La risa como “acto de sabiduría” acabaría con el miedo.

Este era el quid de la cuestión en la novela “El nombre de la rosa” de Umberto Eco. En ella la protagonista es “el pecado de la risa” y, su portavoz, aquel enfurecido Jorge de Burgos, que advertía del cataclismo que supondría la propagación de la Comedia de Aristóteles: el elogia de la risa (Tertulia en el Topaleku, otoño del 2009)

La risa es algo esencialmente humano, y los fundamentalistas, como Jorge de Burgos, en la novela de Umberto Eco, o los censores actuales organizados en torno a los carcas del PP, no la pueden tolerar. Por eso necesitamos más que nunca del humor y de gente como Argote, Olariaga, El Roto, Txispas y tantos otros

Es curioso que el gremio que más se ha acercado al estudio de la risa sea el de los clérigos, obispos, sacerdotes, padres de la Iglesia…Y que sea un chiste, sobre el la cruz del valle de los caídos, quien ocasione la admisión a trámite de una condena, contra los presentadores del Intermedio (la sexta TV).

De las últimas voluntades de Voltaire, sabemos que quiso morir como activista en el partido de la risa. Es el que más odiaban los fanáticos porque también es el más liberador. Y el que mejor resiste.

Parece increíble, pero todavía hay que luchar por el más humano de los derechos, el derecho a reír. Si como dicen los obtusos de hoy, Dios se sostiene en el miedo, el verdadero dios sería el miedo.

Un comentario en “La risa como “acto de sabiduría” acabaría con el miedo.

  1. Miran desde lo alto del armario

    Los chistes vuelven como los acertijos de La Codorniz y para denunciarlos hay gente dispuesta, desde la Guardia Civil a la judicatura. Se escapa un eructo, y allá está la escopeta cargada con la tinta de acusar. Luego los jueces convierten la denuncia en una materia que recorre varias instancias. Hasta que va a la papelera, o no. La sociedad de los cicutas se parece al chiste de las monjas. El chiste es como sigue: unas monjas de clausura llaman a la policía. Delante de su enclaustramiento hay gente personificando pornografía. La policía se persona. No se ve nada, dice el sargento. Dice la superiora: “¿Que no ven nada? ¡Súbanse al armario y verán!”.
    Ahora le ha tocado a El Gran Wyoming, que aparece al frente de El Intermedio (La Sexta), y a su compañero Dani Mateo. Los dos comparten señales de oprobio justiciero porque no fueron respetuosos con la Cruz de los Caídos que preside el monumento a un periodo negro de la historia del franquismo. En sí misma no es exactamente una cruz que evoque, tan solo, el símbolo mayor de los cristianos. Es una cruz con aditamentos, los que quiso ponerle el régimen que durante años fue capaz de añadir venganza a la victoria. Ahí murieron represaliados por haber estado en el otro bando, en condiciones oprobiosas para la dignidad humana. Esos hechos, que permanecen en la conciencia del mal de España, sí deberían ser objeto de discusión, para que se acaben los materiales del odio que provocaron la guerra y las represalias.
    Que El Gran Wyoming y Dani Mateo se sientan ahora cerca del banquillo por decir lo que han dicho en su programa de humor es prolongar esa manía que tiene este país de mirar desde lo alto del armario como hacían las monjas del chiste.
    Juan Cruz

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