La importancia de llamarse Oscar Wilde

Primero será recibido en Aiete, después con la «Windermere Club», y a ritmo de salsa, subirá a escena en el Victoria Eugenia, los días 12 y 13 Febrero.

A diferencia de algunos comentarios superficiales, podemos escribir sobre la plena actualidad Oscar Wilde, su obra es tan soberbia como cuando se escribió, hace algo más de cien años.

En su «Windermere Club», Wilde, presenta a una bella y misteriosa española que ha aterrizado en Miami hace apenas unos meses. ¿Qué anda buscando por estas tierras? ¿Dinero? ¿Fama? ¿Venganza? El Windermere Club, un popular local nocturno, será el escenario dónde las verdades y mentiras saltarán por los aires al ritmo de salsa. Sus dueños, una joven pareja de enamorados, verá como su relación se tambalea por culpa de las intrigas de esa desconocida que oculta en su corazón un secreto inconfesable.

«Al contrario de en ‘La importancia de llamarse Ernesto’, yo creo que con ‘El abanico de Lady Windermere’ lo que intentó Wilde es una parodia de un melodrama victoriano», ha explicado el director Gabriel Olivares durante la presentación de la obra en el Teatro Fernán Gómez de Madrid, donde se mantendrá durante cuatro semanas hasta que inicie una gira por toda la geografía nacional, en la que se incluye Donostia.

«El abanico de Lady Windermere», estrenada en 1892 en el Teatro St. James de Londres, fue la primera de las grandes obras de Wilde, una comedia sobre el miedo a la difamación y la importancia de la imagen proyectada en la sociedad, que le elevó al éxito.

La puritana sociedad victoriana de entonces, que Wilde describía en su texto, y que le condenó salvajemente, se convierte ahora en un mundo mucho más abierto y transgresor, en el que el sexo y las relaciones personales son mucho más flexibles y liberales, pero donde los problemas y prejuicios se mantienen como siempre.

La actriz Natalia Millán es la Señora Nadir, una bella y misteriosa española que aterriza en Miami y se encuentra con Sara (Susana Abaitua) y Santiago (Harlys Becerra), una joven pareja de enamorados que imparten clases de salsa en «Windermere Club», lugar testigo de excepción de las mentiras y verdades de sus protagonistas.

«La señora Nadir es la piedra en el zapato de todos, una interesada desde el principio; aunque al final parece que se da la vuelta a la tortilla», advierte Millán sobre el personaje que interpreta en la obra, una mujer «buena y mala» al mismo tiempo, dice.

Con mucha salsa en el ambiente porque, en palabras de Olivares, «un Oscar Wilde latino necesitaba de la salsa y música caribeña para tener sentido», Olivares y Rubio mantienen la esencia de Wilde, precisamente, a través de la vergüenza de los personajes.

La necesidad de aprobación del prójimo se mantiene como la piedra angular de una historia sobre «una mujer buena», en palabras de su director, que ha coincidido en sus reflexiones con Juan Carlos Pérez de la Fuente, actual director del Teatro Español, que dirigió en 1992 en el Teatro Alcazar «La importancia de llamarse Wilde», una versión de Ana Diosdado del clásico británico.

«Oscar Wilde está todo el tiempo, no lo hemos maquillado ni le hemos echado merengue por encima, y eso dice algo grande de Wilde», ha apuntado Olivares.

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