Oscar Wilde, por Lola Arrieta

oscar wildeCuando en julio de 1890, apareció en la revista mensual de Philadelphia, Lippincott´s, El retrato de Dorian Gray, se originó un gran escándalo que se extendió por distintos sectores de la sociedad inglesa. A pesar de que el editor, guiado por la prudencia, había censurado unos cientos de palabras del relato, éste fue considerado “indecente”, “nauseabundo, “sucio” por diarios y revistas ingleses como The daily Chronicle, St. James Gazette o el Scots Observer.

El motivo del escándalo no era otro sino el contenido homosexual que se desprendía de las páginas de la novela; la estricta y puritana moral de la sociedad victoriana no podía tolerar no tanto la realidad homoerótica sino el hecho de que ésta se proclamara abiertamente rompiendo con la hipocresía y el silencio imperantes. A los cinco años de publicarse El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde, tras ser acusado de sodomía por Hohn Sholto Douglas, marqués de Queensberry y padre de su amigo y amante Alfred Douglas (Bosie), sería detenido y condenado a dos años de trabajos forzados en prisión.

Oscar Fingal O´Flatherie Wills Wilde, había nacido el 16 de octubre de 1854, en Dublín, en el seno de una familia acomodada irlandesa. Fue educado en el Trinity College dublinés primero y en el Magdalen College de Oxford después, donde, durante cuatro años y con una beca, estudió a fondo la cultura , literatura e historia grecolatinas. En Oxford, eje cultural de Inglaterra en aquel momento, Wilde tuvo la suerte de ser guiado en sus estudios por profesores de la talla de John Ruskin y Walter Pater cuya influencia iba a ser decisiva para su formación y pensamiento.

Al terminar sus estudios, el joven Oscar se instalará en Londres, donde habitan ya su madre y su hermano. Londres va a ser durante toda su vida el escenario desde el que Wilde despliegue su ingenio creativo, haciéndose enseguida hueco entre los ambientes intelectuales y en los salones londinenses.Aquí se casará en 1884 con Constance Lloyd y nacerán sus dos hijos Cyril y Vyvyan.

En Londres, en 1881 se publicará su primer libro, Poemas, recopilación de las poesías escritas hasta ese momento. Además de por la poesía, siente Wilde una especial atracción por el drama y, tras unos primeros intentos fallidos, será en el teatro donde brille con toda su fuerza con sus comedias, El abanico de Lady Windermere (1892), Una mujer sin importancia (1893), Un marido ideal, y, sobre todo La importancia de llamarse Ernesto (1895); o Salomé (1893), drama en un acto, escrita en francés y traducida al inglés por Lord Alfred Douglas, y una de las mejores obras del autor, que, tras ser prohibida en Londres, se estrenaría en París, con Sarah Bernhardt en el papel principal estando Oscar Wilde en prisión.

Autor también de relatos breves, de cuentos inolvidables como El príncipe feliz o El fantasma de Canterville, Oscar Wilde, escribe también ensayos sobre el sentido del arte como los reunidos en 1891 en el volumen Intenciones, o El alma del hombre bajo el socialismo.

Durante su estancia en la cárcel de 1895 a 1897, primero en la prisión de Pentonville y luego en Wandsworth y Reading, donde su salud declinó rápidamente, escribirá una de sus mejores obras, De profundis, extensa carta dirigida a Lord Alfred Douglas. Su estancia carcelaria le inspirará también la Balada de la cárcel de Reading, escrita ya en Francia, a donde se trasladará al salir de prisión y donde morirá en París, en el Hotel d´Alsace, el 30 de noviembre de 1900, tras recibir bautismo en la fe católica.

Sus restos se encuentran en el cementerio Père Lachaise de París y su tumba, protegida por un cristal, es una de las más visitadas y queridas del recinto.

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En 1959, el gran director de cine Joseph L. Mankiewicz llevó a la pantalla la obra de Tennessee Williams De repente el último verano, con Elizabeth Taylor, Montgomery Clift y Katherine Hepburn en los papeles protagonistas.

El torturado mundo de Williams se adapta al cine en esta obra situada en la Nueva Orleans de 1937, donde una rica viuda, la señora Venable, que ha perdido a su hijo Sebastián, está dispuesta a todo para preservar lo que ella considera el buen nombre de su hijo.

Film duro, intenso, casi brutal. Una absoluta obra maestra.

2 comentarios en “Oscar Wilde, por Lola Arrieta

  1. Oscar Wilde

    ‘El ruiseñor y la rosa’, de Oscar Wilde
    «-Dijo que bailaría conmigo si le llevaba una rosa roja -se lamentaba el joven estudiante-, pero no hay una solo rosa roja en todo mi jardín.
    Desde su nido de la encina, oyóle el ruiseñor. Miró por entre las hojas asombrado.
    -¡No hay ni una rosa roja en todo mi jardín! -gritaba el estudiante.
    Y sus bellos ojos se llenaron de llanto.
    -¡Ah, de qué cosa más insignificante depende la felicidad! He leído cuanto han escrito los sabios; poseo todos los secretos de la filosofía y encuentro mi vida destrozada por carecer de una rosa roja.
    -He aquí, por fin, el verdadero enamorado -dijo el ruiseñor-. Le he cantado todas las noches, aún sin conocerlo; todas las noches les cuento su historia a las estrellas, y ahora lo veo. Su cabellera es oscura como la flor del jacinto y sus labios rojos como la rosa que desea; pero la pasión lo ha puesto pálido como el marfil y el dolor ha sellado su frente.
    -El príncipe da un baile mañana por la noche -murmuraba el joven estudiante-, y mi amada asistirá a la fiesta. Si le llevo una rosa roja, bailará conmigo hasta el amanecer. Si le llevo una rosa roja, la tendré en mis brazos, reclinará su cabeza sobre mi hombro y su mano estrechará la mía. Pero no hay rosas rojas en mi jardín. Por lo tanto, tendré que estar solo y no me hará ningún caso. No se fijará en mí para nada y se destrozará mi corazón.
    -He aquí el verdadero enamorado -dijo el ruiseñor-. Sufre todo lo que yo canto: todo lo que es alegría para mí es pena para él. Realmente el amor es algo maravilloso: es más bello que las esmeraldas y más raro que los finos ópalos. Perlas y rubíes no pueden pagarlo porque no se halla expuesto en el mercado. No puede uno comprarlo al vendedor ni ponerlo en una balanza para adquirirlo a peso de oro.
    -Los músicos estarán en su estrado -decía el joven estudiante-. Tocarán sus instrumentos de cuerda y mi adorada bailará a los sones del arpa y del violín. Bailará tan vaporosamente que su pie no tocará el suelo, y los cortesanos con sus alegres atavíos la rodearán solícitos; pero conmigo no bailará, porque no tengo rosas rojas que darle.
    Y dejándose caer en el césped, se cubría la cara con las manos y lloraba.
    -¿Por qué llora? -preguntó la lagartija verde, correteando cerca de él, con la cola levantada.
    -Si, ¿por qué? -decía una mariposa que revoloteaba persiguiendo un rayo de sol.
    -Eso digo yo, ¿por qué? -murmuró una margarita a su vecina, con una vocecilla tenue.
    -Llora por una rosa roja.
    -¿Por una rosa roja? ¡Qué tontería!
    Y la lagartija, que era algo cínica, se echo a reír con todas sus ganas.
    Pero el ruiseñor, que comprendía el secreto de la pena del estudiante, permaneció silencioso en la encina, reflexionando sobre el misterio del amor.
    De pronto desplegó sus alas oscuras y emprendió el vuelo.
    Pasó por el bosque como una sombra, y como una sombra atravesó el jardín.
    En el centro del prado se levantaba un hermoso rosal, y al verle, voló hacia él y se posó sobre una ramita.
    -Dame una rosa roja -le gritó -, y te cantaré mis canciones más dulces.
    Pero el rosal meneó la cabeza.
    -Mis rosas son blancas -contestó-, blancas como la espuma del mar, más blancas que la nieve de la montaña. Ve en busca del hermano mío que crece alrededor del viejo reloj de sol y quizá el te dé lo que quieres.
    Entonces el ruiseñor voló al rosal que crecía entorno del viejo reloj de sol.
    -Dame una rosa roja -le gritó -, y te cantaré mis canciones más dulces.
    Pero el rosal meneó la cabeza.
    -Mis rosas son amarillas -respondió-, tan amarillas como los cabellos de las sirenas que se sientan sobre un tronco de árbol, más amarillas que el narciso que florece en los prados antes de que llegue el segador con la hoz. Ve en busca de mi hermano, el que crece debajo de la ventana del estudiante, y quizá el te dé lo que quieres.
    Entonces el ruiseñor voló al rosal que crecía debajo de la ventana del estudiante.
    -Dame una rosa roja -le gritó-, y te cantaré mis canciones más dulces.
    Pero el arbusto meneó la cabeza.
    -Mis rosas son rojas -respondió-, tan rojas como las patas de las palomas, más rojas que los grandes abanicos de coral que el océano mece en sus abismos; pero el invierno ha helado mis venas, la escarcha ha marchitado mis botones, el huracán ha partido mis ramas, y no tendré más rosas este año.
    -No necesito más que una rosa roja -gritó el ruiseñor-, una sola rosa roja. ¿No hay ningún medio para que yo la consiga?
    -Hay un medio -respondió el rosal-, pero es tan terrible que no me atrevo a decírtelo.
    -Dímelo -contestó el ruiseñor-. No soy miedoso.
    -Si necesitas una rosa roja -dijo el rosal -, tienes que hacerla con notas de música al claro de luna y teñirla con sangre de tu propio corazón. Cantarás para mí con el pecho apoyado en mis espinas. Cantarás para mí durante toda la noche y las espinas te atravesarán el corazón: la sangre de tu vida correrá por mis venas y se convertirá en sangre mía.
    -La muerte es un buen precio por una rosa roja -replicó el ruiseñor-, y todo el mundo ama la vida. Es grato posarse en el bosque verdeante y mirar al sol en su carro de oro y a la luna en su carro de perlas. Suave es el aroma de los nobles espinos. Dulces son las campanillas que se esconden en el valle y los brezos que cubren la colina. Sin embargo, el amor es mejor que la vida. ¿Y qué es el corazón de un pájaro comparado con el de un hombre?
    Entonces desplegó sus alas obscuras y emprendió el vuelo. Pasó por el jardín como una sombra y como una sombra cruzó el bosque.
    El joven estudiante permanecía tendido sobre el césped allí donde el ruiseñor lo dejó y las lágrimas no se habían secado aún en sus bellos ojos.
    -Sé feliz -le gritó el ruiseñor-, sé feliz; tendrás tu rosa roja. La crearé con notas de música al claro de luna y la teñiré con la sangre de mi propio corazón. Lo único que te pido, en cambio, es que seas un verdadero enamorado, porque el amor es más sabio que la filosofía, aunque ésta sea sabia; más fuerte que el poder, por fuerte que éste lo sea. Sus alas son color de fuego y su cuerpo color de llama; sus labios son dulces como la miel y su hálito es como el incienso.
    El estudiante levantó los ojos del césped y prestó atención; pero no pudo comprender lo que le decía el ruiseñor, pues sólo sabía las cosas que están escritas en los libros.
    Pero la encina lo comprendió y se puso triste, porque amaba mucho al ruiseñor que había construido su nido en sus ramas.
    -Cántame la última canción -murmuró-. ¡Me quedaré tan triste cuando te vayas!
    Entonces el ruiseñor cantó para la encina, y su voz era como el agua que ríe en una fuente argentina.
    Al terminar la canción, el estudiante se levantó, sacando al mismo tiempo su cuaderno de notas y su lápiz.
    “El ruiseñor -se decía paseándose por la alameda-, el ruiseñor posee una belleza innegable, ¿pero siente? Me temo que no. Después de todo, es como muchos artistas: puro estilo, exento de sinceridad. No se sacrifica por los demás. No piensa más que en la música y en el arte; como todo el mundo sabe, es egoísta. Ciertamente, no puede negarse que su garganta tiene notas bellísimas. ¿Que lástima que todo eso no tenga sentido alguno, que no persiga ningún fin práctico!”
    Y volviendo a su habitación, se acostó sobre su jergoncillo y se puso a pensar en su adorada.
    Al poco rato se quedo dormido.
    Y cuando la luna brillaba en los cielos, el ruiseñor voló al rosal y colocó su pecho contra las espinas.
    Y toda la noche cantó con el pecho apoyado sobre las espinas, y la fría luna de cristal se detuvo y estuvo escuchando toda la noche.
    Cantó durante toda la noche, y las espinas penetraron cada vez más en su pecho, y la sangre de su vida fluía de su pecho.
    Al principio cantó el nacimiento del amor en el corazón de un joven y de una muchacha, y sobre la rama más alta del rosal floreció una rosa maravillosa, pétalo tras pétalo, canción tras canción.
    Primero era pálida como la bruma que flota sobre el río, pálida como los pies de la mañana y argentada como las alas de la aurora.
    La rosa que florecía sobre la rama más alta del rosal parecía la sombra de una rosa en un espejo de plata, la sombra de la rosa en un lago.
    Pero el rosal gritó al ruiseñor que se apretase más contra las espinas.
    -Apriétate más, ruiseñorcito -le decía-, o llegará el día antes de que la rosa esté terminada.
    Entonces el ruiseñor se apretó más contra las espinas y su canto fluyó más sonoro, porque cantaba el nacimiento de la pasión en el alma de un hombre y de una virgen.
    Y un delicado rubor apareció sobre los pétalos de la rosa, lo mismo que enrojece la cara de un enamorado que besa los labios de su prometida.
    Pero las espinas no habían llegado aún al corazón del ruiseñor; por eso el corazón de la rosa seguía blanco: porque sólo la sangre de un ruiseñor puede colorear el corazón de una rosa.
    Y el rosal gritó al ruiseñor que se apretase más contra las espinas.
    -Apriétate más, ruiseñorcito -le decía-, o llegará el día antes de que la rosa esté terminada.
    Entonces el ruiseñor se apretó aún más contra las espinas, y las espinas tocaron su corazón y él sintió en su interior un cruel tormento de dolor.
    Cuanto más acerbo era su dolor, más impetuoso salía su canto, porque cantaba el amor sublimado por la muerte, el amor que no termina en la tumba.
    Y la rosa maravillosa enrojeció como las rosas de Bengala. Purpúreo era el color de los pétalos y purpúreo como un rubí era su corazón.
    Pero la voz del ruiseñor desfalleció. Sus breves alas empezaron a batir y una nube se extendió sobre sus ojos.
    Su canto se fue debilitando cada vez más. Sintió que algo se le ahogaba en la garganta.
    Entonces su canto tuvo un último destello. La blanca luna le oyó y olvidándose de la aurora se detuvo en el cielo.
    La rosa roja le oyó; tembló toda ella de arrobamiento y abrió sus pétalos al aire frío del alba.
    El eco le condujo hacia su caverna purpúrea de las colinas, despertando de sus sueños a los rebaños dormidos.
    El canto flotó entre los cañaverales del río, que llevaron su mensaje al mar.
    -Mira, mira -gritó el rosal-, ya está terminada la rosa.
    Pero el ruiseñor no respondió; yacía muerto sobre las altas hierbas, con el corazón traspasado de espinas.
    A medio día el estudiante abrió su ventana y miró hacia afuera.
    -¡Qué extraña buena suerte! -exclamó-. ¡He aquí una rosa roja! No he visto rosa semejante en toda vida. Es tan bella que estoy seguro de que debe tener en latín un nombre muy enrevesado.
    E inclinándose, la cogió.
    Inmediatamente se puso el sombrero y corrió a casa del profesor, llevando en su mano la rosa.
    La hija del profesor estaba sentada a la puerta. Devanaba seda azul sobre un carrete, con un perrito echado a sus pies.
    -Dijiste que bailarías conmigo si te traía una rosa roja -le dijo el estudiante-. He aquí la rosa más roja del mundo. Esta noche la prenderás cerca de tu corazón, y cuando bailemos juntos, ella te dirá cuanto te quiero.
    Pero la joven frunció las cejas.
    -Temo que esta rosa no armonice bien con mi vestido -respondió-. Además, el sobrino del chambelán me ha enviado varias joyas de verdad, y ya se sabe que las joyas cuestan más que las flores.
    -¡Oh, qué ingrata eres! -dijo el estudiante lleno de cólera.
    Y tiró la rosa al arroyo.
    Un pesado carro la aplastó.
    -¡Ingrato! -dijo la joven-. Te diré que te portas como un grosero; y después de todo, ¿qué eres? Un simple estudiante. ¡Bah! No creo que puedas tener nunca hebillas de plata en los zapatos como las del sobrino del chambelán.
    Y levantándose de su silla, se metió en su casa.
    “¡Qué tontería es el amor! -se decía el estudiante a su regreso-. No es ni la mitad de útil que la lógica, porque no puede probar nada; habla siempre de cosas que no sucederán y hace creer a la gente cosas que no son ciertas. Realmente, no es nada práctico, y como en nuestra época todo estriba en ser práctico, voy a volver a la filosofía y al estudio de la metafísica.”
    Y dicho esto, el estudiante, una vez en su habitación, abrió un gran libro polvoriento y se puso a leer.»
    Oscar Wilde. Genio indiscutible de la literatura, exponente del esteticismo, del arte por el arte. Su talento y su excentricidad bohemia le provocaron por igual admiración y burla. Su obra más conocida, El retrato de Dorian Grey es un acusación a la decadencia moral que provocó cierto escandalo social por su exaltación del hedonismo, la belleza y la eterna juventud. De Profundis fue esrita con motivo de su experiencia en la cárcel al ser acusado de homosexual por los tribunales, lo que le provocó su ruina vital y económica, además de la pérdida de la patria potestad de sus dos hijos. Al salir, re retiró a vivir en Francia. Su tumba se encuentra en París.
    El relato El ruiseñor y la rosa, fábula fantástica, está lleno de una belleza sublime, fue publicado en la colección El Príncipe Feliz y otros cuentos, en 1888.

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