Las lecciones prácticas de Jordi Borja a la asociación de vecinos

1 JORDIHace algo más de una década, coincidiendo con su última asistencia pública a nuestra ciudad -27 de noviembre de 2002-, Jordi Borja nos ayudó a dotar de un contenido más global a la incipiente asociación de vecinos de Aiete, que todavía no se llamaba Lantxabe.

Vino a reunirse con los grupos de trabajo del plan estratégico donostiarra, por su especialidad en la materia

De los derechos de ciudad,1 extensamente trabajados por el catalán, extrajimos la carta de derechos (e ilusiones) del barrio, como una hoja de ruta jalonada por el logro de los equipamientos y servicios que caracterizan el trabajo ciudadano en Aiete y  que pretenden  un entorno urbano con la calidad de vida suficiente.

(La intrahistoria nos puede decir que, de alguna manera, la casa de cultura de Aiete es deudora de las propuestas de Jordi Borja en su derecho a la ciudad)

Jordi nos dio esa visión de Donostia como una ciudad multidimensional, siendo sus barrios uno de sus referentes a los que cuidar y hacer crecer armoniosamente en el conglomerado urbano. La ciudad la componen los diversos barrios en los que vivimos (el barrio de nuestra infancia o en el que tenemos vinculaciones sociales pasadas o presentes); forman parte también de nuestros trayectos habituales, del paisaje que percibimos en esos tralados. Nos ayudó a ver la necesidad de que cada barrio tenga su propia centralidad hoy de plena actualidad en Aiete con la plaza de Munto.

Pero la ciudad entendida como espacio público, integra a todos sus residentes y nos facilita objetivos comunes como pueden ser hoy los que se derivan de la capitalidad europea de 2016. En efecto, si la vecindad  reduce su colaboración  al barrio, negaría la existencia de su propia ciudadanía, aunque la experiencia barrial sea más visible.

A menudo se ha decretado la muerte del barrio o se ha dicho de Aiete que es un barrio dormitorio, pero para cada vez más gente es el principal ámbito relacional (a diferentes escalas).

Hoy asistimos en Aiete a esa renovada vitalidad de les redes asociativas que nos pronosticaba el urbanista catalán:

El valor del barrio como territorio de resistencia de una población que quiere mantener y mejorar su cualidad de vida, que quiere se construyan los equipamientos urbanos básicos y una centralidad simbólica y reconocible, que defiende su patrimonio físico, social y cultural y que se opone a un urbanismo orientado por el negocio inmediato.

El valor de la participación ciudadana que no se confunde  con  el mero intercambio de información sino que se siente protagonista de los cambios y el crecimiento de los derechos de los residentes en el barrio, en solidaridad con la ciudadanía donostiarra, que quiere colaborar en los proceso de elaboración y seguimiento de los proyectos y programas y en la gestión de los equipamientos y servicios. 

Jordi Borja nos ayudó a comprender y a trabajar en la dirección citada, a ver la vinculación entre nuestro entorno más inmediato (el barrio) y la visión crítica y alternativa al tipo de ciudad y de gobierno que practicaba y practica el ayuntamiento respecto de Aiete, a los barrios en general y al mencionado derecho a la ciudad.

Nos ayudó a crear el movimiento asociativo barrial de Aiete

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Derecho a la ciudad por Jordi Borja

Vivienda digna y no precaria; barrio dotado de servicios y equipamientos básicos y socialmente valorado; articulación con el conjunto de la ciudad y movilidad que hagan accesibles las centralidades; posibilidades de empleo, de formación, para la inserción social y la igualdad de todos sus habitantes (residentes)

Explicación

El espacio público cualificado produce un entorno  de bienes y servicios para la población, pero solamente si se tienen medios para usarlos, trabajo, ingresos suficientes, vivienda y transportes. Hace 20 años estuve en Porto Alegre con el que era su “prefeito” (alcalde), Tarso Genro, promotor del presupuesto participativo y el Foro Social.[6], Entonces comenté la importancia del espacio público como factor de conexión y visibilidad  desde la ciudad formal del barrio  marginal en el que estábamos  y generador de bienestar colectivo. Pero él mostró su acuerdo y añadió: “Ciertamente el espacio público es necesario, pero primero hay que garantizar un ingreso básico, trabajo, vivienda, agua, lo más indispensable”.

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