Un Bertold Brecht didáctico y adelantado ¿Cuánto cuesta el hierro?

Magníficos intérpretes de  la Compañía: Teatro Estudio de San Sebastian

(que podemos volver a ver los próximos 22 y 23 en el Teatro Principal con «El chico de la última fila») 

 Intérpretes:

 

  • Mari Carmen Oihaneder (Francia)
  • Carmelo Moreno (Suecia)
  • Antton Rementería (Austria)
  • Mikel Larrañaga (Alemania)
  • Pilar Arrieta (Checa)
  • Coro Burgoy (Británica)

 

Director:

Manolo Gómez

3 comentarios en “Un Bertold Brecht didáctico y adelantado ¿Cuánto cuesta el hierro?

  1. Daniel San Martín

    Resumen de la obra ¿Cuánto cuesta el hierro?
    En principio me referiré a los tres primeros actos, los identificados como correspondientes al tiempo de lo que ya pasó.

    En el primer acto el almanaque marca el año 1938. Da comienzo con el dueño del comercio lustrando unas barras de hierro. Entra el vendedor de tabaco para ofrecer su mercadería, y saluda al comerciante en hierro llamándolo «Svendson», palabra que hace referencia al gentilicio sueco en este idioma, razón por la que se la mantiene al hacer la traducción del alemán al español (recuérdese que para la fecha de producción de esta obra Brecht se encontraba en Suecia). Svendson, a su vez, contesta al saludo diciendo: «Buenos días, señor Austríaco». En la conversación, el señor Austríaco relata a Svendson su encuentro con un hombre de quien recibió la explicación, con detalles, de que eran parientes; y también el aviso de que iría a visitarlo, a la vez que afirmó que «cuando descubría algún parentesco con alguien, ya no podía vivir sin ese alguien».

    En el segundo acto, el almanaque del comercio de hierro marca el año 1939. Esta vez entra a ofrecer su mercancía una zapatera, a quien Svendson llama: «señora Checa». La señora Checa cuenta que «en plena carretera asaltaron a un cigarrero, un tal Austríaco, le robaron la mercadería y lo mataron». La zapatera se muestra muy preocupada de que pueda pasarle lo mismo y, antes de retirarse, cuenta que en el camino un desconocido se ofreció a ir a su casa para protegerla, lo cual la alarmó muchísimo.

    Un poco después, en este mismo acto, el cliente pagará el hierro que lleva con los cigarros del señor Austríaco, diciendo que los heredó de un pariente que un buen día lo llamó y murió, serenamente, en su presencia. «Fue una cosa muy rápida», aclarará. Al pagar con la mercadería del señor Austríaco, el cliente queda identificado como el hombre que lo asaltó y mató. El señor Austríaco aparece vivo en el primer acto, cuando el almanaque muestra el año 1938, y se lo anuncia muerto en el acto marcado con el 1939. En correspondencia con esto, la anexión de Austria fue en marzo de 1938, las intenciones alemanas no era un secreto y, aunque el motivo de Hitler para llevar adelante la anexión era de carácter táctico, sus declaraciones daban el de la reunión entre alemanes (Austria es un estado germánico, con lengua y cultura alemanas). No es una metáfora audaz, por lo tanto, que el cliente se considere pariente del señor Austríaco, sino justamente lo contrario. Y en los cigarros que el cliente dice haber heredado y con los cuales paga a Svendson, se puede ver no sólo el acceso al hierro y la madera de Austria, tan necesarios al ejército en expansión de Hitler, sino también los seis millones y medio de personas con que había aumentado su Gran Alemania, en una invasión «muy rápida», tal como el cliente describe la muerte del señor Austríaco.

    Con similar recurso se pone al receptor ante los sucesos relacionados con Checoslovaquia, aunque aquí resulta más complejo, pues el sometimiento de ese estado a Alemania se concretó en dos momentos. El primero, tras el reclamo de los territorios ocupados por alemanes, fue en septiembre de 1938, cuando los participantes de la conferencia de Munich, sin la participación de los delegados checoslovacos, cedieron al Reich todas las regiones de los sudetas alemanes, dejando así una Checoslovaquia mutilada que, tras ceder luego a reclamaciones territoriales de otros países alentados a esto por Hitler, quedó definitivamente en manos de este último en marzo de 1939, cuando se creó el Protectorado de Bohemia y Moravia.

    En ¿Cuánto cuesta el hierro? se presenta a estos dos momentos en el acto tercero. A su comienzo entran a escena una dama y un caballero. A la dama, ya señalada como la figura de Francia, se la llama «señora Gala»; y al caballero, que viene a representar a la Gran Bretaña, «señor Britt».

    En seguida explican que la visita se debe al «horrible asalto a la señora Checa», y señalan al cliente como responsable.

    Dice el caballero, refiriéndose a la señora Checa:

    «La señora Gala sobre todo, era muy amiga de ella. Anoche oímos repentinamente sus gritos de auxilio. La señora Gala corrió a mi casa, y estuvimos deliberando durante horas sobre lo que podría ocurrirle. Luego fuimos a casa de la desdichada y la hallamos en violenta discusión con el Fulano. Él le exigía algo que, presuntamente, pertenecía a uno de sus parientes. Nosotros le aconsejamos que se lo entregara si a cambio de eso él le prometía dejarla tranquila en el futuro. Ella aceptó y él le dio su palabra. Pero, por lo visto, regresó más tarde y asesinó a la pobre.»

    Cuando el caballero dice que la señora Gala era muy amiga de la señora Checa, se está haciendo referencia a la condición de aliados que mantenían Francia y Checoslovaquia, país que se encontraba impotente frente al poderío alemán sin la ayuda de Francia; por eso se mencionan «gritos de auxilio». La «discusión con el Fulano», como llaman al cliente, es la que mantenían Checoslovaquia y Alemania por los territorios de los alemanes sudetas, y el consejo que el señor Britt y la señora Gala dan a la señora Checa, referente a que entregue al Fulano lo que este le reclamaba a cambio de la promesa de dejarla tranquila en el futuro, se hizo papel el 30 de septiembre de 1939 cuando Francia y Gran Bretania, los participantes más influyentes en el Pacto de Munich, obligaron a Checoslovaquia a conformar a Hitler cediéndole lo que este pedía a cambio de que Alemania garantizara las fronteras Checoslovacas en el futuro. Se reprocha esta actitud de Francia y Gran Bretaña en la obra, cuando el cliente -defendiéndose de la acusación que se le hace, de haber cometido el asesinato de la señora Checa-, explica:

    «La señora Checa (.) me rogó que me hiciera cargo de su protección. Ante la insistencia de mis parientes accedí y anteayer comencé a protegerla. Fue su última gran alegría en este mundo. Poco después murió pacíficamente en mis brazos. Murió de debilidad senil. ¡Esa es la verdad! Y ustedes y otra gente se han encargado de transformar ese hecho en un asesinato. Mientras tanto fueron ustedes mismos los que dejaron a la señora Checa en mis manos. Ustedes le fallaron cuando más los necesitaba…»

    Puede leerse, además, al principio de esta cita, la manera en que Hitler se apoderó de los restos del estado Checoslovaco, cuando a instancias suyas el mismo jefe de estado de este país y su Ministro de Asuntos Exteriores firmaron una declaración en la que ponían el destino del pueblo y país checo confiadamente en manos del Führer del Tercer Reich Alemán. Al día siguiente de esta declaración Hitler creó el Protectorado de Bohemia y Moravia.

    Cuando el cliente es interrogado por el señor Britt acerca de sus amenazas «a todo el que vive a su alcance», se dirige a Svendson y le pregunta si se siente amenazado por él, a lo que Svendson responde que no. Esto trae a la mente cuando, en abril de 1939, ante una ola de inquietudes y recelos, Roosevelt presentó una relación de treinta y una naciones exigiendo una declaración según la cual Italia y Alemania se comprometían a respetar los territorios de soberanía de estos países. En respuesta, Hitler mandó a preguntar a los gobiernos de los países mencionados si realmente se sentían amenazados por Alemania.

    No es intención de este trabajo agotar el seguimiento de cada equivalencia que podría hacerse entre el texto que nos atañe y los datos históricos de general aceptación, por lo que abandona en este punto esa tarea, considerando que ya ha sido suficiente para señalar que tales equivalencias existen. Queda, entonces, ver donde ese paralelo se rompe.

    Brecht terminó de escribir esta obra meses antes de la declaración de la 2ª Guerra Mundial, y abarca un tiempo de lo que ya pasó, en sus primeros tres actos, y un tiempo de lo que «va a pasar», en su cuarto y último acto, el de la frustrada profecía brechtiana. En este acto, finalmente, se desata la guerra. «En el almanaque de la tienda se lee: año 19??. Svendson se pasea fumando un Austrillo y calzando los botines de la señora Checa», que recibió en pago del hierro por parte del cliente. De pronto se escuchan cañones, no funcionan el teléfono ni la radio y Svendson grita «¡Guerra!» y corre a borrar el precio del hierro de la pizarra, ya alto, para escribir en su lugar un cifra aun mayor. De todos modos es en vano. Entra el cliente y, tras afirmar que el tronar de cañones se origina en su estómago, dice que necesita más hierro para buscar comida, y a continuación muestra una metralleta. Tras los inútiles gritos de socorro por parte de Svendson, el cliente vuelve a formular la misma pregunta que realizá cada vez que entró en escena: «¿Cuánto cuesta el hierro?». Esta vez, la respuesta de Svendson es diferente; vencido, contesta: «Nada».

    ¿Cuánto cuesta el hierro? Tiene el valor y la actualidad de una reflexión más universal sobre el compromiso inevitable (la imposibilidad de neutralidad) que pesaría sobre el ser humano. La necesidad del compromiso, de no “mirar para otra parte”

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  2. UNA LECTURA DE ¿CUÁNTO CUESTA EL HIERRO?

    ¿Cuánto cuesta el hierro?, escrita en Suecia en el año 1939, es una obra de propaganda y didáctica a un tiempo.
    Desde su intención de propaganda, apunta a atraer adeptos hacia dos posiciones muy relacionadas entre sí.

    La primera de estas plantea que la neutralidad sueca -ante lo que ya se perfilaba como una segunda guerra mundial- implicaba la complicidad de este país con la Alemania nazi de Hitler y, conjuntamente con esto, el favorecimiento a que se desate la guerra, por proveer de una materia prima indispensable para el rearme alemán: el hierro.

    La obra da a entender que Suecia sostenía su neutralidad por ambición económica -a partir de creer que podía mantenerse fuera del conflicto armado-, y que su posición «teórica» de alegar por la paz no se condescendía con su política internacional.

    La segunda posición que intenta propagar es, prácticamente, una advertencia; dice que el mantenimiento de la soberanía y la ventaja económica que Suecia obtenía con el rearme alemán y la posible guerra que se avecinaba, no pasaban de ser una ilusión que, más tarde o más temprano, se derrumbaría sobre la misma Suecia en la forma de un sometimiento de este país a las ambiciones del Reich. En otras palabras, que la pena de la historia por no tomar partido a favor de poner un freno al expansionismo alemán en Europa consistiría en convertirse en víctima del monstruo que no sólo se dejó crecer, sino que se alimentó.

    En cuanto a la característica didáctica de la obra, ya es adelantada en su prólogo. En este se indica que lo que se verá es una parábola que un inglés pronunció ante dos estudiantes suecos «para que de ella extrajeran enseñanza».

    Esta parábola, más específicamente, es una alegoría. Tal cual lo dice el prólogo, la obra no se presenta como un hecho real sino como un recurso didáctico. Así como Dante en la Vita Nuova y Guillaume de Lorris en el Roman de la Rose recurren a personificaciones (por ejemplo: «Amor me dijo», «Razón se alejó de mí», o «Buen Recibimiento mucho se esforzaba»), lo mismo hace aquí Brecht; sólo que, en lugar de personificar pasiones, condiciones o conductas, personifica a países. Se encuentran en la obra seis personajes y, en correlación con ellos, seis países europeos: Suecia, Austria, Alemania, Checoslovaquia, Gran Bretaña y Francia. Entiendo que las correspondencias deben ser las siguientes:

    Para el dueño del comercio de hierro, Suecia.
    Para la figura del cigarrero, Austria.
    El cliente, llamado por algunos personajes como «el fulano», encarna a la Alemania del III Reich.
    La figura de la vendedora de zapatos, a Checoslovaquia.
    La del caballero a Gran Bretaña.
    Y la de la Dama, a Francia.

    En el prólogo, el presentador adelanta que no habrá dificultad en ubicar a los personajes, agregando que «hasta un gallo ciego lo podría adivinar». De hecho, los nombres de cada uno -excepto para el caso del comprador de hierro- hacen obvio el paralelo que se acaba de señalar. Enseguida mencionaré los nombres que Brecht puso al vendedor de hierro, al cigarrero, a la zapatera, al caballero y a la dama. Antes repasaré somera y rápidamente algunos sucesos de la Europa de la primera mitad del siglo que ayudarán a comprender mejor la obra.

    La 1ª Guerra Mundial finalizó con la rendición incondicional de Alemania. En la Conferencia de la Paz celebrada en Versalles se firmó el tratado que la obligaba al pago de reparaciones económicas (en su artículo 231 se la declaraba responsable por los daños ocasionados por su «ataque») y a limitaciones en su poderío militar. Quedó población alemana separada de Alemania en varios casos; uno de estos fue el de los alemanes austríacos, a quienes les fue prohibida la reunión con el Reich; otro fue el del país de los sudetas que los checos se anexionaron para sí, quedándose entonces con una importante población alemana que habitaba allí.

    La paz europea se basaba en un endeble equilibrio; faltaba un mecanismo eficaz que regulase las relaciones internacionales, y la crisis económica de 1929 volvió aún más difícil este precario equilibrio, a la vez que afectaba especialmente a Alemania, a causa de las reparaciones económicas que se le habían impuesto.

    Francia, que controlaba a la Comisión de Reparaciones, pretendió conservar a su vecino como país tributario, lo que obligaba a Alemania al endeudamiento y la inflación para poder pagar las cantidades que se le exigía.

    El problema del inusitado crecimiento demográfico, que ya existía con anterioridad a la Primera Guerra, no había sido solucionado. Una creciente cantidad de población debía ser alimentada y englobada en el proceso y desarrollo económico, con el fin de que pudieran colaborar con las conquistas de nuevos mercados. Europa se lanzó a una expansión en ultramar; todos opinaban que sólo una atrevida conquista de estos territorios garantizarían las crecientes necesidades en materias primas, nuevos mercados y puntos de apoyo. También Hitler entendía que aumentando los territorios alemanes podía darse una solución a los problemas económicos de este país, pero eligió hacerlo dentro de Europa. Para esto comenzó reclamando aquellos en los que había una importante proporción de población alemana. Consiguió anexar Austria y parte de Checoslovaquia excusándose en estas «relaciones de parentesco»; una vez fortalecida Alemania con estas incorporaciones, hizo lo mismo con el resto del estado Checo, al convertirlo en 1939 en protectorado alemán, con lo cual ya fue evidente que las ambiciones de Hitler no terminaban en los territorios sobre los que había declarado con derecho a Alemania. En este momento Bertolt Brecht termina de escribir ¿Cuánto cuesta el hierro? Tres meses después los alemanes invaden Polonia y los países aliados le declaran formalmente la guerra al Tercer Reich.

    ¿Cuánto cuesta el hierro? está compuesta por el prólogo ya mencionado más cuatro actos, los que se desarrollan en un mismo espacio (el interior de un negocio dedicado a la venta de hierro).

    Puede distinguirse cada acto a primera vista, ya que un gigantesco almanaque muestra un tiempo diferente en cada uno. De esta manera se indica que la obra transcurre en dos tiempos:

    Uno, que abarca 1938 y parte de 1939, es el tiempo de lo que ya pasó. Esto es: la anexión de Austria, la de los territorios sudetas, y la eliminación de la República checoslovaca. Todos estos hechos sucedieron con anterioridad al 2 de junio de 1939, fecha en la que Brecht terminó de escribir ¿Cuánto cuesta el hierro? Para este tiempo de lo que ya pasó, el autor destina los tres primeros actos, los que ocupan más del 95% de la extensión del texto.

    El cuarto y último acto, mucho menos extenso que cualquiera de los anteriores, corresponde al tiempo de lo que va a pasar. En el almanaque de la tienda se lee un año no determinado, recurriendo para esto a reemplazar por signos de interrogación los dos últimos dígitos. Lo que va a pasar en la historia de Europa, y más específicamente en la de Suecia, será adelantado entonces por este cuarto acto. Apelando a una inercia por parte de los receptores de la obra se espera, ya que todo lo anterior hizo referencia a hechos ciertos, que también se tenga por cierto lo poco que resta. En base a esto, el espectador se vería inclinado a tomar la idea de que Suecia debía abandonar su pretensión de mantenerse neutral para sumarse, junto a Gran Bretaña y Francia, en una oposición concreta a la política guerrera de la Alemania de ese momento, bajo pena de convertirse en una víctima más del Reich.

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  3. Sobre Bertolt Brecht

    Entender la obra del dramaturgo alemán Bertolt Brecht es un ejercicio que requiere de mucha digestión, tanto para el espectador como para quien asume la dirección de uno de sus textos, sea porque en todos está presente el hombre desprotegido por su raza o condición social o sea porque sigue siendo incómodo confrontar a sectores de la sociedad para quienes el teatro es sinónimo de banalización y consumo.

    En su narrativa se encuentra la temática aún vigente del obrero excluido; de quien amamanta a un niño sin ser suyo y luego es apartado de él y de situaciones que se creen lejos de esta realidad y sin embargo suceden en la sociedad.

    Aunque Brecht abandonó físicamente la tierra el 14 de agosto de 1956, en su Alemania natal, «su teatro sigue vigente porque cada vez es más frecuente que los medios privados apuesten porque pensemos menos, quieren darnos una pastillita con el resultado y que nosotros solo consumamos sin detenernos a analizar lo que estamos consumiendo. El teatro de Brecht va en contra de esas piezas que no te dejan nada, que después de 15 minutos de salir, el mensaje está olvidado», explica el investigador teatral Vladimir Castillo.

    Sucede que en la capital venezolana son más comunes las funciones teatrales que apuntan al mero entretenimiento, que sugieren sentimentalismos y que proponen lágrimas al espectador, como resultado más sublime del mensaje divulgado. A estos asuntos el joven Brecht les huyó desde corta edad, pues a sus 20 años escribió el texto Tambores de la noche para denunciar asesinatos impunes en su ciudad de nacimiento, Augsburgo.

    «Todo esto no es más que puro teatro. Simples tablas y una luna de cartón. Pero los mataderos que se encuentran detrás, ésos sí que son reales» fue el mensaje último de la función teatral que sacudió al auditorio y propuso las bases primarias de la estética histórico-política que acompañaría a sus dramaturgias hasta sus días póstumos.

    Al recordar el hecho, Castillo se detiene y señala: «Para representar a Brecht es necesario asumir una línea de investigación profunda porque para reinterpretarlo hay que hacerlo con el signo de estos tiempos, no es posible montar algo como en los 50. Él también fue médico, sentía preocupación por la bioética y por todo aquello que significara un atropello al conocimiento», reflexiona el también docente de la Universidad Nacional Experimental de las Artes (Unearte).

    Sus estudios de medicina comenzaron a los 19 años y se vieron interrumpidos porque tuvo que prestar servicio militar durante el la Primera Guerra Mundial, cerca de 1918; este hecho acrecentó su visión crítica e intimista de la vida y los años siguientes profesó el marxismo como forma de vida y denunció los abusos de la sociedad burguesa contra el desprotegido.

    Sin embargo, «su teatro no puede analizarse sólo desde la militancia, el suyo es un teatro necesario porque plantea una narrativa donde se propone una línea de acción dirigida al pensar. Él (Brecht) pedía un distanciamiento entre actor-texto y entre obra-público para no sufrir un catarsis o enajenamiento, para él era necesario pensar, analizar y entender…», resume Castillo.

    Sobre el distanciamiento, fue la técnica utilizada por el dramaturgo para alcanzar sus fines estéticos mediante sus actores. Consistía en exigir a los intérpretes leer y estudiar el texto desde afuera, lejos de la alienación supuesta de esos dramas clásicos en que los sentimientos perturban al personaje y lo encaminan a identificarse con él.

    «Cuando tu aceptas el sentimiento del otro, te desvías del sentido del texto y eres susceptible de manipulación. En Brecht se asume desde otra mirada, él te hacer ir al teatro a pensar, no a sentir. Es imposible ver una obra suya sin cuestionarse», advierte el docente.

    Castillo puntualiza que la estética propuesta por el alemán tiene dos ejes centrales: el primero lo hizo acercándose a lo cotidiano a través de su teatro con obreros como actores, quienes comprendían el texto y podían proyectarlo de manera más natural al espectador, y, un segundo eje en que el cartel tenía un lugar privilegiado durante la escenificación. «Mientras la obra sucedía, aparecían anuncios que explicaban la situación», comenta el investigador.

    Este rasgo le añadió a su obra carácter pedagógico, por tanto sus textos no eran individualistas; en contradicción aportaban nuevas perspectivas a la sociedad y desdibujaban las estructuras clásicas concebidas por las grandes instituciones como la Iglesia y el Estado, a las que también denunció.

    En 1928, la escenificación de La ópera de los tres centavos predijo lo que más tarde tomaría forma de exilio. El texto desafía las convenciones clásicas de la propiedad y de la dramaturgia en sí misma, por cuestionar «¿Quién es un criminal mayor?¿El que roba un banco o quien funda uno?», con la irrupción musical en escena apuntada a una crítica sobre el mundo capitalista. La obra se tradujo a más de 18 idiomas y se representó unas 10.000 veces sobre tablas europeas.

    Cinco años más tarde, cuando Adolf Hitler llega al poder, Brecht y su familia se ven obligados a emigrar a Dinamarca tras la acusación de alta traición, no obstante, la partida no significó un receso artístico. Clásicos como La vida de Galileo, El círculo de tiza caucasiano, El señor Puntila y su criado Matti fueron escritos en este periodo.

    En Caracas se han hecho algunos intentos. Por ejemplo, en 2010, el director venezolano Miguel Issa llevó a las tablas de Unearte el texto El eco de los ciruelos y en mayo de este año se representó en la misma sala Mackie, una versión musical de La ópera de los tres centavos dirigida por Delbis Cardona.

    Para Castillo no ha sido suficiente. «Es necesario hacer un festival o retrospectiva de la obra de Brecht, donde se toquen lo social, histórico, científico y político (…) y sobre todo donde se recupere su forma de hacer el teatro tal como lo hizo en su momento César Rengifo. Se trata de construir y deconstruir la historia», argumenta.

    Bertolt Brecht nació el 10 de febrero de 1898 en la ciudad alemana de Augsburgo y murió, en Berlín, a causa de una inflamación en el pulmón, el 14 de agosto de 1956, a los 58 años de edad. En las afueras del Teatro Berliner Ensemble, fundado por él, se levanta una escultura de cuerpo completo con su imagen.
    AVN

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