Thomas Mann, Richard Wagner, un ciclo alemán. Punto y seguido.

wagner11¡Oh, regresa, audaz cantor, vuelve a nuestro lado!

¡Terminen las discordias y las disputas!

Landgraf, en Tannhäuser (Acto I, escena III)

Con motivo del ciclo de primavera de literatura y cine sobre cultura alemana, el próximo jueves, sonará en Aiete el todavía reciente bicentenario de Richard Wagner. Y lo hará de la mano de Sergio Pedrouso, director de Cum Jubilo, de nuestro Coro Easo.

Seguimos pues tras la huella de Thomas Mann, wagneriano confeso y apasionado hasta el paroxismo, quién consideró a Wagner como el mejor compositor del siglo XIX.

Erika, hija de Thomas, a quien tuvimos oportunidad de conocer y escuchar el pasado jueves en la tertulia sobre la obra del padre, recopiló para la casa editora S. Fischer Verlag, todos los textos que Mann dedicó a Wagner, incluida la parte menos conocida, que es la correspondencia, en el recomendable libro ‘Richard Wagner y la música’ de la editorial (Debolsillo)

Thomas Mann recibió, y amó, dos legados: el del escritor Goethe, el poseedor de las Luces, el investigador, el eterno curioso, el que se enamoró de una lechera jovencita cuando él era un anciano, -curioso paralelismo con el amor repentino de Mann por aquel chaval, amigo de sus hijos, que encuentra en el hotel donde descansaba, siendo Thomas de edad ya muy avanzada- el gigante Goethe, semejante en visión de Mann a la del águila, y, el lado opuesto del espíritu alemán, Wagner, el reivindicador del mito, el mago capaz de fascinar a las masas, el que sabe plasmar las pasiones más sofisticadas, el mixtificador de símbolos, el hombre que plasmó, como nadie, la vinculación del amor y la muerte.

Como a tantos de nosotros, fue el uso que el nacionalsocialismo hizo del compositor, lo que hizo que la confianza de Mann en Wagner comenzase a resquebrajarse. Estaba la bazofia mistificadora de revistas wagnerianas como la ‘Bayreuther Blätter’, lo que daba la medida de a dónde podía llegar la perversión de la idea wagneriana, ajena a Richar Wagner.

Pero por otro lado estaba la ‘Revue Wagnérianne’ “la única revista francesa genial que existía por aquel entonces”, de Edouard Dujardin, Jacques Emile Blanche, Stéphane Mallarmé, Villiers de L´Isle Adam, Joris Karl Huysmans y Paul Verlaine. De los peregrinos enardecidos que reptan por el camino del monte sagrado wagneriano.

Mann siempre admiró el talento dramático de Wagner, al que llega a comparar con el monstruo de la escena en aquellos años, Henrik Ibsen. Thomas Mann, en carta a Kart Martens, estamos en 1902, escribe que después de escuchar ‘Parsifal’ no pudo escribir en dos semanas.

Thomas Mann y Richard Wagner. Dos gigantes alemanes.

Venid el jueves al Centro Cultural de Aiete. Merece la pena.

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