La estrategia del escorpión

Sólo el 52% de los europeos cree que su país se ha beneficiado por pertenecer a la UE y un 37% considera que, en realidad, le ha perjudicado, según el último Eurobarómetro realizado en la primavera pasada, cuando todavía se esperaba la recuperación económica. La percepción negativa de Europa no ha dejado de aumentar desde 2002, cuando era el 26% de los ciudadanos quienes se sentían perjudicados.

Ahora, con la crisis financiera y de deuda soberana, Merkel insiste en que la única vía son los recortes del gasto público para los demás, mientras ellos crecen y crecen. Alemania gobierna en democracia y se reparte los beneficios. Al resto de Europa nos destinan gobiernos de tecnócratas. No importa que para los vascos y españoles, en estas encuestas, la principal preocupación es el desempleo (48%). Estamos resignados

Alemania es un país que basa gran parte de su crecimiento en las exportaciones y ahora los países europeos que le compraban cada vez tienen menos dinero. Por ejemplo uno de los programas de gasto público griego fue el armamentístico, donde las empresas que vendieron al Estado heleno ya en bancarrota eran alemanas y francesas. O que Alemania ha aprovechado la crisis del euro (en 2010 se depreció un 9%) de manera que los pedidos a las empresas alemanas de países externos a la zona euro han sido los más altos de la década.

Así las cosas las profecías de los mercados se autocumplen. Con las primas de riesgo de Italia y España en máximos históricos, con cambios de Gobierno dictados por los agentes económicos, no existe más política que la impuesta por Merkel, es decir los mercados, es decir los de siempre. Como tantas veces se ha dicho, la economía no es una ciencia es una ideología.

Esta estrategia de la fatalidad y el desastre puede convertirse en la del escorpión y acabar como en la fábula del escorpión y el elefante: ahogados los dos porque el primero picaba al segundo en el lomo mientras este le hacía el favor de cruzarle a la otra orilla del río y, al preguntarle el paquidermo por qué había hecho eso, ya que los dos iban a morir, el escorpión le contestaba: “No puedo evitarlo, está en mi naturaleza”.

 

2 comentarios en “La estrategia del escorpión

  1. Elefante o rana, según cómo se mire

    La fábula trataba de una rana y un escorpión. Es una leyenda de origen desconocido, aunque atribuida a Esopo. En ella un escorpión le pide a una rana que le ayude a cruzar el río. Prometiéndole no hacerle ningún daño, La rana accede subiéndole a sus espaldas pero cuando están a mitad del trayecto el escorpión pica a la rana. Ésta le pregunta incrédula ¿cómo has podido hacer algo así?, ahora moriremos los dos ante lo que el escorpión se disculpa «no he tenido elección, es mi naturaleza». Pero la metáfora sustituyendo la rana por un elefante es muy ocurrente y significativa: el gigante (elefante) alemán se ha apropiado del BCE y nos está ahogando a todos, además de colgarnos el sambenito de vagos para que su opinión pública lo trague mejor.
    Lo cierto es que Europa está descapitalizada, los chinos podrían salvar a Grecia con un movimiento de pestañas, y mientras el centro del poder financiero mundial sigue desequilibrándose en nuestra contra, la rapiña continúa.Por el camino que vamos, los franceses van a terminar siendo rana (estará en su naturaleza), y el escorpión Merkel no va a llegar a la orilla, seguro.
    Arcángel San Gabriel

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  2. ¿Alemania en peligro o el peligro alemán?

    Manuel Medina
    El pasado mes de junio las exportaciones alemanas destinadas Europa se redujeron en un 3%. Esto desencadenó una oleada de comentarios que interpretaban que la economía alemana estaba siendo afectada por la crisis de los llamados «países pigs». Sin embargo, el instituto alemán IFO acaba de informar que la economía germana registrará en el año 2012 un explosivo superávit en su balanza de pagos que podría alcanzar los 200.000 millones de euros, superando a China. ¿Qué significará ese crecimiento para la Europa meridional? ¿Cómo nos afecta? ¿En qué se sostiene esa vertiginosa progresión germana? ¿Nos encontramos, de nuevo, ante el avance del arrollador imperialismo teutón?
    El pasado mes de junio las exportaciones alemanas destinadas Europa se redujeron en un 3%. Esto desencadenó una oleada de comentarios que interpretaban que la economía alemana estaba siendo afectada por la crisis de los llamados «países pigs». En algunos ámbitos se extendió la esperanza de que los males de muchos se extendieran también al país que de manera inmisericorde está apretando el dogal.

    Y es que, en efecto, en el curso del primer trimestre de este año, las compras españolas a Alemania descendieron en un 7,8% o en relación al año anterior. La zona euro en su conjunto representaba en el 2009 el 41,7 % de las exportaciones alemanas. En el 2011 se habían reducido hasta el 38,47%. Son cifras realmente importantes pero, al parecer, nada preocupantes para el gran capital alemán.

    Y es que un estudio del Instituto alemán IFO, al que el Financial Times Deutschland le encargó una investigación al respecto, ha revelado ahora que la economía germana podría registrar en el año 2012 un explosivo superávit en su balanza de pagos de entre 170.000 y 200.000 millones de euros. Si eso es así, equivaldría a la diferencia más grande del planeta que se da en un país entre las exportaciones y las importaciones. Superaría, incluso, al desequilibrio positivo chino. Los portavoces del gobierno alemán explican que esta situación no es nueva, «ya que la demanda interna de Alemania es muy débil». Naturalmente, el gobierno de Berlín enjuicia positivamente estos datos.

    LOS PELIGROSOS FACTORES DEL CRECIMIENTO ALEMÁN

    Sin embargo, no son pocos los especialistas económicos que estiman que una diferencia de esta envergadura entre las importaciones y las exportaciones, en plena crisis, provoca serios peligros en el resto de las economías europeas. Hay economistas que ven en el superávit comercial de determinados países la causa de la crisis financiera. La razón de que piensen así es que sí hay estados que exportan mucho más de lo que importan, necesariamente otros estados importarán más de lo que exportan. Como consecuencia de ello se endeudarán más de lo recomendable. Claro que tal fenómeno le interesa a la banca alemana, pues de ese endeudamiento, contraído precisamente con las entidades financieras de ese país, percibirá unos intereses tan suculentos como insólitos.

    LAS CRÍTICAS DENTRO DE ALEMANIA

    Algunos medios de información alemanes han advertido que estas cifras pueden provocar que Alemania sea, aún más, el centro de todas las críticas en relación a la crisis de la deuda. Y, por tanto, que se achaque al consorcio entre la banca alemana y las industrias exportadoras la responsabilidad de la extremadamente delicada situación que vive el Sur de Europa. Esas críticas apuntan al hecho de que con esa desproporcionalidad entre importaciones y exportaciones Alemania está contribuyendo al desequilibrio entre los diferentes países que integran la UE.

    En esa misma dirección apuntan las observaciones de Heiner Flassbeck, jefe económico de la Organización de las Naciones Unidas, que criticó el comportamiento del gobierno germano, manifestando que Alemania tendría que promover las inversiones en prestaciones de servicios orientados al mercado interno.

    Por otra parte, existe un sistema de alarma preventiva de la Unión Europea en el que se puntualiza que si el superávit de un Estado llega al 6%, o más, de su actividad económica, ello supone que puede poner en peligro la estabilidad de la propia Unión. Justamente eso es lo que está ocurriendo según la investigación realizada por el Instituto alemán IFO: el superávit alemán llegaría este año justo a ese 6 % que despierta las alarmas. Pero este «sistema de alarma» sería verdaderamente relevante si el proyecto europeo fuera algo diferente a lo que es hoy: un diseño de las multinacionales del continente, de la banca y de los gobiernos para la obtención de rentas sustanciosas para sus capitales.

    ¿POR QUÉ EL CONSUMO INTERNO EN ALEMANIA ES DÉBIL?

    En el año 2011, el número de alemanes con trabajo alcanzó la cifra de 41 millones, la más elevada desde que ese país se reunificó. Mientras, en España el paro alcanza un 23%, y en Grecia un 18%, en Alemania apenas llega a un ínfimo 6,7%. Son cifras realmente alucinantes. Algún malévolo podría decir, incluso, que el capitalismo alemán pudo conseguir lo que los regímenes socialistas que sobrevivieron hasta 1990 habían logrado: el pleno empleo. Sin embargo, la realidad es otra y mucho más amarga. El «pleno empleo» germano tenía truco. Veamos en qué consistía.

    En el año 2003, siendo canciller de Alemania el socialdemócrata Gerhard Schroeder, su gobierno emprendió una serie de reformas laborales que fueron calificadas entonces como el mayor cambio en el denominado «Estado del Bienestar» desde la Segunda Guerra Mundial. Dos años después, en el 2005, el desempleo en Alemania comenzó a caer de forma vertiginosa, aproximándose a niveles previos a la reunificación. Pero, simultáneamente a la reducción del paro, las cifras de empleos temporales y de pésima remuneración comenzaron a crecer con la misma pasmosa velocidad. Habían aparecido lo que hoy se conoce con el término anglosajón de minijobs, una opción laboral a tiempo parcial que sedujo a muchos parados pero que, sobre todo, le sirvió de palanca a la patronal germana para abaratar hasta límites increíbles el costo de la mano de obra.

    El panorama laboral de la Alemania de hoy no puede ser más desolador. Uno de cada cinco empleados ocupa un puesto en la modalidad de los minijobs. Se acercan a los 7 millones de trabajadores los que están adscritos a este tipo de trabajos superprecarios; muchos de ellos con una media salarial de 400 euros mensuales. Para la inmensa mayoría de quienes trabajan dentro de la modalidad minijob esa es su única fuente de ingresos.

    ¿CUÁL ES EL GERMEN DEL NUEVO «PELIGRO» ALEMÁN?

    Las altas finanzas y las grandes empresas alemanas han conseguido obtener la acumulación de capitales en base a una precarización laboral generalizada. La rentabilidad de su producción la han cosechado en los mercados exteriores, procediendo al abaratamiento de la mano de obra hasta límites indecibles. Se trata de un modelo que se desea imponer en toda Europa, y particularmente en las denominadas «economías periféricas». El Estado español ha entrado ahora en esa fase. Fiel a esta línea de contrarreformas, el gobierno ultraconservador de Rajoy, acompañado con los «consejos» del Banco Central Europeo, tratará de imponer brutales recortes salariales en el curso de los próximos meses.

    En buena parte, ello explica el fulgurante éxito de la versión actual del «milagro alemán», cuyo principal beneficiario no es el pueblo de est país europeo sino los propietarios del gran capital. Para que ese éxito fuera posible, no obstante, la gran burguesía alemana ha contado también con colaboradores necesarios en los países meridionales europeos que, en su día, desmontaron toda su infraestructura industrial como precio a pagar a cambio de la «seguridad» que supuestamente ofrecería el «paraguas» de la UE.

    Ha hecho falta que transcurrieran solo dos décadas para poder ir constatando el costo de aquellas fantasiosas ilusiones e ignominiosas renuncias. Pero es ahora cuando empezamos a pagar las facturas de aquellos yerros.

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