«Que sepáis que Txomin existe»

Sirva esta reprodución tomada de un periódico local para señalar nuestro apoyo y nuestra cercanía con los vecinos de Txomin Enea y Martutene.

Es en estos momentos cruciales cuando los concejales del consistorio y los poderes públicos escuchan el grito de los vecinos de los barrios nosotros también existimos…pero después se vuelven a olvidar de sus compromisos ¡Ojalá que esta vez no sea así!

«Lo que hemos sentido estos días ha sido indefensión», aseguran .No se sabe cual, pero una de las miles de gotas que el pasado fin de semana cayeron sobre Txomin Enea desbordó la paciencia de los vecinos de una zona donostiarra situada entre Loyola y Martutene que técnicamente no es un barrio pero sí lo es para sus habitantes. La tormenta y la riada que anegó sus viviendas y negocios han sacado a flote su sensación de ser «la escoria de Donostia» y un sentimiento de vecindad que conoció ayer de primera mano el alcalde de San Sebastián, Juan Karlos Izagirre.

El primer edil se topó de bruces con las reivindicaciones territoriales de un barrio que quiere serlo a todos los efectos durante el encuentro que mantuvo con los vecinos de Txomin Enea afectados por la inundación. Izagirre y los concejales y técnicos del Ayuntamiento que le acompañaban acudieron a la asamblea aleccionados por la reunión que el día anterior habían mantenido con los habitantes de Martutene, en la que los gritos de «mentirosos» se multiplicaban cada vez que tomaba la palabra alguno de los representantes municipales.

Quizá por eso, cada vez que ayer hablaba alguien del Ayuntamiento se curaba en salud con frases como «ya sé que no me vais a creer», «me podéis creer o no, mi amona vivió aquí cuarenta años» o «lo que os digo es verdad y quien quiera puede comprobarlo». Y también quizá por eso el alcalde comenzó su intervención reconociendo «la mala leche y el enfado» de los vecinos. «Igual hemos olvidado en el Ayuntamiento el sentimiento de barrio que tenéis», admitió.

La asamblea se celebró en la sede de la casa de cultura de Txomin Enea, que se quedó pequeña para albergar a todas las personas que acudieron a la cita. Todas se apiñaron como pudieron en un local cuya existencia, según un vecino, desconocían los propios responsables municipales. «Cuando llamamos al Ayuntamiento para que pusieran aquí una oficina de atención a los damnificados nos contestaron que no sabían que en el barrio había una casa de cultura. Que sepan que este local les pertenece», se quejó un hombre. «Y que sepáis que Txomin existe», exclamó otro.

«Tu parte del pastel»

El grito de atención no solo fue escuchado por los actuales responsables municipales, que aguantaron estoicamente las críticas. A la asamblea acudieron también concejales del PSE, PP y PNV, entre ellos el socialista Ernesto Gasco al que, por haber estado en el anterior equipo de gobierno municipal, le tocó soportar algún dardo lanzado por los asistentes. «Has venido y te tienes que llevar tu parte del pastel, tú has estado años en el Ayuntamiento y hay que depurar responsabilidades».

Como había hecho el miércoles en Martutene, el alcalde detalló cronológicamente la actuación del Ayuntamiento desde que comenzó la tormenta que inundó Gipuzkoa. Para evitar los problemas lingüísticos de la asamblea anterior, en la que la gente le cortó cuando comenzó hablando en euskera, en esta ocasión avisó de antemano que utilizaría este idioma durante el primer minuto para pasar a continuación al castellano.

Como si fuera una especie de eco, las exclamaciones de los vecinos fueron matizando cada una de las explicaciones de Izagirre. «En las horas críticas se movilizó gente». «¿Dónde estaban», preguntó una voz. «Hay continuas patrullas de la Guardia Municipal para garantizar la seguridad». «No las veo», replicó otra voz. «Hemos hecho un llamamiento a la ciudad para hacer el sábado un trabajo vecinal». «Ya está hecho», informó otra de las voces.

«Sálvese quien pueda»

Tras la intervención del alcalde llegó el turno de los vecinos. «Me parece muy bonito su discurso pero no colma lo que nosotros pedimos. Tenemos una problemática muy grave y lo que hemos sentido ha sido indefensión. El fin de semana nadie se hacía cargo, no hubo servicios de urgencia, aquello era el sálvese quien pueda», dijo una mujer. «A ustedes lo ocurrido les ha venido muy grande», añadió con la mirada fija en el alcalde.

Una concejala quiso hablar en ese momento, pero la vecina se lo impidió. «Lo siento por ti, pero ahora nos toca a nosotros». Y hablaron acerca del Txomin Enea de la inundación y de antes de que se produjera, de un barrio con una profunda sensación de agravio en el que «los barrenderos solo aparecen antes de las elecciones» y donde aún se recuerda que una vez, «en tiempos de Albistur como alcalde, se arregló una acera».

Hablaron del parque infantil, «que aún está sin limpiar» y que «posiblemente el Ayuntamiento no sepa que exista», y de «ratas como gatos» por las calles. Recordaron que el día de la inundación, cuando «reventaron todas las arquetas y sistemas eléctricos», tuvieron que «asaltar un equipamiento de la DYA para sacar piraguas». «Lo peor -dijo una mujer- fue que al día siguiente el Ayuntamiento fue a limpiar la carretera mientras había mucha gente incomunicada que no podía ni salir de casa».

«Posiblemente tengáis razón en todo», reconoció el alcalde. Izagirre trató de defenderse asegurando que tanto él como los responsables municipales no han dejado de trabajar para paliar los efectos de la riada. «No me he desentendido, estamos metiendo muchas horas», afirmó. Y aquí nuevamente surgió la voz de los vecinos. «Tú no conocías este barrio». «Efectivamente, siempre he pasado por aquí de paso», se sinceró el primer edil.

Un comentario en “«Que sepáis que Txomin existe»

  1. en la última escalera

    Aquí estoy, sentado en la última escalera mirando las casas de Txomin. No había querido ir hasta ahora, cuando ya se ha retirado el agua y la gente ha vuelto. La casa que hemos visto todos, inundada hasta las ventanas del primer piso con las zodiac rescatando personas es donde vivían mis abuelos. Concretamente, en el segundo. Yo, de crío, le llamaba la casa rota. No había lujos por allí. Recuerdo que no levantaba tres palmos del suelo cuando vi aquel barrio inundado por encima de la puerta del portal. La foto de estos días ha sido igual. Han pasado treinta años y no ha cambiado nada. Sólo yo. Miro a aquel chaval y me miro hoy en el espejo y veo que ha pasado mucho tiempo, suficiente para haber hecho algo.
    La misión de los políticos es hacer mejor la vida de la gente. Así de difícil es su trabajo porque la responsabilidad siempre es suya, aunque no tengan la culpa.
    II

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