En recuerdo de Antxon Eceiza

Impulsor del cine vasco y el Nuevo Cine Español, compitió en Cannes y San Sebastián. El donostiarra dirigió el primer filme en euskera que compitió en un festival internacional, ‘Ke arteko egunak’

 «Era inteligente, ocurrente, divertido y un apasionado del cine», recuerda Arsuaga

«Con los ‘Ikuska’ marcó un hito, pero su cine está minusvalorado», destaca Rebordinos.

El cineasta donostiarra Antxon Eceiza, uno de los nombres fundamentales en el desarrollo del cine vasco y del Nuevo Cine Español, falleció ayer en San Sebastián a los 76 años tras una larga enfermedad. Eceiza dirigió destacados largometrajes en la época en que el cine español se abría a corrientes internacionales, los años 60, como quedaba reflejado en ‘De cuerpo presente’ (1967) o ‘Las secretas intenciones’ (1970), que formaron parte de lo que se dio en llamar el Nuevo Cine Español. Eceiza llegó a competir en el Festival de Cannes en 1967, con su película ‘Último encuentro’.

Eceiza estuvo vinculado al Festival de Cine de San Sebastián en diversas ocasiones: en 1984 fue coordinador del comité de selección, al año siguiente ejerció de coordinador de una dirección formada por Mariano Larrandia, Rafael Trecu, Leopoldo Arsuaga y José Ángel Herrero-Velarde, se mantuvo en el staff en el primer año de Diego Galán, 1986,y regresó a la cúpula del Zinemaldia en 1990, con el cargo de coordinador general del comité de dirección, en una edición dirigida por Peio Aldazabal. Era asiduo al Zinemaldia como espectador y no faltó en la edición del pasado septiembre.

En 1989, compitió en el certamen donostiarra con su película más conocida, ‘Días de humo (Ke arteko egunak)’, en la que abordaba la situación política en el País Vasco tratando de reflejar todos los puntos de vista. Fue su «aportación a la pacificación», según declaró entonces. Y la primera película en euskera que competía en la sección oficial de un festival internacional.

Inicios junto a Querejeta

Nacido en San Sebastián en 1935, en el seno de una familia de comerciantes donostiarras, Eceiza es autor de una obra no muy extensa, pero muy singular, y que resultó fundamental en el desarrollo de un cine español que rompía las ataduras formales de la época de Franco.

Tras su fructífera época de finales de los 60, Eceiza se trasladó a México, empujado por la situación política del franquismo. Fue militante del PCE en los años 70 y abertzale en esa época «gracias a haber estado en Cuba», según declaró a Jesús Angulo, Maialen Beloki, José Luis Rebordinos y Antonio Santamarina, autores del libro publicado por la Filmoteca Vasca en 2009, ‘Antxon Eceiza: cine, existencialismo, dialéctica’. En la amplia entrevista incluida en ese completo estudio sobre su obra, explicaba que se trasladó a México porque «yo era de las personas a las que le resultaba muy difícil soportar el franquismo, me parecía tan pesado en lo cinematográfico como en lo político y en lo social».

A su regreso al País Vasco, coordinó la serie de cortometrajes ‘Ikuska’ con los que diversos directores impulsaron la búsqueda de un cine vasco con identidad propia. Con esa serie de cortometrajes, se inició la identidad de un cine vasco después del franquismo, y era «junto a ‘Las secretas intenciones’ los trabajos de los que se sentía más orgulloso, así como de ‘Ke arteko egunak’, por todo lo que supuso», relata Arsuaga. Su última película, de escasa distribución, fue ‘Felicidades Tovarich’ (1995). En 2003 recibió el premio Ama Lur a toda su trayectoria.

De RICARDO ALDARONDO | SAN SEBASTIÁN.

 

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