A los caminantes de Lantxabe se les apareció un Baltasar de tez blanca

Fue un día de San Fermín del 2017; el peregrinaje de Lantxabe visitaba los monumentos paleocristianos de Rávena y sus deslumbrantes mosaicos.

Uno de los ocho santuarios admirados fue la Basílica de San Apolinar el Nuevo, inicialmente consagrado para el culto arriano y posteriormente al católico (año 540)

La parte más alta del templo está decorada con una serie de recuadros alternados que presentan escenas de la vida de Cristo con especial cuidado de los detalles y, aunque lejana, se puede ver (reproducimos la foto obtenida por uno de los viajeros) la imagen de los sabios de Oriente. En ella aparecen Balthassar, Melchior y Gaspar, tres figuras a pie que llevan los presentes al Niño. Melchor se representa como el más joven; Gaspar, el anciano con barba blanca y Baltasar con barba castaña… y tez blanca.

«Las tres figuras han variado a lo largo del tiempo en cuanto a su edad y aspecto, pero indudablemente ha sido la de Baltasar la que más transformaciones ha sufrido», apunta Sonsoles Nieto. Al final del gótico resulta ser de raza negra, quizá de procedencia etíope y así lo interpretan las obras pictóricas o escultóricas del siglo XV. «Debió ir en consonancia con la corriente más cosmopolita o universal que caracterizó el final de la Edad Media», explica la profesora de la Escuela de Arte de Sevilla.

De aquel viaje por el Norte de Italia y por la Emilia-Romaña, Rávena es la ciudad más babilónica, más fascinante. Sus coloridos mosaicos son como una quimera, como un ensueño. En un pañuelo se encuentran, entre otras, estas tres joyas imposibles, la basílica de San Vital (con planta octogonal), la referida basílica de San Apolinar el Nuevo y el mausoleo de Gala Placidia (con planta con forma de cruz).

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