El Mercader de Venecia se salvó por el amor y la política

 Si no lo veo, no lo creo, es un desvarío veraniego.

 La soberanía ahora es de los mercados, el constituyente son los mercados, toda una degradación de la Constitución, que termina siendo un balance que juega en bolsa.

 Los que hablaban de la sacralidad de la Constitución ahora la cambian como un balance. Hablan de equilibrio y estabilidad. Parece que hemos estado en una fiesta y hay que hacer penitencia. La mayor parte de la ciudadanía no ha participado en esa fiesta. Esta reforma busca imponer el despilfarro privado, el de las grandes empresas, que supone dos tercios de la deuda española, y es el verdadero problema.

 Ustedes fijan un déficit del 0,4%. La media de la OCDE no cumpliría ni un solo año de los últimos 20 ese 0,4%. Ni la Unión Europea. En los últimos 20 años, Francia no se ha quedado por debajo del 0,4% ni uno solo. Y Alemania una sola vez en 20 años. Para hacer políticas publicas es fundamental el margen del déficit. No se trata de rigor, se trata de recortes y privatizaciones.

 Señores diputados del PSOE. Para lo que nos queda en el convento… pido que se rebelen, que digan de esta forma no, sin parlamento, sin intervención popular, no. Permitan enmiendas, que nos reconozcan como parlamentarios y no como un rebaño de ovejas.

 El Mercader de Venecia, de Shakespeare, se salva por el amor y la política. Ustedes se están poniendo del lado de la usura, ese no es el papel de la democracia. Tienen el 90% de los escaños, pero no de los votos, ni de los ciudadanos. Además de una ley electoral injusta, no están aquí los abstencionistas, que son también constituyentes. Dejen participar a todos en un referéndum.

 Yo no soy corresponsable de este golpe a la Constitución. Si Zapatero fuera el capitán Ahab de Moby Dick, yo desde luego formo parte de los amotinados. Señor Zapatero: puede matar a su partido pero no tiene derecho a cargarse la Constitución.

 Gaspar LLamazares

 

Un comentario en “El Mercader de Venecia se salvó por el amor y la política

  1. motitas de polvo invisible

    Estoy convencida de que toda esta penosa tiranía de los Mercados que soportamos con resignación o con rabia, pero en cualquier caso con temor, no es más que una cuestión de fe. Nada novedoso en estos tiempos en los que buena parte de nuestra vida transcurre en el terreno de lo virtual.
    El capitalismo actual, ese que está a punto de arrasar nuestro aún joven mundo de derechos y merecido bienestar, se basa en nubes y humo, en un éter fluido que va y viene de un lado para otro, sobrevolando países y continentes. Y uno cree en el éter o no cree en el éter. Esa es la cuestión. Todo es un misterio tan insoluble como el de la Santísima Trinidad. Estás convencido de que el Dios de los Mercados es Uno y Trino, y entonces compras bonos y valores y primas de riesgo y todas esas cosas que yo, al menos, ni siquiera sé lo que son. Es más, ni siquiera sé si existen.
    Lo que es a mí, ese Dios arcano no me ha concedido su gracia. A este respecto, no soy más que una atea. Y para los ateos, esa divinidad inmaterial sólo es una especie de gas tóxico, que contamina, envenena y hasta mata. Pero lo bueno de los gases, éteres y demás fluidos, es que acaban disolviéndose. Un día, como por arte de magia, ya no están, ¡bluf!, y lo único que quedan son motitas de polvo invisible.
    Ramona Iriondo

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