«Las manos sobre la ciudad», una crónica de actualidad.

98Hace ya más de 50 años, en 1963, Francesco Rosi se alzaba con el León de Oro del Festival de Venecia con su película Le mani sulla città.

El pasado mes de enero, el cineasta napolitano moría después de una larga y fructífera carrera. Por desgracia, sus películas apenas son conocidas en nuestro país.

Lantxabe ha querido saldar esa deuda con el cineasta italiano y trae a Aiete su película más citada;  será el próximo viernes día 13, de la mano de Begoña del Teso

La temática de “Las manos sobre la ciudad” no puede resultar más cercana. Ha envejecido bien porque no trata de forzar la narración desde unos parámetros ideológicos previos, sino que construye la historia desde la propia realidad del momento. Su factura es de tal calidad que convierte unos hechos de crónica local, en parte del imaginario europeo colectivo actual y reafirma nuestra indignación

La trama y el escenario nos siguen siendo tremendamente cercanos y familiares. Rosi nos cuenta la historia de una ciudad que crece de forma espectacular, destruyendo lo viejo para «modernizar» el parque inmobiliario, recalificando terrenos, haciendo pagar los costes de urbanización y enriqueciendo sin freno a políticos y promotores inmobiliarios.

Ayer es hoy. Vemos la conexión entre los hechos que narra y la crónica que cada día asoma en los periódicos sobre los escándalos inmobiliarios y urbanísticos en diversas partes de España, especialmente tras la explosión de la llamada burbuja inmobiliaria, que es el paroxismo de la corrupción.

Rosi nos muestra la degradación moral y política, de aquellos partidos que funcionan como organizaciones para la extorsión -alguno tenemos entre nosotros- y contrarios a las estrategias de ciudad

Una lectura contemporánea de la historia de Rosi pone de relieve su habilidad para mostrar la cara del poder, el ejercicio de la vieja política.

El pasado viene representado en el filme por el líder del partido de derechas, que entiende la política en clave parasitaria y precapitalista (muy entroncado con nuestro pasado franquista ¿nos suena?).

El presente viene simbolizado por el promotor inmobiliario Nottola (protagonizado por un fantástico Rod Steiger), que muestra a los políticos lo fácil que es ganar dinero a golpe de recalificación. Termina presentándose a las elecciones para cuidar directamente sus propios negocios

Eso mismo es lo que observamos en este país en algunas alcaldías, diputaciones, listas de partidos y presidencias de club de fútbol. Dice el personaje de Steiger, «el dinero no es como un coche al que puedas dejar en el garaje; el dinero es como un caballo que ha de correr y alimentarse a diario». El personaje más significativo es el líder del partido de centro, De Angeli, -nosotros le podemos poner nombre propio- una persona culta, refinada, que habla y actúa desde una lógica simple y llana de poder. Todo es explicable y justificable desde la institucionalidad, desde el deber de gobernar o de hacerse cargo de la situación. No hay una posición ideológica significativa, no se pretende defender principios o intereses públicos. Lo importante es ocupar el poder, mantenerse en el gobierno y que las cosas sigan su curso. Como afirma este líder de centro: «los Nottola pasan, los partidos (las instituciones) siguen».

Las manos pueden ser ahora distintas, pero su lógica de actuación es la misma.

Lo que nos parece decir Rosi es que sin capacidad de acción alternativa a la alianza de capital y poder (los De Angeli-Nottola), los reformistas y bien intencionados protagonistas de la izquierda (en el filme, el comunista De Vita, o el reformista de centro izquierda, Balsamo), poco podrán hacer más allá de denunciar y tratar de evitar mayores desaguisados.

Su fuerza es la capacidad de denuncia que su mayor consistencia moral les proporciona, pero su debilidad es su impotencia práctica ante la fuerza de los «poderes fácticos».

La película nos pone delante de la necesidad de propones nuevas formas de hacer ciudad, modelos alternativos al crecimiento como único paradigma, como está haciendo Lantxabe en Aiete, recabando mayores complicidades e iniciativas entre actores sociales del barrio, capacidades técnicas suficientes y proyectos políticos vertebradores. La última imagen de la película nos orienta «Los personajes y los hechos aquí narrados son imaginarios. Auténtica es, en cambio, la realidad social y ambiental que los produce». Cambiar esa realidad, 50 años después, sigue siendo es el desafío.

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