Si derribar el caserío de Munto fue cuestión de horas (aquella lluviosa mañana del 12 de febrero de 2013), construir la plaza en recuerdo del baserri que simbolizaba el otro Aiete (el alternativo al palacio) está costando más que tres años.

Está siendo largo, pero emocionante y levanta el interés y la curiosidad de la vecindad de Aiete, especialmente de los peatones que recorren el paseo o viven en sus alrededores.

La plaza se terminó en los plazos tras aquel alarde de ideas vecinales, en la que destacaron aquellos jóvenes arquitectos que se comprometieron con su diseño (Por cierto ellos deberían ser objeto de algún tipo de reconocimiento público), la bodega está costando un poco más porque se pretende construir un recuerdo vivo y museográfico del caserío, de su tolare, de su identificación con la sidra y su elaboración.

Poco a poco, se van incorporando a una adecuación de la bodega, como continente clave del museo, nuevas empiezas, empezando por la más significativa: la ardatza o eje del tolare. Y ahí está

Y está también, recogida en la foto, la curiosidad de una de las mujeres que se han acercado para saber qué está ocurriendo en ese hueco especial.