LOS JARDINES ENTRAN EN EL PALACIO

El palacio de Aiete ocultaba páginas tenebrosas de la historia. El palacio era una construcción bella con la que no se sabía qué hacer. ¡Un museo! clamaban algunos, en ese convencimiento de que lo que la palabra engloba es ese eterno cajón de sastre en el que todo cabe. ¡Un recuerdo al veraneo real!, suspiraban otros, ignorando quizá que, salvo algunas piezas de anticuario, horrendas mesas de formica señoreaban en las estancias. ¿Y un fantástico parador nacional? ¿Y qué me dicen del hotelito con encanto? En fin. Y la asociación de vecinos propuso hacer una casa de cultura. El pasado fin de semana se produjo la catarsis. Desaparecieron los fantasmas y en el palacio entraron los jardines, sus olores y se llenó de ciudadanos y de libertad.

Sueñan los promotores de la casa de cultura en el palacio, sueñan los arquitectos que han rehabilitado el conjunto, sueñan los personas de buena voluntad,  con que los chavales que asistan a los talleres –como los de la foto ahora un poco más mayores- vean desde esa barandilla a sesudos premios Nobel, a miembros de la ONU. y que bajen luego, seguro que a todo correr, a ese espacio luminoso que les espera bajo lo que fueron los huertos de la zona Norte.

Ellos son los nuevos duques de Aiete, quienes mejor disfrutarán de una instalación, de la que llevarse el libro que hay que leer en la ikastola o en la que descubrir nuevos cuentos que nadie ha recomendado. Más allá de ilustres invitados, este verano debía haber sido también el momento de apertura del centro cultural. Esperamos el regalo para navidad.

sobre un artículo de ANA VOZMEDIANO (dv)

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