Don Pedro Albizuri, párroco de Aiete

parroco

Lantxabe, la asociación de vecinos de Aiete, quiso despedirse, también, del párroco de Aiete. Y lo hizo en una sociedad del Antiguo, Izurun.

Fue una tarde para el recuerdo.

La mayoría de la gente no ha conocido otro vicario en el barrio, son 22 años y medio. Le nombraron el 29 de julio de 1993 y desde entonces se ha ganado a la vecindad. Es el prelado de los creyentes y la referencia de todos.

Un cura que ha sabido fundirse con la peculiar idiosincrasia de un barrio, que resulta de la mixtura de la cultura tradicional de Euskal Herria, del caserío, la etxekoandre, el baserritarra, la labor agrícola todavía muy reciente, y el desarrollo de una una población urbana, esparcida, en varias urbanizaciones más o menos modernas, desde el cerro medianero, hoy centro simbólico del barrio.

Podemos decir que si la articulación del barrio de Aiete es una suma de vectores, como son el Centro Cultural; equipamientos deportivos, como Etxadi; el caserío de Munto y su relevo, la plaza de Munto; el Coro Easo y la villa Araoz; la asociación de vecinos Lantxabe y el Topaleku o Katxola… Don Pedro y su Parroquia, son un vector central.

La parroquia de Aiete -como el la Casa de Cultura, las tertulias y el cine de Lantxabe, los jardines o las piscinas de Etxadi- atraen a gente de toda la ciudad

Pedro Albizuri, recuerda que la iglesia de Aiete, desde que era ermita, ha tenido fama por la celebración de bodas, aportando el dato de que en 1973, se oficiaron 213 enlaces o 167 en 1976. En la actualidad, a pesar de ponerse de moda las bodas civiles, en Aiete se unen 30 parejas al año. Aiete, suele decir, es un barrio joven.

En la iglesia parroquial se bautizan 95 niños al año, 350 asisten a la catequesis, 110 hacen la primera comunión, 40 jóvenes se reafirman en la confirmación y 60 más participan en cursos prematrimoniales.

Por ello la iglesia apostó por ampliar sus instalaciones para poder atender dignamente las crecientes necesidades del barrio. Junto a la actual iglesia, hace un par de años, se levantó un nuevo edificio, que acoge diversas salas de reuniones y de usos polivalentes. Los gastos -un millón de euros-, se sufragan con la ayuda del Obispado y con la de los feligreses de Aiete.

El párroco ha puesto estas instalaciones al servicio de otras actividades del barrio. En el edificio anexo, por ejemplo, ha tenido lugar alguna Tertulia de Literatura organizada por Lola Arrieta y Lantxabe que no pudieron hacerse en el Centro Cultural, cerrado por aviso de temporal. Y en la propia iglesia parroquial, han tenido lugar diversos conciertos y otras actividades, asociadas a las Aieteko Jaiak, o han participado las diversas corales que se organizan en Aiete y en la ciudad.

El cura párroco ha estado y está en toda la vida social del barrio y ha coadyuvado de manera callada y discreta, pero muy eficiente, a la concordia de las diversas sensibilidades que lo atraviesan. Es un hombre con una empatía formidable. Su carácter socarrón, aparentemente evasivo, servicial, comprometido y serio, han contribuido, de forma prudente pero evidente, a la edificación de la textura barrial que identifica el actual Aiete.

Ha participado en todas o casi todas las iniciativas vecinales.

En la asamblea constitutiva de Lantxabe, 17 de diciembre de 2002 y en las diversas actividades que ha protagonizado la organización vecinal: Aiete Jaiak, Olentzero, centro de salud, regeneración del Bosque de Miramon, ciclo de literatura y cine, actividades en Katxola, siempre disponible y generoso.

La víspera de Santa Águeda, el día anterior al 5 de febrero, Don Pedro habrá acompañado a la cuadrilla del Jolastoki y recorrido el barrio y los pocos caseríos que quedan en Aiete, yendo de puerta en puerta, cantando coplas a la santa. Pedro irá con su palo golpeando el suelo, rítmicamente como todos los demás.

Y sin embargo este sacerdote no es nacido en Aiete.

Nació en Azpeitia, el 13 de marzo de 1937. Eran nueve hermanos. Una hermana está de misionera en la India. En la comarca del Urola pasó su juventud -él habla del carácter jovial y jaranero de los azpeitiarras- hasta que ingresó en el Seminario. Compartían el descomunal edifico del Antiguo más de 500 seminaristas.

Se ordenó como sacerdote a los 24 años. El 2 de mayo de 2012 celebró sus bodas de oro junto a una decena de sacerdotes guipuzcoanos.

Su primer destino pastoral fue Astigarreta, actualmente un barrio rural de Beasáin, situado en la zona norte de su término municipal, desde donde domina el valle de Arriarán. Siendo una zona alta, apartada y rural, ha sufrido un fuerte despoblamiento, actualmente solo cuenta con 13 habitantes, pero cuando fue Pedro contaba todavía con 138 habitantes

Pero su vocación, como la de otros muchos seminaristas, era irse a misiones. El obispado de Donostia y el correspondiente de Rwanda hicieron un convenio que permitía que nuestro cura, con 26 años, y otros cuatro jóvenes sacerdotes más, con enfermeras, monjas y personas de otros oficios pero necesarios pasaran allí más de 10 años, de los que nuestro párroco guarda un bello y vital recuerdo.

Como Rwanda es una antigua colonia francesa y se habla ese idioma, estuvo una temporada en Bruselas aprendiendo y practicando francés.

El país africano era una aventura religiosa y humana. Eran jóvenes, con muchas ganas de vivir, de aprender, de enseñar. Vivieron en su carne el conflicto entre los tutsi y la mayoría hutu, pero todavía no había alcanzado el nivel de genocidio de 1994 y siguientes. Ruanda es un país mayoritariamente cristiano (65% católico, 15% protestante). Los tutsi gobernaba Rwanda en aquella época y eran los hutus los que buscaban refugio en la iglesia de nuestro joven cura.

El está muy orgulloso porque no sólo conoció Rwanda, cruzó también a otros países del centro de Africanos; en Tanzania subió al Kilimanjaro. Fue con sus compañeros de misión “los últimos doscientos metros son muy duros, te quedas sin aire, está nevado y pisas sobre piedra volcánica. Al llegar arriba crees que vas a disfrutar viendo todo el continente africano, pero tiene unas ganas locas de bajar”

Al volver, mediados los 70, pidió al entonces obispo Setién, le permitiera cursar en la Sorbona de París estudios de filosofía y de francés.

Allí pasó un par de años, interno en una institución religiosa frecuentada por estudiantes de la aristocracia francesa, que le miraban con un doble recelo, por cura y español. Pero Don Pedro quería habilitarse como profesor reconocido en el mundo académico y cumplió su objetivo.

Cuando volvió a casa lo hizo como ayudante del párroco de la iglesia de San Pedro, de Lasarte.

Después se encargó de la iglesia de Martutene. La autoridad eclesial le pidió actuara, como coadjutor, en los servicios religiosos la cárcel. Allí pudo ver una prisión por dentro, el comportamiento de guardianes -no siempre ejemplar- y presos, su sufrimiento y los momentos de deshago, que Don Pedro contribuía a facilitar. La iglesia estaba prestigiada entre los presos por la caridad de la que hacían gala los presbíteros y porque el anterior a Pedro, por debajo de la sotana, pasada alguna botella de vino

Y, antes de ser destinado a Aiete, pasó ocho años como párroco en Elgoibar.

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