Ginkgo biloba en los jardines del palacio de Aiete

Su nombre significa albaricoque de plata. Las hojas tienen forma de abanico con un corte en el centro y por eso la denominación de biloba. Su forma característica ayuda a reconocer el árbol fácilmente. También se le llamó árbol sagrado, árbol de las pagodas y árbol de los 40 escudos. Los árboles pueden ser machos o hembras y resulta difícil distinguir a qué género pertenecen. En los parques se suelen plantar árboles macho, pues los frutos de los árboles hembra tienen fama de desprender mal olor. Se reproducen por semilla, esquejes o injertos. 

Se han encontrado hojas fósiles de este árbol con más de 270 millones de años. Se calcula que algunos ejemplares han vivido más de 3.000 años. Hasta finales del siglo XVII, en que se encontró en Japón y China, se creyó extinguido. Y es que los monjes budistas descubrieron sus cualidades terapéuticas y lo cultivaron cuidadosamente, extendiendo su utilización por otros países a través del budismo. En Oriente se le considera un árbol sagrado, casi milagroso, asociado a la longevidad. Al parecer fueron los únicos árboles que sobrevivieron a las bombas atómicas que se lanzaron sobre Japón en la Segunda Guerra Mundial. 

En el siglo XVII el botánico alemán Kaempfer trajo a Holanda (Jardín Botánico de Utrecht), desde Japón, las primeras semillas de ginkgo que se plantaron en Europa.

 Aunque en la medicina tradicional china y japonesa las hojas y frutos se usan desde la antigüedad para tratar problemas respiratorios, de circulación o pérdida de memoria, en occidente hasta mediados del siglo XX no se empezó a investigar sobre el ginkgo. Fue el Dr. Schwabe quien registró una marca para uso medicinal de este producto. Desde entonces se ha investigado mucho sobre sus beneficios, realizándose ensayos clínicos que confirman sus propiedades.

 Por último, como curiosidad, han sido muchos los artistas que han dedicado alguna obra a este árbol. El propio Goethe, en el siglo XIX dedicó un poema a una de sus amantes, titulado «Gingo biloba».

 En los jardines del Palacio de Ayete tenemos varios ejemplares como el de la foto pero también podemos encontrarlo en el Parque M. Cristina Enea, Parque Otxoki, Paseo Pio Baroja, Paseo Beloka y Calle San Roque

 

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