Tallin como gozo

Los viajeros de Lantxabe tienen previsto llegar a Tallín el próximo sábado 9 de julio, en pleno espectáculo de las noches blancas, cuando los estonios celebran sus festivales de música (el canto coral es el deporte nacional y un asunto purificador como ilustró muy bien Sergio Pedrouso).

La ciudad vieja de Tallin parece la portada de un cuento de hadas. Tejados cónicos de tejas naranjas a dos aguas, con cubiertas verdes de cinc, grises de pizarra, rojas… y alguna bruja volando en su escoba y un par de gnomos asomándose a una buhardilla. Tallin es una ciudad con encanto, ni grande, ni pequeña; ni antigua, ni moderna; ni rica ni pobre. O mejor sí. Es una ciudad encantadora, grande y pequeña, antigua y moderna, rica y pobre, (Como Donostia en suma)

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Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997, el viejo Tallin es una ciudad amurallada con gran cantidad de edificios medievales, góticos tardíos, barrocos… de los siglos XIV al XVIII. Las murallas encierran y preservan este pequeño-gran tesoro.

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Podemos elegir entre los art decó de los años 30 de la zona de Kadriorg o las casitas de madera del barrio de pescadores de Kalamaja, ambos cerca de la muralla… Y se puede echar “Una Mirada al Báltico”, como reza el titular del reciente ciclo de literatura y cine con un largo paseo marítimo

Dicen que los estonios de menos de 35 años hablan inglés y estonio, una lengua ugro-finesa. Los más mayores ruso, lengua nativa de la mitad de la población de la ciudad. Ah!… Y está garantizado el wifi gratis en todas partes.

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