Un baño de bosque

No sería muy raro que en futuro no muy lejano fuéramos al médico y este nos prescribiera paseos por el campo. Es probable que este tratamiento fuera para bajar la presión sanguínea, para combatir el estrés o como ayuda, si estamos luchando contra el cáncer. Sin medicinas ni coste alguno a la Seguridad Social.
El Bosque de Miramón facilita estar en la naturaleza con los cinco sentidos, un “baño de bosque”.

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El paseo de la mañana del domingo por un entorno natural, atendiendo al olor de la hierba, de la menta entre los imponente robles de Errotatxo, de las diversas especies arbóreas, de toda la gama de colores verdes y texturas que el entorno nos ofrece y, sobretodo, de los cantos de los pájaros, sus nidos y refugios. Y el paseo, el largo y bendito paseo, de más de tres entretenidas horas.
Sólo nos faltó un caldito al regreso en Katxola, recogiendo los bártulos, preparando la despedida hasta una prósima visita; nos faltó el sentido del gusto para que el quinto de ellos participe también de esta experiencia.

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Se apagaron los móviles, no se llevaba cascos, apenas se hablaba siguiendo al experto y didáctico guía Iñaki Jaurauta. La atención del grupo estaba centrada en el entorno, en los nidos, en el canto y el encanto de los pájaros
Tenemos la sensación de ser pioneros en esta práctica de ‘baño en el bosque’.
Las gentes de Lantxabe, los amigos de Miramón, planean que en poco tiempo esta experiencia se convertirá en algo cotidiano; contarán con un amplio apoyo informativo y unos paseos en la naturaleza especialmente cuidados para que los estresados donostiarras puedan descansar haciendo un sano ejercicio. ¡Ojalá el Parque Tecnológico asuma que estos paseos y este Bosque es muy importante para sus trabajadores, para sus ejecutivos o para la ampliación de sus negocios!
Está demostrado, con estudios científicos, el impacto positivo que un simple paseo al aire libre puede hacer en nuestra salud.
Los ‘pisones’ del tolare de Katxola proceden de la madera de los inmensos bosque de Finlandia, allí también se muestran interesados en profundizar en el impacto que los árboles y las plantas tienen en la salud física y psicológica.

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El ser humano ha estado la mayor parte de su vida evolutiva en contacto con la naturaleza y es allí donde se siente más cómodo y a gusto, durante nuestra evolución como especie hemos estado el 99,9 % de nuestro tiempo en entornos naturales. Los sentimientos de bienestar y confort que experimentamos están casi siempre relacionados con estos entornos

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Se ha demostrado que entre los que frecuentan los bosques la hormona cortisol desciende en un 12,4 %, al igual que la actividad del nervio simpático, en un 7%, y la presión sanguínea, que baja una media de 1.4%, y la media de infartos de un 5,8 %. Los participantes en estas experiencias se encuentran con mejor ánimo y menor ansiedad. Esa era el sentimiento de felicidad los 40-50 ‘mendigoizales’ que recorrieron los caminos del Bosque, el espíritu de descubridores solidarios.
¿Qué hacemos generalmente los donostiarras cuando hemos acabado nuestras faenas diarias y queremos desconectar? Generalmente ver la tele, las redes sociales o wasapear, en una palabra, fijar la mirada en una pantalla. Muy mala idea. Esta tonta costumbre nos hace más agresivos, narcisistas, superficiales, distraídos, ansiosos y depresivos, según se desprende del libro ‘Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet en nuestras mentes?’ (Taurus, 2011), de Nicholas Carr
¿Qué ocurre cuando se vive en plena ciudad y hay un bosque cerca por el que pasear?

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El Bosque de Miramon es un maravilloso oasis de la naturaleza en plena ciudad; andar por sus caminos y senderos provoca una gran dicha. El domingo por la mañana había donostiarras en cada rincón del paseo, sin prisa, sin agobio, con simpatía.
Amiga, amigo lector, ya sabe, en la próxima visita al Bosque de Miramon cambie la pantalla por la vida real y experimente la belleza que hay en nuestro jardín natural, en sus robles, hayas, pinos, avellanos, acacias, manzanos y otros, en sus pájaros, en sus erizos, en sus ardillas, en sus errekas, en la progundidad de sus pequeños valles, en las hoja que caen en otoño, con sus colores intensos y oxidados o en una hormiga que traslada, sin apenas esfuerzo, una ramita mucho más grande que ella.
Mejor todavía, no espere a que nadie organice nada y disfrute usted por si misma o por si mismo. Si lo prefiere, la gente de Katxola se ofrece a acompañarle.

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