Españistan (I y II) y Simiocracia

http://youtu.be/N7P2ExRF3GQ

http://youtu.be/MFjXIK-yHLw

http://youtu.be/TfRSfF296js

Por Miguel León

Españistán (Glénat, 2011), cómic de Aleix Saló, es probablemente uno de los cómics más importantes publicados en España últimamente. Y no sólo por su tremendo éxito (especialmente de los dos vídeos de animación realizados hasta el momento, Españistán y Simiocracia), sino también por lo que significa dentro del medio y en el contexto español.

Si tuviera que describir esta obra en pocas palabras, día que Fredo es el Makinavaja del siglo XXI. Y el paréntesis temporal que separa al Maki de su homólogo pokero es curiosamente el de los años del milagro español, ese que ahora nos está pasando factura y que promete, como Aleix Saló denuncia con tanta claridad, devolvernos al agujero inmundo del que no habríamos salido con tanta facilidad de no ser porque otros decidieron que España era un sitio ideal para blanquear dinero y pasar las vacaciones.

Evidentemente el antes y después de la fiestorra española del ciclo 1996-2008 tiene su repercusión sobre el arte. Y eso produce diferencias notables entre las tiras de Ivá y las de Saló; la realidad social no es la misma, y los presonajes que la representan tampoco van a comportarse igual. Donde había filosofía y un sesgo ideológico muy claro, tenemos referencias constantes a la cultura de masas de los últimos años y una crítica política menos ideologizada pero no menos directa.

Desde el punto de vista formal, por otra parte, las coincidencias son muy significativas. El estilo de dibujo, que presenta la figura humana como un cuerpo rechoncho y simple, con pocos detalles pero gran expresividad, es una primera coincidencia. También hay en ambos casos una ruptura interesante de los códigos secuenciales, que en el caso de Saló se traduce en el hecho de que “no existen viñetas” o, mejor dicho, las hay pero no están delimitadas, de manera que el canalón y el fondo de la viñeta se funden, aportando fluidez a la lectura.

Atendiendo al contenido, los momentos más interesantes del cómic de Saló son, a nuestro entender, aquellos en que el cómic se desliza más hacia el tipo de trabajo que encontramos en los vídeos. Es decir, cuando el diálogo, la historia en sí, deja paso a la narración de procesos históricos y circunstancias sociales, ambos ingeniosamente transformados por la imaginación y el humor ácido de Saló; así, por ejemplo, la historia del Cristianismo se transforma en la historia del Fistrianismo, cuyo contenido constitutivo es el culto a Fistro, muerto por el bien de la Humanidad sentado en un retrete (convertido después en símbolo universal dela Iglesia Fistriana). Después de haber leído los trabajos de análisis literario de La Biblia escritos por Harold Bloom, encontrarse esta reconstrucción es una experienca inigualable:

“Años más tarde, el último discípulo vivo de Jesufistro decidió contarle a su hijo las enseñanzas de su líder en su lecho de muerte. Este hijo, a su vez, legó estas revelaciones a su propio hijo, resumidas en un post-it que le dejó en la nevera. Éste, por su parte, decidió transcribir el post-it (añadiendo algunos capítulos para que no quedara tan soso) en un cuaderno. Desgraciadamente, las páginas de este cuaderno acabaron desperdigadas en un descampado. Hasta que un mono aficionado a la ciencia-ficción las encontró, ordenó aleatoriamente y transcribió en un libro. Cuando el amo del mono descubrió el libro, rápidamente vió su potencial como best-seller, así que decidió publicarlo y… ¡Tachán! Nació el libro sagrado sobre el que el amo del mundo fundaría un gran negocio, digo, una gran religión:la fe Fistriana” (pp. 77-78).

Si tuviera que señalar algún defecto, diría que la historia se va desenvolviendo irremediablemente hacia quedar atrapada en un callejón sin salida. Por otra parte, no es nada sencillo “cerrar” una historia sobre un proceso que aún no ha terminado, y tampoco lo es juzgar el final de la aventura de unos personajes que, a pesar de que despierten nuestra empatía, no son más que dos amigos pokeros salidos de una ciudad-dormitorio. Incluso siendo así, sin embargo, me da la impresión de que es un final que desluce el resto de la obra, que se mueve en una línea que no encaja demasiado bien con el recorrido anterior, y que al final parece ser una “salida fácil” del autor para hacer frente a un problema terriblemente difícil que es al mismo tiempo artístico y político: ¿cómo salimos del pozo una vez que toquemos fondo?

En cualquier caso, ni se puede ni se debe exigir a un autor de cómics que haga por su cuenta lo que es tarea de una sociedad en su conjunto. Bastante ha hecho, y hace, planteando las preguntas; es hora de empezar a trabajar en las respuestas.

 

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