Lectura dramatizada del «venceréis, pero no convenceréis» (Unamuno)

Es la frase que ha trascendido de aquel enérgico y valiente discurso que pronunció D. Miguel ante (y contra) Astray y el fascio

Ayer, en la tertulia,  Lola Arrieta y Fernado Mikelajauregi dramatizaron la escena que trascribimos a continuación. (Fue uno de los momentos más emocionantes de la reunión). 

El 12 de octubre de 1936 se celebraba en el paraninfo de la universidad de Salamanca el Día de la Raza, aniversario del descubrimiento de América. El general Millán Astray había llegado escoltado por sus legionarios. Está presente el obispo de Salamanca y la mujer de Franco. En la presidencia estaba Unamuno, rector de la Universidad. Después de las formalidades iniciales, Millán Astray define a Cataluña y a las provincias vascas, como: Cánceres en el cuerpo de la nación. El fascismo, remedio de España, viene a exterminarlos, cortando en la carne viva y sana como un frío bisturí. La carne sana es la tierra, la enferma su gente. El fascismo y el ejército arrancarán a la gente para restaurar en la tierra el sagrado reino nacional. Cada socialista, cada republicano y cada uno de ellos sin excepción y, huelga añadirlo, cada comunista es un rebelde contra el gobierno nacional, que será pronto reconocido por los estados totalitarios que nos auxilian, a pesar de Francia y la pérfida Inglaterra. Y entonces, o incluso antes, cuando Franco lo quiera y con la ayuda de mis valientes moros, que si bien ayer me destrozaron el cuerpo, hoy merecen la gratitud de mi alma por combatir a los malos españoles… porque dan la vida por la sagrada religión de España, escoltan al caudillo, prenden medallas y Sagrados Corazones en sus albornoces.

Desde el fondo del paraninfo, una voz gritó el lema de Millán Astray: Viva la muerte. Millán Astray lanza el grito de : España, Automáticamente, cierto número de personas contestaron: Una. España, volvió a gritar Millán Astray. Grande, replicó el auditorio. Y al grito final de España de Millán Astray, contestan Libre.

Todos los ojos estaban fijos en Unamuno, que se levantó lentamente y dijo:

Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. No aprendí a hacerlo en los setenta y tres años de mi vida. Y ahora no quiero aprenderlo. A veces, quedarse callado equivale a mentir. Porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso -por llamarlo de algún modo- del general Millán Astray que se encuentra entre nosotros. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo, lo quiera o no, es catalán, nacido en Barcelona. Se detuvo. En la sala se había extendido un temeroso silencio. Jamás se había pronunciado discurso similar en la España nacionalista.

Continuó Unamuno:

Pero ahora acabo de oír el necrófilo e insensato grito Viva la muerte y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían, he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero por desgracia en España hay actualmente demasiados mutilados y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor.

Millán Astray le interrumpe con el gritó de: Muerte a la inteligencia Viva la muerte. Pemán,  presente allí también, contesta: Mueran los intelectuales, los falsos intelectuales, traidores.

Unamuno continuó:

Este es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaríais algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho.

La esposa de Franco, cogió del brazo a Unamuno, evitando así que el incidente acabara en tragedia.

Al día siguiente, es puesto bajo arresto domiciliario. En la calle Bordadores se extingue lentamente, entre declaraciones contrarias a los rebeldes, que le vigilan estrechamente en su domicilio para que no huya. En esa casa de paredes anchas, en su sillón mecedora, el día 31 de diciembre de 1936 Unamuno ha invitado a una copita al profesor Aragón, que está con él, y él ha tomado otra. Confiesa a Aragón que está mejor que nunca y se solaza al calor del brasero.

Son las seis de la tarde. De pronto don Miguel se ha quedado silencioso. El profesor Aragón cree que le ha podido hacer mal el humo del brasero y lo aparta de sus pies, pero ve que una zapatilla se estaba quemando sin que él se diera cuenta. Con asombro vio que Unamuno había muerto.

Un comentario en “Lectura dramatizada del «venceréis, pero no convenceréis» (Unamuno)

  1. Pedro Lasa

    No fui a la reunión, no simpatizo con Unamuno. Desde Robespierre hasta Sarkozy, pasando por Hegel, Marx, Lenin, Ortega y el propio Unamuno y, más humildemente, F. Savater -invitado virtual- G. Bueno, Victoria Camps, Félix Ovejero y Juan José Solozabal han estado en contra de los pueblos que se quieren convertir en nación

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