El Valle de los Caídos como imagen y semejanza de los campos de exterminio nazis.

La memoria no tiene que ver con el pasado, sino con el futuro. Y las generaciones futuras tienen derecho a que preservemos su patrimonio, a enjuiciar la figura del dictador en función también de la imagen que él quiso legar a la posteridad. Nuestros nietos deben contemplar ese mausoleo, aprender que lo levantaron trabajadores esclavos cuya explotación enriqueció a empresas privadas que dominarían la economía nacional durante décadas, conocer el dinero que costó mientras sus abuelos se morían literalmente de hambre o de enfermedades, erradicadas antes de la guerra y que sólo resucitaron y prosperaron gracias a la espantosa miseria que sembraron por toda España.

El Valle de los Caídos debe convertirse en un lugar de memoria consagrado a la figura y la obra del sanguinario caudillo, a imagen y semejanza de la preservación de los campos de exterminio nazis.

A partir de una columna de Almudena Grandes

El ejemplo de Nuremberg

En julio de hace dos años, el Ciclo de Literatura y Cine de Aiete, organizó un viaje a Baviera y se visitó Núremberg

En esta ciudad se destinó una tarde al centro de documentación anti-nazi, cuyo objetivo es explicar a las nuevas generaciones quién fue Adolf Hitler y cómo utilizó la ciudad como escenario de los grandes congresos nazis.

Se pudo ver la muestra, Fascinación y terror, que tiene carácter permanente y explica, sin piedad, la historia del partido nazi, vista desde una ciudad donde se proclamaron las leyes raciales.

Aquel día llovía, y a la tristeza del clima se le sumó la de aquel siniestro paisaje.

El desplazamiento se hizo en autobús porque el centro de documentación antinazi está emplazado en un extenso campo a cinco kilómetros del centro histórico y se enmarca en la inacabada sala de congresos construida por el arquitecto nazi Albert Speer. Buena parte de las delirantes construcciones de Speer y sus seguidores siguen incólumnes en lo que era el área destinada a los congresos nazis. Aparte de la tribuna de Zepellin, desde la que Hitler se dirigía a las masas, y varias construcciones, aún queda en pie la herradura de 40 metros de alto que debía servir de base para una sala de congresos para 50.000 personas.

No menos delirante es el Valle de los Caidos, y, quizás, la idea de Almudena Grandes no debería caer en saco roto.

El centro de documentación ubicado en Nuremberg ha sido diseñado por el arquitecto austriaco Günther Domenig quien ha resuelto brillantemente la ruptura con el pasado. ‘Cuando la visité por primera vez, aún creía respirar el polvo de los muertos. Sólo veía ángulos perpendiculares y materiales pesados, como ladrillos macizos y hormigón. He hecho lo contrario: ángulos torcidos, vidrio y acero’, explica el arquitecto.

De la misma forma repelente huele el Valle de los Caidos.

La exposición Fascinación y terror se dirige ante todo a los jóvenes.

La ambición didáctica, evidente también en la proliferación de artilugios multimedia, y el temor a caer en la trampa tendida décadas atrás por Leni Riefenstahl (la directora de cine que aquí puso en escena su película El triunfo de la voluntad), ha conducido a que la exposición enfatice mucho la historia del nacionalsocialismo y profundice poco en sus mecanismos propagandísticos. Queda en claro, eso sí, el formidable impacto que tuvo la puesta en escena de los congresos nazis, en los que llegaron a participar hasta un millón de asistentes, entre ellos los diplomáticos de la época. ‘Al recordar los desfiles, a todos les brillaban los ojos’, constata un historiador que participó en el montaje del museo y habló con un centenar de testigos presenciales -¿No les brillaban los ojos, de la misma manera, a la canalla fascista que esclavizó a los prisioneros del Valle de los Caídos?-.

Disciplina militar y terror reinaban en aquellas construcciones. La exposición Fascinación y terror muestra cómo lo que en realidad reinaba era el caos: emergencia sanitaria, prostitución y colapso de la economía, como la de la autorquía franquista.

‘Los desvaríos del Tercer Reich son un importante componente de la historia’, reconoce el alcalde conservador de la ciudad, Ludwig Scholz. Hay una gran diferencia de este centro de documentación con otras instituciones alemanas dedicadas al Tercer Reich: aquí se trata de recordar a los autores, y no a las víctimas.

Si se consigue dar tierra a los prisioneros del franquismo en un lugar digno, el Valle de los Caídos, sería un verdadero museo del horror.

Núremberg es una ciudad preciosa

En la Edad Media, Núremberg fue una dinámica, culta y próspera ciudad en la que ya entonces los vasallos del emperador se reunían regularmente en los congresos del Reich. El resplandor del pasado convirtió a la ciudad en el epicentro del romanticismo alemán en el XIX. Esto contribuyó a que Hitler la declarara ‘la más alemana de las ciudades alemanas’ y la convirtiera en sede de los congresos de su partido. También en vista de la importancia propagandística de la ciudad, tras la II Guerra Mundial, los aliados decidieron establecer aquí el tribunal militar que juzgó a 24 líderes nazis. Por sus múltiples esfuerzos en la promulgación de los derechos humanos, Núremberg, recibió un premio de la Unesco.

Lantxabe pertenece al Consejo Municipal de la Memoria Histórica

5 comentarios en “El Valle de los Caídos como imagen y semejanza de los campos de exterminio nazis.

  1. Juanito

    ¿Que qué hacer con el Valle de los Caídos?
    ¿Dinamitarlo o gastarse una pasta para reconvertirlo en centro de interpretación de la memoria, la reconciliación, la no repetición y me llevo una?
    Confieso que me tienta mucho la primera opción, aunque el tipo civilizado y en el fondo cobardón que soy me solía hacer apostar en público por la segunda. Se queda como Dios vendiendo la moto del parque temático alumbrado por magníficas intenciones y pésimo sentido de la realidad. Puede que durante un par de fines de semana o tres la cosa funcionara, pero enseguida se convertiría en otro enorme quemadero de pasta pública. Mantener un monstruo así, incluso a medio gas, sale por un pico. Sí, efectivamente, ya está saliendo. Por eso urge encontrar la solución y resulta tan sugerente la alternativa del trinitrotolueno a discreción.
    Luego, claro, uno piensa en los miles de inocentes cuyos huesos se pudren allí, y se da cuenta de la tremenda falta de respeto que supondría hacerlos volar por los aires. ¿Entonces? Lo uqe propone un antifranquista probado como Gregorio Morán es mejor que lo de Almudena Grandes. Morán propone algo tan simple como no hacer nada. O sea, solo una cosa: cerrar el grifo de fondos públicos, retirar hasta el último céntimo de subvención a la orden religiosa que parasita el mausoleo, y dejar que la naturaleza se encargue del resto, incluidas las tumbas de Franco y José Antonio. Por si acaso, se ponen en los alrededores unas señales advirtiendo del peligro de derrumbes, y a esperar.

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  2. Luis P

    Lo más normal es que el Valle de los Caídos siga representando un problema español. Y que la falta de solución del tema vaya en aumento con el tiempo. Lo más lógico sería hacer, como los alemanes en Leipzig, un Foro de la Historia (Zeitgeschichtliches Forum), nombre de un museo que trata de periodos como el nazismo, y lo que hubo antes y después. En Cuelgamuros no se puede hacer esa clase de museo entre huesos de victoriosos y de vencidos, de buenos españoles franquistas y de réprobos españoles rojos. En realidad no habría que exhumar a Franco, sino a todos los republicanos que están ahí como los esclavos empastados en las pirámides mayas o egipcias. En ningún otro lugar del mundo se ha desarrollado una religión patrocinada por el Estado Español, cuyo arte, arquitectura y ritual estuvieran tan profundamente dominados por la violencia, la corrupción, la muerte y la enfermedad.

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  3. Cervera

    Lo peor de los que se creen graciosos es que acaban creyéndose que lo son de verdad. Tener gracia para contar algo no es fácil. Al revés: es tremendamente complicado. Porque la gracia sale del alma del gracioso. Y cuando un presunto gracioso tiene alma de cántaro y cabeza de botijo lo que resulta no es un gracioso sino un patético bocazas.
    El otro día estuvo en Peníscola Rafael Hernando, portavoz del PP en el Congreso de los Diputados. Se celebraba allí el congreso provincial de su partido. Y como estaba en su salsa, vitoreado por el entusiasmo desbordado de sus fans con el escapulario azul al cuello, se quiso hacer el gracioso. La gracia consistió en fingirse irrespetuosamente tartamudo a la hora de pronunciar el apellido de Ximo Puig. Que si Puig. Que si Puy. Que si Puich…

    Hablaba en estas páginas Adolf Beltran del “estilo perdonavidas y la mala sombra” de ese individuo. Acertado dibujo de un tipo al que sólo le falta el uniforme falangista para salir a la calle dando puñetazos a quien le plante cara o no levante el brazo y extienda la palma de la mano mientras suena en su móvil el “Cara al sol”.

    Habla el chulo portavoz del PP con la boca torcida, como si se reservara el veneno de su saliva para el segundo turno de insultos, como si para ese segundo turno de insultos guardara en stand by sus cojones de macho ibérico al estilo Humphrey Bogart, pero sin ese acuoso melodrama que Bogart destilaba como nadie -tal vez Marlon Brando o Edward G. Robinson- al interpretar sus personajes.

    Esta democracia no es una democracia seria. Eso ya lo sabemos. Si lo fuera, si esta democracia fuera algo serio y no un refrito anfibio de franquismo remasterizado, ni Rajoy el de los seiscientos ladrones ni su bufón de alcantarilla tendrían sitio en esa democracia.

    No es la primera vez que ese pelanas se burla con su ironía malapata de quien piensa diferente. Se siente a gusto así, en medio de esta crisis moral que, como decía Antonio Machado, es el terreno abonado para el triunfo del cinismo. Memorable el desprecio hacia las víctimas que el fascismo dejó en las cunetas y a los pies de las tapias de los cementerios. Recuerden aquello que dijo sobre esas víctimas y las familias que intentan recuperar sus cuerpos y la dignidad de unas ideas arrumbadas por la dictadura franquista y la propia transición. Recuerden aquello que dijo, sí, recuérdenlo para saber de qué fulano escribo en estas líneas: “algunos sólo se han acordado de su padre cuando había subvenciones para encontrarlo”.

    Le pregunto al falangista: ¿cuántas víctimas cercanas tiene usted enterradas en las cunetas? Seguro que ninguna y que si tiene algunas de cuando la guerra no estarán abandonadas en la sórdida invisibilidad de las cunetas sino que durante muchos años estuvieron bien a la vista sus nombres en las fachadas de las iglesias. Desprecia el del PP con un cinismo que aterra la honorabilidad de esas víctimas invisibles y yo desprecio con la misma energía la honorabilidad con que el franquismo -o sea, el sello acuñado con sangre republicana por los suyos- premió insultantemente a sus asesinos. También recordaba el colega Adolf Beltran lo que ese desalmado dijo a propósito de la exhumación en el Valle de los Caídos: “Esto de estar todos los días con los muertos para arriba y para abajo supongo que será el entretenimiento de algunos”.

    El entretenimiento, sí. La alegría que a mucha gente nos da pensar en la barbarie de su querida dictadura. Los bailes que organizamos para celebrar que España es el segundo país del planeta con más desaparecidos después de Camboya. El entretenimiento es el suyo, el de ese Rafael Hernando portavoz del PP en el Congreso de los Diputados, dedicándose a hacer gracietas sobre los demás que no son los suyos, sobre los vivos y los muertos que no son los suyos.

    No sabe, ese ignorante con cargo al erario público, que para ser gracioso hay que tener alma de cómico o de poeta inmenso de la palabra. Si no se tiene eso -y ese despojo moral no tiene ni una cosa ni otra- lo que sale de su boca torcida y torticera no es una gracia sino un escupitajo que en vez de saliva lo que contiene es mierda de desagüe.

    Ni alma de cómico ni poeta inmenso de la palabra. Ya lo dije antes y con eso concluyo el perfil de ese indocumentado: qué se puede esperar de un tipo con hechuras falangistas que tiene -además- alma de cántaro y la cabeza hueca de un botijo. Pues eso.

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