Tenemos uno de los paneles que figurarán en el ambulatorio

La gente del barrio, cuando tiene oportunidad, y no se siente invasiva, nos pregunta por el ambulatorio.

Y les repetimos

Nuestra modesta perplejidad por no saber nada.

Nuestro asombro de que habiendo estando todo aprobado y presupuestado -para los años 2016 y 17- el proyecto esté en sala de espera, como el panel del dibujo.

Nuestro desconcierto porque ayuntamiento y gobierno vasco, han ido de la mano con la vecindad, para que el centro de salud estuviera terminado lo antes posible, y ahora estén desaparecidos.

Nuestra escepticismo como consecuencia de que el ambulatorio fue utilizado por los partidos hoy en el gobierno, como arma arrojadiza contra el gobierno municipal anterior, y ahora hayan bloqueado su construcción.

Nuestra decepción porque el pleno municipal se convierta ahora en un foro de mociones y reproches pero sin que la oposición lleve el asunto al parlamento vasco que es quien ahora tiene la pelota en su tejado. Y mientras nadie parece estar interesado ni por el proyecto, ni por su situación en los actuales presupuestos.

Nuestro pasmo porque el gobierno municipal haya tenido en su mesa once mesas paralizada la cesión de la parcela municipal a patrimonio (gobierno vasco), cuando los vecinos de Pº de Aiete 41 y 43, entregaron dicha parcela sin pleitear por sus derechos

Nuestra desorientación sobre qué hacer

Nuestra duda sobre si nosotros mismos no hemos caído en la indecisión, la vacilación, la incertidumbre, sobre la viabilidad del centro de salud en Aiete. Sentimos temor de habernos equivocado en la confianza depositada en los compromisos del gobierno vasco, ante la advertencia de algunos convecinos que nos llamaban la atención respecto a la verdadera intención de Osakidetza sobre el ambulatorio en Aiete.

En suma participamos del desconcierto de todos.

4 comentarios en “Tenemos uno de los paneles que figurarán en el ambulatorio

  1. Cuando médico y paciente no se entienden

     La relación entre médico y paciente se basa habitualmente en una conversación que sostienen dos personas con bagajes formativos y culturales por lo común dispares; ambas hablan de una misma enfermedad o de un mismo asunto, pero se expresan en registros lingüísticos muy desiguales. Siempre me ha admirado que en la mayor parte de los casos consigan entenderse más o menos bien, sin apenas malentendidos. Pero haberlos haylos.
    Tras ejercer la medicina durante treinta años en la provincia de Santiago, en la República Dominicana, nuestro colega Pedro Mendoza escribió un libro titulado Crónica de acciones curiosas de los enfermos (2008), en el que repasa cuarenta anécdotas reales, generalmente basadas en ocurrencias verbales de cuarenta de sus pacientes.
    La que da comienzo al libro, por ejemplo, es impresionante. Acude al consultorio un varón analfabeto de 55 años a quien en la última consulta recetó un antiretrovíricos para el sida. Pero dice que no lo está tomando porque cuando su esposa le leyó el prospecto de envase, una advertencia decía: «No debe usarse en caso de embarazo de menos de 12 semanas a menos que sea bajo estricta vigilancia médica». Las dudas que plantea el paciente no tienen desperdicio: «¿Cómo iba yo a quedar preñao sin ser pájaro*, y menos después de viejo? Además, si no estoy preñao, ¿por qué me indicó una medicina que ni las mujeres preñás la pueden beber? Es por eso por lo que no tomé nada hasta que usted me diga una cosa o la otra; si es sida lo que tengo o si es preñao que estoy».
    No siempre es el enfermo quien entiende mal; también pasa a veces que es el médico quien no entiende a su paciente. En el relato titulado «Fui invitado a comerme una pollita», explica Mendoza que en la República Dominicana, como en todas partes, es frecuente que los enfermos o familiares del entorno rural expresen su agradecimiento al médico con regalos en especie de lo más variopinto. No le extrañó, pues, que doña Emiliana, la madre agradecida de uno de sus pacientes, le hiciera la siguiente invitación a visitarla en su pueblecito de Hatico, a 45 km de distancia:
    —Le guardaré algo que va a chuparse los dedos cuando lo pruebe; vaya, que me lo va a agradecer y yo me sentiré contenta de haberlo complacido.
    —¿Qué me guardará usted, doña Emiliana, tan bueno que me chuparé los dedos?
    —Una pollita criolla que manda madre. Le digo, mi doctor, que se chupará los dedos. No tiene nada de grasa, y en los últimos meses yo misma le he echado maíz. La tengo separa para usted solito.
    El médico nos cuenta su sorpresa cuando un tiempo después fue al pueblo y doña Emiliana le hizo pasar a una habitación donde le esperaba, sentada en la cama, una quinceañera. «Doctor Mendoza, pase; mire la pollita que le ofrecí. Es lo más tierno que conseguí. Está jugosa y suave para disfrutarla como se disfruta un manjar de primera. Le dije que se iba a chupar los dedos y esta pollita está para eso y más». Mendoza nos cuenta que se despidió apresuradamente con un «adiós» y, avergonzado, salió de la casa a todo correr.
    Un colaborador
    24 de Octubre de 2017 

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  2. Baltasar

    Se supone que, los qués y porqués están basados en información fidedigna y son mas que sospechas ,entonces para descartar y aclarar TODO tenemos el derecho de reclamar la mayor transparencia necesaria Y QUE LA MISMA SEA PUBLICA

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