2 comentarios en “Siempre nos quedará Antonio Fraguas

  1. A la atención del minisro de ¿educación?

    El señor Wert ha dado la noticia que faltaba, la gran noticia. No, la de la crisis no, que esa es ya muy vieja. Me refiero a la de la segregación educativa por sexos: las pililas con las pililas y las cholitas con las cholitas. Wert le ha dado el alegrón de su vida al Opus Dei y, de paso, nos ha robado unos cincuenta años a los españoles. De verdad señor Wert, extertuliano, exanalista, ex no se qué, ¿cree usted que en el siglo XXI está mal visto que niños y niñas estudien juntos?

    De verdad, muchacho, digo Ilustrísimo ministro, ¿cree que a estas alturas se puede volver al siglo XIX? Me pregunto yo: siguiendo su lógica, ¿habrá dos Consejos de Ministros, el de los hombres y el de las mujeres?, ¿dos Parlamentos?, ¿dos Senados? ¿Habrá, en definitiva, un país para hombres y un país para mujeres, como en el mundo fundamentalista islámico?

    Yendo más allá, a poco que le dé un calentón, quizás la clase de los niños debería segregarse entre gais (esos chicos enfermos, ya sabe) y heteros, y las de las niñas, entre lesbianas (esas chicas desviadas) y futuras madres, que es lo suyo, según dicen los amigos de usted. Recuérdeme que le regale un malísimo disco (en vinilo) de Los Bravos que cantaban “los chicos con las chicas tienen que estar, las chicas con los chicos han de vivir”. Eran los años 70 y vivía aquel del bigotillo, ¿se acuerda? De verdad, me da usted miedo sr ministro.
    Ruiz de Gauna

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  2. El misterioso y mágico número siete

    Primer: que la prima vaya en ascensor y los intereses de la deuda sean desmesurados tiene explicaciones secundarias (las que aparecen corrientemente en los medios: el ataque especulativo, la inoperancia del BCE, etc.) y una principal (que los medios suelen ignorar, por lo menos hasta ahora): que la deuda es impagable. Así de sencillo. De modo que a ver quien presta nada a quien se sabe que tarde o temprano se declarará en bancarrota.

    Segundo: la ineptitud del gobierno español ha superado todos los límites imaginables. Ha demostrado una falta de carácter, de inteligencia (política y de la otra), de iniciativa (porque ir aprobando reformas impuestas desde fuera no es tener iniciativa) que casi hacen bueno al desastroso gobierno Zapatero.

    Tercero: El malestar de la ciudadanía es enorme. Resulta increíble que no haya una alternativa política organizada capaz de recoger ese malestar y darle la vuelta a la situación. Al parecer estamos condenados a acabar en un populismo de izquierdas (que todavía no se ve asomar por ninguna parte) o un populismo de derechas (del que cada vez se oyen más rumores).

    Cuarto: La ofensiva miope que se está dirigiendo hacia el estado de las autonomías, en orden a su recentralización (aprovechando que la crisis pasaba por ahí), puede conducir a un crecimiento exponencial del independentismo en Cataluña y Euskadi. Y a ver cómo se come eso con la constitución vigente, que declara al ejército garante de la unidad del territorio. Yo no jugaría con las cosas de comer.

    Quinto: La Unión Europea que conocíamos –y que no nos gustaba nada, esa es la verdad– ha muerto. Y no volverá. Lo que quede, si queda algo, se parecerá poco a lo que había. Ahí se abre la oportunidad de hacer las cosas bien, aunque sólo sea por una vez. Pero me da a mí que no.

    Sexto: Cada vez es más evidente que ha acabado una época. Lo que nos depare el futuro dependerá de nosotros. Una cosa es cierta: el capitalismo, en su forma actual, ha llegado a su fin. Morirá o se transformará. En el primer caso se abre una incertidumbre; en el segundo el más negro abismo.

    Séptimo: Históricamente, las grandes crisis se saldan con una guerra. De hecho “Occidente” lleva en guerras “menores” varios lustros. La pregunta del millón es: ¿se mantendrá así la situación o estallará una guerra de grandes dimensiones? Ojo a lo que pueda pasar en Siria e Irán, con Israel, Rusia, EEUU y la OTAN revoloteando por ahí. Los rumores apuntan a que la cosa se puede poner fea este otoño.

    Quiero ser optimista: confío en que, al menos, nos dejen el mar.
    Miguel R.

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