El Buen Juicio de Mari Jose Noain


Las personas asistentes a la charla sobre la GRECIA ANTIGUA se vieron involucrados, implicados, envueltos desde el primer momento, en la conferencia de Mari Jose Noain. La ponente empezó su charla proyectando en la pantalla una foto del cuadro ‘Juicio de Paris’, de Peter Paul Rubens
¿Que tiene que ver este pintor exuberante y sensual del barroco, con la Grecia Antigua?
Mari Jose nos atrapó en la descripción y antecedentes de esta pintura, y cuando ya estábamos enredados, inició su viaje a la Grecia que vamos a visitar
La irundarra, siguiendo la primera parte, la desencadenante, de la guerra de Troya, sitúa la escena del cuadro en la boda entre el griego Peleo, rey de los mirmidones, y la nereida Tetis, a la que habían sido invitados tanto los reyes más importantes de la Hélade como los mismísimos dioses. A todos excepto a Eris, la diosa de la Discordia, pues se temía que estropease la celebración por su difícil carácter. Molesta, porque la habían dejado de lado, se presentó en medio del banquete y lanzó en medio de la sala una manzana de oro donde había escrito: «para la más hermosa». Inmediatamente tres diosas reclamaron la manzana: Hera, Atenea y Afrodita, iniciándose una fuerte discusión. Eris había logrado su objetivo, vengarse sembrando la discordia entre los invitados. (Ahora sabemos de dónde viene la expresión ‘manzana de la disordia’). Finalmente Zeus se vio obligado a intervenir nombrando a un juez para que dilucidara quién de las tres diosas era la más hermosa. El elegido fue el príncipe Paris, hijo del rey Príamo de Troya, puesto que vivía aislado, siempre en el campo como un simple pastor, y por tanto la elección que hiciese sería completamente inocente.
La escena que Mari Jose nos está proyectando en pantalla, la del pintor Rubens, muestra el momento en que Paris, informado por Hermes de la tarea que Zeus le ha encargado, observa detenidamente a las diosas, tratando de juzgar a quién debía corresponder la manzana. Las tres divinidades se muestran desnudas para demostrar su espléndida belleza. Según algunas versiones del mito, cada diosa intentó sobornar al joven juez: Hera le ofreció convertirle en un poderoso rey, Atenea le ofreció dotarle de una gran inteligencia, mientras que Afrodita le ofreció el amor de la mujer que más desease. Paris optó por conceder la manzana de oro a Afrodita, puesto que su oferta de amor era la que más le interesaba, y no las de poder ni inteligencia.
Atenea, situada a la izquierda, en el cuadro, es reconocible por la armadura que reposa a sus pies. La diosa Hera, a la derecha, aparece representada junto a su característico pavo real. Afrodita, en el centro de las tres, está junto a su hijo Eros (Cupido para los romanos) armado con su arco y sus flechas.
El príncipe Paris como buen pastor, acompañado de un fiel lebrel, en su mano descansa el callado con el que guía a sus ovejas. En su otra mano porta la manzana de oro.
Mari Jose no se entretiene en describirnos el cuadro, la viveza de color, de clara influencia de Tiziano o el moldeado de los cuerpos, herencia de Miguel Ángel; el objetivo de la conferenciante es poner en evidencia la vigencia de la mitología griega y de Grecia a lo largo del tiempo, y embelesarnos con el cuadro, cosà que logra.
La mujer elegida por Paris es Helena de Grecia, la más bella del mundo, pero Helena estaba casada con Menelao, hermano de Agamenón, ambos hijos de Atreo.
Agamenón era rey de Micenas, conquistó Sición y se convirtió en el príncipe más poderoso de Grecia. Así que, continua Mari Jose como si se tratara de un chascarrillo de la prensa del corazón de la época, cuando Paris, hijo de Príamo, se lleva a Helena hasta su ciudad, Troya -que induce a error en llamar a Helana como de Troya- todos los caudillos aqueos fueron convocados para organizar un ataque contra Troya. Es la guerra relatada en La Ilíada, atribuida a Homero.
El príncipe Paris no secuestra a Helena, ella, enamorada, voluntariamante, le acompaña a Troya. Melenao de Esparta y Micenas, que es su marido, convocó a los griegos y emprendieron la guerra contra los troyanos, contienda que duraría diez años y que terminaría con la destrucción de Troya.
Pues bien, tampoco Troya fue objeto de la conferencia de Mari Jose, actualmente en teritorio de Turquia; el cuadro de Rubens sirvió de excusa a la ponente para conferenciar de manera amena, sencilla y elocuente, de Micenas, del túmulo que se dice -aunque existan dudas al respecto- de Atreo o de la puerta de los leones (¿leonas?) en Micenas, de Delfos (el oráculo, la serpiente pitón, la pitonisa), de la máscara de ‘Agamenon’, del palacio ‘Nestor’, de Tirinto, Corinto y Acrocorinto, de Olimpia, Epidauro -tenemos una réplica en el Bosque de Miarmon- de los Kuros y las Kore, de Hermes, Dionisos y Praxíteles, y de Atenas, de la Acrópolis, pero no sólo de este maravillos conjunto arqueológico.
La gente chispeaba feliz cuando abandona la casa de cultura; era la primera de las tardes floridas de esta primavera. Tertulias hubo que prologaron hasta avanzada la noche.

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