Una película de infinita hermosura

el sur‘El Sur’, segundo largometraje de Víctor Erice

Viernes, 17 de enero, a las 18:30, en el centro cultural de Aiete

Diez años después de haber deslumbrado con El espíritu de la colmena, Víctor Erice elaboró un guión cinematográfico sobre un relato inédito de Adelaida García Morales, El Sur, de una duración prevista de dos horas y media. «El Sur, sinfonía inacabada, está bien como está, es una obra maestra de recorrido interior, de sensaciones, de emociones, tristezas y alegrías», comentó Jordi Batlle Caminal. «Es una nueva obra maestra de Erice», opinó Martínez Torres. «Su hermosura es indefinible», en opinión de Fernández-Santos, «porque la historia y su magistral visualización nos sitúan en el borde de lo inefable, más allá de las palabras. Es un filme de tan singular belleza que se olvidan y dejan pasar por alto su precipitado final y el apresuramiento con que se cierra la metáfora en que desembocan las últimas secuencias. Quien ame el cine debe sumergirse en esta elegía, que es una de las pocas contribuciones del cine español al espíritu de este tiempo». «El Sur es un hermoso combate de la luz por iluminar a contracorriente unos fragmentos de vida«, en palabras de Carlos F. Heredero.

«Es raro descubrir una película que nos enorgullezca del cine como arte»»Es un clásico del cine», dijo Gilles Jacob, director del Festival de Cannes, convenciendo al productor y al director de la necesidad de programar El Sur en su festival. «Cuando tras la proyección encendieron la luz«, continuó, «todos permanecimos en silencio durante varios minutos, con el fin de prolongar la emoción artística que nos apretaba la garganta. Aunque el filme esté perfectamente terminado, forme un todo, y los personajes sean interesantes, conmovedores y perfectamente dirigidos, y se aprecien la suavidad de la luz, la pureza de los encuadres y el rigor de la puesta en escena, es raro que uno llore en la visión de una copia de trabajo y raro también descubrir una película que nos enorgullezca del cine como arte».

Cuando El Sur fue proyectada en Cannes el último día de la edición de 1983, Erice reconoció en rueda de prensa que había montado la película, con Pablo G. del Amo, «como si tuviera continuación, aunque algunos elementos que aquí aparecen se habrían explicado mejor en la segunda parte. Sin embargo, he asumido la situación y firmo esta película. Sé que son así las leyes de la producción cinematográfica. Aunque disiento de algunos motivos de la productora para interrumpir el rodaje, no quiero polemizar sobre ello y acepto las cosas tal como están. Ahora es el público el dueño de la película». La historia que narra El Sur fue resumida así en este periódico: «Una pequeña ciudad de provincias en los años cincuenta, en el norte. Un hombre callado (Omero Antonutti), médico y zahorí, y su esposa (Lola Cardona), maestra depurada, viven con su hija Estrella (Sonsoles Aranguren), a cuya primera comunión acude la abuela (Rafaela Aparicio), andaluza llena de magia. De mayor, la adolescente Estrella (Icíar Bollaín) tratará de descifrar el secreto de un antiguo amor que el padre conserva en el sur. Entre tanto, la complicidad, el misterio, la soledad…». En la parte no rodada, según explicó Víctor Erice, «Estrella debía descubrir en el sur la adolescencia y los amores de su padre, totalizar la figura paterna, y así poder salir de la infancia». Pero, ¿qué es el sur?, se preguntaba Emilio G. Fernández en Historia ilustrada del cineespañol: «¿Qué extraña incógnita contiene en sí mismo? ¿Qué poderoso influjo arrastra hacia él como un gigantesco imán pasional y vehemente? ¿Dónde se encuentra el Sur? Tal vez el Sur sea ese lugar bajo cuya claridad será posible reconstruir la memoria y viajar al pasado para entender mejor qué hubo en él«. En comentario de Ángel A. Pérez Gómez en Reseña, «el contenido narrativo de El Sur no contiene originalidad mayor. Lo que la convierte en obra importante es la forma en que está narrada. Erice es un cineasta impresionista, preocupado por suscitar emociones sensoriales en el espectador. La intensidad de la emoción la transmite gracias a la luz, a las lentas transiciones (encadenados, fundidos), a una cuidada banda sonora hecha de silencios, medias palabras o ruidos en off. El aumento, la disminución, el cambio de luz dentro del mismo plano produce ámbitos mágicos. También la relación de los planos entre sí, por esa sintaxis peculiar, produce idéntico efecto. El ritmo, majestuoso y solemne, incita a dejar volar la imaginación, a que el espectador se impregne de ese algo inefable que las imágenes autorizan a adivinar». La película no trataba, en opinión de Heredero, «de un relato iniciático que debía ser dramáticamente coherente en su interior, sino, sobre todo, de lo que Fernández-Santos ha llamado ‘un tránsito personal hacia un Sur que no es tanto un sur geográfico como un sur mental: el umbral o el estuario de una mutación íntima».

El Sur fue considerada la mejor película del año en el Festival de Chicago, en la Muestra de Cine de São Paulo, en el Festival de Burdeos, y por las revistas Fotogramas y Reseña. La exquisita fotografía de José Luis Alcaine recibió el premio de la Guía del Ocio.

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