Retorno a Katxola

Las jornadas de puertas abiertas en el caserío Katxola están siendo una oportunidad para que muchas personas que pasean por los Bosques de Miramón o que acuden al anfiteatro o al frontón, o que se acercan a sus inmediaciones; puedan visitar el caserío que, si bien es de una atractiva belleza y clasicismo por fuera, por dentro es una joya; probablemente una de las expresiones artísticas, con más hermosura y delicadeza, representativas del origen rural de Donostia.

El interior del caserío está dotada de unas encantadoras y graciosas galerías dedicada a la elaboración de la sidra, por medios propios de la cultura material de Euska Herria -fusión de los caseríos Munto y Katxola- que, junto a la nitidez y candor del resto de los espacios expositivos, causa la admiración de las visitas.

Las personas que vienen al caserío son de diversa condición: primeros moradores de aquellas charlas menestrales que se vivieron en la primera fase de Katxola, cuando era la “Casa de Cultura de Aiete”; familias del barrio que conocen el caserío, pero vuelven por sus nuevos atractivos desde los paneles dedicados a su ilustre Manuel Matxain, hasta para probar la nueva sidra original que, por sabor, olor, frescura y txispa, nada tiene que envidiar a las mejores de su entorno, lugar privilegiado en la materia; parejas que aprovechan la mañana para hacer un visita al baserri y conocerlo por dentro; cuadrillas que dando un paseo por el Bosque de Miramón, acababan allí su recorrido; pelotaris de pelota a pala que, tras la partida en el frontón, suben al caserío a descansar y beber un vaso de sidra o de agua fresquitas.

El pasado lunes 19, en el caserío se disfrutó de un concierto coral a cargo de la Escuela de Música de Donostia

Pero las jornadas de puertas abiertas no ha sido sólo una oportunidad para los adultos; el miércoles 21, por la mañana, los chavales del Colegio Alemán, estuvieron en el caserío.

Para ellos -como para las otras visitas- se pone en funcionamiento tanto la trituradora de manzana como la prensa; se les mostró cómo se pesaba la manzana en una balanza; cuál parece ser el origen de la txalaparta, y cómo se construía el entramado de vigas en el caserío sin ningún tipo de metal (hasta los clavos son de madera)

Para ellos se ponen en marcha los juegos en los que deslumbró Matxain: la toca y los bolos; pero también el bote, la txalaparta, y la soka-tira…

Unas preciosas jornadas en un paraje encantador.

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