“Concha de Oro a la perversión inteligente” Carlos Boyero

boyeroLa certidumbre de José Luis Rebordinos de que la sobredosis de películas en la sección oficial obedecía a algo tan deseable como que todas ellas reunían un notable interés, una vez finalizado el festival se convierte en una opinión que como mínimo es discutible o negociable. Ha existido de todo en esa selección, incluso unos cuantos títulos transparentemente indefendibles objetivamente, pero bueno, todo puede convertirse en subjetivo, para gustos se hicieron los colores y no sé cuántas frases comunes más. Soy tan buen amigo que hasta celebro que Rebordinos se haya sentido en el paraíso programando lo que él consideraba imprescindible, aunque yo flipara de hastío con algunas de esas propuestas.

Pero, afortunadamente en el palmarés del jurado no se han colado los dislates, sus premios son bastante razonables, es difícil que cualquier espectador sensato acuse de marcianos o dadaístas a sus galardones. Fernando Bovaira, presidente del jurado, es un productor con criterios inteligentes, no le debe de haber costado demasiado esfuerzo reconocer lo evidente, el talento que han demostrado los ganadores. Lo posee Carlos Vermut, que ha conseguido la Concha de Oro y el premio al mejor director con una película tan desconcertante como hipnótica titulada Magical girl. Presenta un universo muy oscuro, poblado por una mujer desasosegante, peligrosa y neurótica que lleva desde su niñez ejerciendo implacable manipulación sobre un hombre mayor, desgraciado y solo en el que intuyes viejas perversiones, un parado grisáceo que practica el chantaje para regalarle a su leucémica hija algo que anhela, un psiquiatra que precisa tanta ayuda como la zumbada de su esposa, sádicos que conocen el precio del dolor ajeno, gestos, diálogos y comportamientos que huelen a depresión incurable, a taras autodestructivas, a enloquecimiento sombrío. Lo cual no impide que a veces lo trágico se torne cómico, destellos de un sentido del humor maligno y surrealista. Sacristán sólo aparece a ratos, pero su excelente interpretación permanece en la memoria. Y nadie se hubiera escandalizado si el premio a la mejor actriz hubiera sido para Bárbara Lennie dando vida y un halo inquietante a un volcán de gesto helado.

Es probable que La isla mínima mereciera más reconocimiento que el de su fotografía, transmitiendo una atmósfera malsana y el modélico trabajo del actor Javier Gutiérrez encarnando a un canalla integral pero con capacidad para el gesto épico que rompe los esquemas de su mezquina personalidad. No han premiado a Alberto Rodriguez, al admirable creador de esas turbulencias oscuras y secretos peligrosos en las marismas del Gualdaquivir, pero eso no afecta para que cualquier cinéfilo con paladar esté deseando ver su próxima película.

El premio especial del jurado a la francesa Vida salvaje no merece demasiado reproche. El director Cédric Kahn sabe lo que quiere contar y cómo hacerlo. Mi problema con ella es la alergia que me provoca el personaje que la protagoniza, un hippie muy desagradable empeñado en que los hijos que ha raptado se eduquen por cojones en su errático modelo de vida, en la comunión permanente con la naturaleza aunque a los niños les falte alguna vez el pan y un techo sólido. Y sospecho que la mirada del director, aunque pretenda estar dotada de complejidad, siente demasiada complacencia ante ese radical de manual. Hay tres actrices en la intimista y dolorosa película danesa Silent heart, una madre letalmente enferma que razonablemente quiere acelerar su viaje al otro mundo o a la nada, un hija que no se soporta a sí misma y sigue sin encontrar su lugar en el mundo y otra que parece estar de acuerdo con la vida. Las tres actrices hacen creíbles a sus personajes. Han premiado a Paprika Steen, pero lo podían haber compartido. A costa de Bárbara Lennie. Y el guion que ha escrito Dennis Lehane para La entrega, como su literatura, como sus guiones en The wire, revelan un cerebro poderoso, una capacidad notable para captar matices, para combinar el blanco y el negro en el retrato de personajes y conductas.

Una gripe permanente en la cabeza me ha impedido fijarme en el ambiente que se respiraba este año en el festival. Pero sospecho que el público y los cronistas estaban muy contentos con la proliferación de estrellas nativas y foráneas. También que los privilegiados que pueden elegir han disfrutado de un cine tan variado como interesante en las secciones paralelas, que el festival está vivo, que están haciendo bien las cosas. La sección oficial, a pesar de algunos horrores, ha tenido un nivel digno. O será que uno ya se conforma con que no le maten de aburrimiento.

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