Lavando las rocas que han estado aquí / siglos o más

el marDice Sam Shepard que “el mejor solo de batería que he escuchado en mi vida fue el del golpeteo de un pedazo de tela alquitranada que batía contra el techo de mi coche cuando iba a 120″ y el segundo mejor, “el de los limpiaparabrisas cuando llueve pero es más abstracto, menos animal”. Correr a 120 kilómetros por hora equivale a estar parado a merced de un viento igual de veloz. Esta noche he estado escuchando a ese magnífico percusionista que es el vendaval en la versión de algún elemento arquitectónico que se ha soltado en el patio y que, sin terminar de volar por los aires, ha golpeado contra el tejado una y otra vez. All Night Long. Lo interpreto en clave de txalaparta avisando de la llegada de un nuevo temporal. Algo especial ha debido encontrar el Cantábrico en San Sebastián para que tratarla últimamente como si fuera su vientre de alquiler, inundación va, inundación viene. El temporal, que tanta basura arroja a las calles, aclara los conceptos. Por ejemplo, nunca hubiera sospechado que, tal y como dice el alcalde que pasó, las olas pudieran elevar “algún puente” para depositarlo a continuación con algunos “daños estructurales”, pero sin “peligro de derrumbe”. Lo profundo es el aire, dijo Chillida. Lo versátil, la piedra, añado. El tam-tam del tejado me ha recordado  los mandobles de batería con los que Moe Tucker cerraba  ‘Ocean’ en la versión de la Velvet Underground. “Aquí vienen las olas / por la orilla / Lavando las rocas que han estado aquí / siglos o más”.  Esperemos que mañana aún permanezcan ahí.  Here come the waves.

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