La última vez que vimos a Ulrica (con la voz de Angel Marco)

Mi relato será fiel a la realidad o, en todo caso, a mi recuerdo personal de la realidad, lo cual es lo mismo. Los hechos ocurrieron hace muy poco, -se puede decir que en la tarde de ayer- pero sé que el hábito literario es asimismo el hábito de relatar ambientes, amistades, complacencias, afinidades. No podré hacerlo, pero a cambio quiero narrar mi encuentro con Ulrica (no se llegó a saber el apellido), o lo que es lo mismo, con Jorge Luis Borges, o lo que es más real, nuestro encuentro con Angel Marco. La crónica abarcaría sólo una tarde, o mejor dicho una parte de la tarde de ayer. Tocamos la luna con los dedos. Y no se seguir más (o no debo por no aburrir). ¡Qué pena no ser Borges! A mi si me cuesta referir lo que vivimos ayer junto Angel y sus amigos, nuestros amigos … (una vez más con el salón de actos pleno de personas y cariño)

 Por eso prefiero quedarme con la última imagen de su emocionante recital. 

“Al subir al piso alto, noté que las paredes estaban empapeladas a la manera de William Morris, de un rojo muy profundo, con entrelazados frutos y pájaros. Ulrica entró primero. El aposento oscuro era bajo, con un techo a dos aguas. El esperado lecho se duplicaba en un vago cristal y la bruñida caoba me recordó el espejo de la Escritura. Ulrica ya se había desvestido. Me llamó por mi verdadero nombre, Javier. Sentí que la nieve arreciaba. Ya no quedaban muebles ni espejos. No había una espada entre los dos. Como la arena se iba al tiempo. Secular en la sombra fluyó el amor y poseí por primera y última vez la imagen de Ulrica”.

 

 

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