El desconcierto

1414142313_633749_1414340520_portadilla_normalhttp://blogs.elpais.com/el-salto-del-angel/2014/10/el-desconcierto.html

Entre sorprendidos y aturdidos, parecería como si hubiéramos de decidir si ocuparnos de nosotros mismos y cuidar de nuestros asuntos o entregarnos a diversas causas que tal vez en principio pensaríamos que nos incumben menos. Pronto encontraríamos buenas razones para proceder como ya procedemos. Aunque no se descarta que tampoco faltarían para mostrar hasta qué punto estamos desorientados y un tanto confusos.

Es tal el impacto de lo que nos acucia y tan desafiantes los retos, tan desconcertante lo que se nos anuncia y comunica, que es difícil no debatirse entre la alarma y la indiferencia. En todo caso, la seducción de ampararnos, de ponernos a buen recaudo, de refugiarnos en nuestros entornos, en nuestras ocupaciones, no deja de acrecentar el número de quienes se aíslan en un reducido ámbito de existencia. En espera de tiempos mejores, se trataría de mantenerse al margen de esa agitada pero fría intemperie. De esta manera, el espacio público no sería, para la mayoría, sino la ocasión y el escenario de diversas modalidades de tibia relación, para finalmente retornar a algún ámbito de reposo.

Ahora bien, ni siquiera en muchos casos eso está garantizado. El desconcierto se empeña en acompañarnos hasta los más recónditos lugares. Es tan nuestro y, sin embargo, le pertenecemos más que él a nosotros. No es una simple complicación que cabría saldarse con una adecuada dilucidación o alguna suerte de discernimiento. Es un no saber que ya prácticamente viene a ser una sabiduría. Tiene dosis de realismo, de correspondencia con el estado de cosas. No es tanto incomprensión, cuanto otra forma, en cierto modo lúcida, de comprender.

Así que desconcertados podría significar a la par atentos, conscientes. Hacerse cargo de la situación comportaría formas de desarreglo, de desazón, de dislocación, que constituirían nuestro tiempo presente. Pero ello no sería mera consecuencia de un gesto de descalificación o de rechazo, lo que requeriría haber sido capaces previamente de comprender mejor lo que sucede. Sencillamente, es tal el conjunto de lo que no alcanza a entenderse y, además, resulta tan injustificable, que es difícil sustraerse a la sensación de que o es inexplicable o, lamentablemente, es como parece.

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