No abren el correo más que una vez al mes y luego se quejan

WWWCuando voy a visitar a mi madre pongo mucho cuidado en no dejar a la vista el smartphone para no caer en la tentación de andar manipulándolo cada vez que se enciende la lucecita azul o hace “plink”, ya que se mosquea cantidad si me ve haciéndole más caso al aparatejo que a ella. Yo pongo cara de póker y le pido disculpas o le suelto la mentirijilla de que estoy esperando un aviso de mi hija o mirando la hora, pero no cuela. Y tiene más razón que un santo, vaya que sí que la tiene, pero todavía no soy capaz de encontrar el punto justo de equilibrio con tanta tecnología punta en la palma de la mano.

Bien está querer ir con los tiempos, faltaría más, no vamos a anquilosarnos en el patético “cualquier tiempo pasado fue mejor”, a mí no me apetece ser como algunas personas que abominan de los móviles y sus prestaciones y luego te piden el teléfono para hacer “una llamada urgente” o como quienes tienen ordenador pero no abren el correo más que una vez al mes ni escuchan los mensajes del contestador y luego se quejan de que no se cuenta con ellos para nada. Pero tengo que reconocer que todo no puede ser, que no se puede estar en misa y repicando y que va a llegar un día –a mí todavía no me ha ocurrido y toco madera- que estaremos haciendo el amor y dictando un guasap a la vez o…yo qué sé.

Tengo un blog que mucha gente lee en el teléfono, en formato mini y de mala manera; tengo amigas que ya sólo se comunican conmigo enviándome mensajes por whatsapp –porque los sms se han quedado obsoletos; del twitter me he librado por los pelos y el skype lo necesito como el respirar para poder ver el dulce rostro de mi hija lejana. Podría pasar el invierno encerrada en casa al lado de la calefacción y pidiendo comida a domicilio por email, viendo pelis por Internet y leyendo libros en un ebook. Sin tocar ni que me toquen, sin hablar ni que me hablen, sin más socialización que un chat o una página de contactos a través de los ordenadores de todos los tamaños que van apareciendo por casa. (Sobremesa, PC, Mac, tablet, Smartphone, IPhone…¿etc.?)

Mi madre quiere –y con razón- que cuando esté con ella le dé palique, le cuente cosas, la haga reír con mis (eternas) boutades, le coja la mano o le dé un beso… Yo, para quitarle hierro a la cosa, agarro el “Hola” que siempre anda por encima de la mesa (que ella jura y rejura que “se lo regalan”) y le muestro la foto de la reina Leticia (“la Leti” de toda la vida) en vaqueros por Madrid y con DOS teléfonos móviles en la mano. Argumento contundente para acallar cualquier queja…

Pongo a trabajar los racimos de neuronas que todavía no han sido afectados por la sobredosis de tecnología y decido y prometo firmemente:

Apagar el móvil cuando esté en la cama (aunque no esté durmiendo)

No dejar el móvil al lado de la servilleta cuando me siento a comer o a cenar con OTRAS PERSONAS.

Consultarlo sólo en la intimidad (del wc si es menester)

Dejarlo en casa cuando voy a hacer la compra (no hay nada más ridículo que andar hablando en la cola del súper)

•“Olvidarlo” en el dormitorio si estoy en la sala, en la sala si estoy en la cocina y en la cocina si estoy en el dormitorio.

Usarlo como si fuera un paraguas, que tan sólo se coge cuando se espera lluvia y tan sólo se abre cuando empieza a llover.

Miro a los demás y los veo con una prótesis en la oreja, hablando solos por la calle (pinganillo), absortos y abducidos en sus aparatos aunque estén en compañía. Miro a los demás y siento un gran malestar porque me veo reflejada en ellos de alguna manera y no me gusta lo que mis ojos contemplan, claro está. De hecho, hasta mi perro me pone mala cara cuando lo paseo y voy consultando el móvil en vez de estar atenta a sus juegos al otro lado de la correa porque sé que no le hago caso, como no hago el suficiente caso a mi madre, ni a mis amigas y amigos, ni a mí misma… si permito que mi atención se disperse de tanto hermoso como hay en la vida para estar concentrada en el último “viral”, el penúltimo “me gusta” o la próxima foto de la comida que alguien se está comiendo en algún sitio.

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Cecilia Casado | 12-11-2014 | 07:37

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