Los manuscritos perdidos del cura rojo

Fue el quinto capítulo de la cuidada conferencia de Sergio Pedrouso.

Una rocambolesca historia, todavía desconocida, para gran parte de los amantes de la música y que, por el contrario, hace todavía más atractiva la figura de este genio del barroco veneciano.

Vivaldi es un músico desconocido. Todos silban las Cuatro estaciones, pero se desconoce que fue sobre todo un compositor de óperas líricas.

Fue empresario teatral de éxito en la Venecia del siglo XVIII hasta convertirse en blanco de los vicios y las virtudes de la sociedad de su época. Fanfarroneba con que había escrito 96 óperas, pero sólo se han encontrado algo más de 40, cosa distinta es su prodigalidad en melodías religiosas y conciertos, pero cuando su música pasó de moda tuvo que dejar Venecia para buscar suerte en Viena.

El compositor veneciano murió pobre y lleno de deudas en la capital de Austria. Corría 1741 y el “cura rojo” -así le llamaban por su pelo- llevaba años lejos de su ciudad, Venecia, donde le habían olvidado después de un ápice de fama. Sus últimos años de vida fueron terribles. Tras su muerte todas las partituras pasaron de mano en mano hasta perderse.

Sergio nos invitó a seguir la pista de la música perdida de Vivaldi. Es una historia que dura 200 años, cuando los manuscritos aparecen en la Biblioteca Nacional de Turín y vuelven a cruzarse otra vez con la historia: el incipiente fascismo en Italia y Benito Mussolini.

El hermano librero de Antonio, Francesco Vivaldi, vende la obra heredada a la saga de los Durazzo. Un desencuentro entre los hermanos Durazzo a cuenta de la herencia de su padre, provoca que la división de la colección en volúmenes pares e impares, siga caminos distintos, uno a Génova y, otro, a una pequeña localidad del norte.

La imagen que nos traslada Sergio -sin decirlo en la charla- es la del desprecio proverbial hacia la cultura. Todos los que tuvieron que ver con los manuscritos o bien los ignoraron o quisieron sólo ganar dinero. Y hoy en día es fácil ver ese mismo desprecio por la cultura. La primera que se sacrifica en los presupuestos.

En el final de la trayectoria secreta de los manuscritos de Vivladi juega un papel protagonista el poeta filofascista Ezra Pound, que mueve los muchos hilos a su alcance en el Gobierno de Mussolini para que los volúmenes se trasladen de Turín a la capital Roma con la despreciable idea de que «si existe un eje Roma-Berlín, ¡entonces tiene que existir también un eje Vivaldi-Bach!».

En realidad la recuperación de los manuscritos de Vivaldi, se debe a Alberto Gentili, musicólogo y compositor -amigo de Richard Strauss-, en un esfuerzo conjunto con su colega Luigi Torri, director de la Biblioteca Nacional de Turín.

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