Santuario, de William Faulkner, por Lola Arrieta

William Faulkner terminó de escribir Santuario en 1929 aunque, por problemas con las editoriales que la consideraron demasiado dura y violenta, no se publicó hasta 1931, tras las importantes correcciones y revisiones que efectuó el propio autor.

Había escrito y publicado ya cinco novelas, La paga de los soldados (1926),Mosquitos (1927), Sartoris (1929), El ruido y la furia (1929) y Mientras agonizo (1930), con un éxito comercial desigual y escaso. Con Santuario, sin embargo, la acogida fue buena y la novela se convirtió en un best-seller. El propio autor, en el prólogo a la primera edición, había afirmado que lo que quería con Santuario era ganar dinero y si lo que el público quería eran sexo y violencia, él se lo iba a proporcionar con esta obra. Los estudiosos de la obra de Faulkner han señalado que el propio autor despreció toda su vida el resultado final de Santuario, asimismo, la crítica más especializada en el autor

la había considerado tradicionalmente una obra menor dentro de la producción del sureño.

Con el paso de los años, sin embargo, la crudeza y el horror de las páginas de Santuario han sido sobrepasados y relegados a un segundo plano y lo que se valora hoy de la obra es, ante todo, la destreza narrativa, esa forma de contar la historia que no es gratuita, sino que constituye la esencia misma de la construcción de un mundo y una atmósfera en los que imperan el triunfo del mal, el salvajismo, el miedo y el horror.

Como ya señalamos al analizar el cuento de Hemingway The killers, en Santuario también nos encontramos con la técnica de la supresión, del silencio, de la omisión o el no-decir hechos fundamentales de la historia (como el de la violación de Temple Drake) en el momento en que se producen, sino en informaciones posteriores y diversas, lo que obliga al lector a un ejercicio de construcción activa, a un intento de completar la historia con su propio esfuerzo.

 

Faulkner y el cine

A lo largo de su vida, Faulkner se acercó al mundo del cine como guionista de la mano de directores tan afamados como Howard Hawks y Jean Renoir. De William Faulkner son los guiones de películas inolvidables como Tener y no Tener(1944), El sueño eterno (1946), Tierra de Faraones (1955) o El hombre del Sur (1945). También algunas de sus novelas se han adaptado al cine. En 1958 el director Martin Ritt llevó a la pantalla El largo y cálido verano basada en varios relatos cortos de Faulkner y con un reparto de lujo: Paul Newman, Joanne Woodward, Orson Welles y Anthony Franciosa.

 

 

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