La primavera en Grecia, con Mari Jose Noain

Delfos, Olimpia, Epidauro, Corinto y Atenas, entre otros hitos de la cultura griega antigua,  están en la agenda de Lantxabe que  «añade» buen tiempo, precios moderados y, por la veteranía que dan los viajes anteriores, diversión garantizada
El mes de las flores es un buen momento  para disfrutar del riquísimo patrimonio histórico-arqueológico de Grecia y de la diversidad de sus paisajes,  viajar en  primavera es muy cómodo y reconfortante; sin calores agobiantes, sin aglomeraciones y, además, con el apoyo de Mari Jose Noain y la compañía de este divertido grupo encabezado por Lola Arrieta. En el Ciclo hablamos todo el año de literatura y cine, este trimestre ha sido elegido como el de la Grecia antigua y de la Grecia actual

El viaje va a ser una magnífica ocasión para recibir (con ayuda de Mari Jose) una amena y práctica clase de historia, filosofía, literatura y mitología.
Las y los viajeros podrán extasiarse ante la escultura del Hermes de Praxíteles del museo de Olimpia, y visitarán la puerta de los Leones y los círculos de tumbas de Micenas…
La mitología griega es rica y variada, excitante, novelesca, cercana a nuestra cultura. Se suele recomendar que antes de partir se lea a Robert Graves y su obra ‘Los mitos griegos’ (Ariel), guía de referencia para seguir las andanzas y amores turbulentos de Zeus (propias de un Casanova sin escrúpulos), de toda su parentela y de la retahíla de dioses, ‘diosecillos» y héroes dominados hasta el paroxismo por pasiones extremadamente humanas. Así se explican las ruinas de Delfos, Olimpia o Micenas, que los peregrinos verán con los ojos de la imaginación.
El equipaje bibliográfico del viaje puede completarse con el volumen ‘Los griegos’, de la Historia Universal de Isaac Asimov (Alianza), un monumento a la capacidad divulgadora; la Guía Verde Michelin, y la Antología del cuento griego (Alfaguara), una selección de relatos breves de los siglos XIX y XX recogidos y traducidos por Natividad Gálvez.
Pero Grecia, el viaje a Grecia, es más que arqueología, mitología y otras formas de cultura. Es, también, paisaje, carácter, forma de vida, gastronomía y un exotismo que debe mucho a la influencia otomana y a su ubicación geográfica en el Mediterráneo oriental. Tiene 130.000 kilómetros cuadrados (cuatro veces menos que España) y 11 millones de habitantes. (De la situación económica, política y social nos habló Jesús Garmendia en una documentada charla )
El viaje de 13 días incluye lo fundamental del sur del Peloponeso y la zona norte continental de Grecia: Meteora  (nombre que significa algo así como «suspendido en el aire»), un bosque de imponentes peñascos, entre los que se abren camino el río Peneo y sus afluentes. En las cimas de estos singulares monumentos naturales, casi desafiando la ley de la gravedad, se erigen monasterios medievales con rica decoración de frescos que heredan la tradición de los anacoretas que vivieron en las cavernas de la zona tan atrás en el tiempo como el siglo XI. Para encontrar algo parecido por este lado del mapamundi hay que irse hasta Petra (en Jordania) o Capadocia (en Turquía).
En la visita, entre otros monasterios, están los de Varlaam (que ofrece el mejor conjunto de frescos del complejo) y el Gran Meteoro, erguido sobre una mole granítica de más de 500 metros de altura.
Este viaje se disfrutará también, en el golfo de Corinto, del monasterio de Osios Lukás y la mítica Delfos, encajada a la sombra de un farallón rocoso de 300 metros de altura. Allí se ubica el ónfalo, una piedra de aspecto glándico considerada por los antiguos griegos el centro del mundo. La mitología tiene entre sus más hermosas fábulas la que presenta a Zeus, rey de dioses, enviando a sus dos águilas predilectas a sobrevolar su imperio terrenal, y asegura que las dos aves se detuvieron poco después de dejar bajo sus alas el monte Parnaso justo en este punto.
A unos pasos se yerguen aún desafiantes un puñado de columnas del templo de Apolo, que acogía a un oráculo infalible pero peligrosamente ambiguo, que confundía con frecuencia con sus predicciones a quienes querían sacar partido para sus empeños guerreros. En el museo situado junto a las ruinas es obligado admirar el espléndido auriga de bronce.
El Peloponeso fue un día una península, pero hoy, cortada al oeste por el canal de Corinto, es una isla a la que, desde el este, no lejos de Delfos, se puede acceder por el mayor puente colgante del mundo. Es una isla-museo. Incluso en un país donde debajo de cada piedra hay huellas de una batalla o un mito, el Peloponeso es de una riqueza histórica y arqueológica deslumbradora. El periplo incluye sus puntos fuertes: Olimpia (donde aún se enciende cada cuatro años la llama de los Juegos que allí nacieron en el siglo VIII antes de Cristo), Mistra (con su rosario de iglesias y monasterios bizantinos junto a la antigua Esparta), Nauplia (hermosa localidad costera que fue, en 1929, la primera capital de la Grecia independiente moderna), Micenas (donde reinó Agamenón, esposo de Helena de Troya; cuna de personajes de las tragedias de Esquilo; el lugar en el que el arqueólogo Heinrich Schliemann descubrió un prodigioso tesoro); Epidauro (con el teatro mejor conservado de la antigüedad), y Corinto, donde el tiempo salvó algunas columnas del templo de Apolo y en cuyo libro de visitas hay anotaciones de viajeros que acudieron porque allí predicó san Pablo.
Antes de salir del Peloponeso enfilando a la capital Atenas el viaje se para para contemplar el canal de Corinto, entre paredes de 80 metros de alto, excavado en la roca. No apto para quien padezca de vértigo.
En mayo, en fin, es posible disfrutar a ritmo lento de pequeños restaurantes con precios moderados (entre 50 y 80 euros para cuatro personas), de una Grecia más sosegada
Basado en un trabajo de Luis Matias López

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