o la guerra de las banderas o un avance en la cohesión social y territorial.

    Nicolás Sartorius es ensayista y preside el consejo asesor de la Fundación Alternativas. Su último libro es La manipulación del lenguaje. Breve ensayo de los engaños (Espasa).
    Hace un par de años dio una charla en la casa de cultura sobre Europa

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